¿Una revolución en marcha?
28/05/2001
- Opinión
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sigue insistiendo en el carácter
"revolucionario" de su "revolución bolivariana". Sin embargo, a poco más de
dos años de iniciado el proceso, contados a partir de la toma de posesión de
la jefatura del Estado el 1 de febrero de 1999, no se vislumbra con claridad
el perfil económico alternativo del proyecto, ni la puesta en práctica de
una plataforma participativa popular y más bien crecen las dudas sobre la
concentración del poder en el mandatario, cuyo equipo de colaboradores -por
otro lado- no ha dado muestras fehacientes de eficiencia y eficacia en la
conducción del país.
Entre sectores sociales progresistas del país, entretanto, aumenta la
sensación de que Chávez y el equipo que le acompaña en las distintas esferas
del ejecutivo, parlamento y partidos políticos, están perdiendo una
oportunidad histórica para una transformación genuina del país, que tenga
como norte la participación popular, una economía de carácter social que
ataque las causas de la pobreza y no sólo contribuya a que los pobres
sobrevivan.
El presidente logró con éxito, y acogiéndose a las reglas democráticas
liberales, poner punto final al viejo sistema político venezolano. Lo
alcanzó porque supo interpretar el hastío popular, la sed de cambios y le
imprimió su innegable carisma, una comunicación con los sectores más pobres
y excluidos, que siguen identificando en él una esperanza histórica de
transformaciones, de justicia y mejor porvenir.
Una vez logrado el objetivo primero de su revolución bolivariana: al barrer
completamente con los viejos partidos y con una nueva dirigencia y una
institucionalidad naciente (estrechamente ligadas al proceso, como le llaman
los chavistas a este período de cambios), no se observa con claridad cómo se
orientarán los siguientes pasos.
Para todos está claro que debe producirse una reactivación económica (y
seguramente el precio del petróleo contribuirá con el aumento del
crecimiento macroeconómico) que riegue al país, permita recuperarse al
empresariado nacional y posibilite una recuperación del empleo y de los
ingresos. Por esa vía se comenzaría de forma concreta a atacar la exclusión
social y la pobreza.
Chávez, en Québec, defendió el adjetivo participativo para la democracia y
así quedó expresada una reserva de Venezuela en la declaración final de la
Cumbre de las Americas. Sin embargo, dentro del país no se perciben señales
claras y coherentes de que pueda lograrse una democracia participativa, tal
como lo plasma la flamante Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, de diciembre de 1999.
A poco más de dos años de haberse iniciado el proceso en Venezuela, el país
cuenta con un nuevo marco político, una institucionalidad nueva en
gestación, una oposición pequeña (dispersa e histérica) y un liderazgo
omnímodo. Sobre los otros aspectos existen más dudas que certezas, más
interrogantes que respuestas.
¿Todo el poder para Chávez?
El presidente sigue teniendo, sin discusión alguna, la gran habilidad
política de ser quien coloca los temas de agenda pública en el país. Hizo
gala de esa capacidad mediática con dos temas poco antes de irse a su más
extensa gira internacional (13 de mayo al 2 de junio).
Por un lado, Chávez dejó abierta la posibilidad de decretar un estado de
excepción, lo cual le significaría (tal como lo establece la Constitución)
poderes extraordinarios en materias específicas. Se han manejado diversas
hipótesis sobre esa posibilidad, lo cierto es que entra dentro del marco
constitucional vigente, pero cabría preguntarse si necesita Chávez mayor
poder para enfrentar la nada fácil tarea de adelantar una genuina
transformación social de Venezuela. Algunos creen que sí.
En 1999, en el primer año de su mandato, Chávez recibió poderes especiales
vía una Ley Habilitante. Este tipo de figura le da al ejecutivo la potestad
de dictar leyes sin que pasan por el debate legislativo. No es una práctica
nueva en el país y casi todos los mandatarios la han usado. En septiembre
de 2000, Chávez recibe nuevamente el poder de dictar leyes con una segunda
Habilitante para un paquete de unas 40 leyes, casi todas de carácter
económico y social. En mayo, después de siete meses de contar con todo el
poder para ello, el ejecutivo apenas había tramitado siete (cuando tenía
planificado tener 29 para este momento). También desde el año pasado se
adelanta un vasto plan llamado la sobremarcha, para el cual se destinaron
importantes recursos para financiar obras de desarrollo de diverso tipo que
contribuyeran a la reactivación económica. Pese a tener los recursos
disponibles y el poder para ello, sólo la mitad del dinero se había
ejecutado.
La completa renovación política-institucional del país ha arrojado que el
presidente Chávez tenga mayoría calificada en la Asamblea Nacional
(parlamento), que la mayoría de gobernadores, alcaldes, concejos
municipales, parlamentos regionales, esté en manos de dirigentes del
Movimiento V República (MVR), el partido político de Chávez, o de otras
agrupaciones afines al proceso.
Por la vía democrática por excelencia, las elecciones, Chávez ha logrado
cimentar el poder con el que cuenta en este momento. Un poder, que unido a
sus altas tasas de popularidad, le dan una oportunidad única de adelantar
los cambios y transformaciones necesarias.
Paralelamente, el presidente anunció la resurrección del Movimiento
Bolivariano Revolucionario (MBR-200), la organización que gestó la frustrada
rebelión militar de febrero de 1992, que sirvió para catapultar a Chávez al
escenario político nacional, pero que prácticamente se diluyó con la
necesidad de contar con un aparato electoral, que vino a ser el MVR. El
anuncio presidencial fue hecho sin consultar previamente con los factores
políticos que le respaldan (se enteraron al igual que el resto del país en
un acto donde habló Chávez), con el fin de consolidar un "movimiento de
movimientos". De forma casi simultánea, en cual reflejo de la emotividad de
Chávez, el Movimiento al Socialismo (MAS) fue distanciado del proceso a la
par que se acogió nuevamente a Patria Para Todos (PPT).
No se sabe con exactitud en lo que devendrá, políticamente, este
renacimiento del MBR, así como de la revisión de la alianza gubernamental.
En esto, así como con la cuestión del estado de excepción -"estamos
esperando la opinión del presidente", que parece ser la opinión visible de
las figuras claves del gobierno y su principal partido, el MVR.
La propuesta de retomar el MBR cruza un punto central. Chávez se encuentra
en un momento en el cual la encrucijada no es la toma del poder, ya cuenta
con él, tal vez como ningún otro presidente venezolano en décadas y
seguramente como ningún otro jefe de Estado latinoamericano, con excepción
sí de Fidel Castro. Ahora, sin duda, el reto es implementar de forma
eficiente, eficaz, coherente, un plan de transformaciones que vaya más allá
de los deseos presidenciales. Esto sólo podría ser fruto de la
participación, del diálogo, en una construcción participativa que abra
puertas para que tengan cabida no sólo los que acompañaron a Chávez en su
intento de rebelión militar de 1992 o durante el período en que estuvo
encarcelado.
Un proyecto de país, cualquiera que sea, requiere de construcción colectiva,
de aporte participativo, de sueño común. Chávez demostró el liderazgo
necesario para desencadenarlo, pero aún no despeja las dudas sobre su
capacidad política para conducirlo coherentemente.
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