El liderazgo petrolero de Chávez
23/10/2000
- Opinión
La concepción de que el petróleo es un arma diplomática no es nueva en
Venezuela. Tal vez tuvo su expresión más simbólica durante el primer
gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-79), quien montó una hábil estrategia
internacional teniendo, por un lado, altos precios del crudo y una
fortalecida Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y por el
otro la ola internacional a favor de la cooperación sur-sur y el papel
venezolano como actor de peso en el ámbito de América Latina y el Caribe.
Hoy, con el gobierno de Hugo Chávez, esa concepción de diplomacia petrolera
toma nuevamente fuerza en Venezuela y es una postura abiertamente defendida
por el ministro de Relaciones Exteriores, el periodista José Vicente Rangel.
El segundo gobierno de Pérez (1989-93) y el de Rafael Caldera (1994-99), así
como el transitorio de Ramón J. Velásquez -entre uno y otro después del
juicio a Pérez-, coincidieron en distanciarse de la OPEP. Sostuvieron
políticas petroleras que en muchas ocasiones contradecían la visión de
conjunto de la organización, e incluso manejaron como escenario la
posibilidad de que Venezuela abandonara la entidad, que justamente ayudó a
fundar hace 40 años.
La postura llevada también al terreno de la producción de crudo tuvo
consecuencias negativas, pues el petróleo hasta inicios del año 99 tuvo sus
niveles de precios más bajos desde los años 70. Esto fue consecuencia de la
sobreproducción en la que se embarcaron algunos socios de la OPEP y otros
productores, en claro incumplimiento de las cuotas establecidas por la
propia organización para sus 11 países miembros.
Fortalecer la OPEP
La llegada de Chávez al poder y el nombramiento de Alí Rodríguez como
ministro de Energía significó retomar una relación más estrecha y un diálogo
más cercano, que han confluido en una verdadera voluntad política de
fortalecer a la OPEP. La recuperación paulatina de los precios a lo largo
de 1999 y de este año 2000 (excluyendo por supuesto la especulación que ha
prevalecido últimamente y factores de perturbación como el conflicto del
Medio Oriente), son consecuencia de la nueva política que ha tenido a
Venezuela como puntal.
Venezuela y Arabia Saudita redefinieron en 1999 una mesa de diálogo para
recortar la producción, espacio al que integraron a México, y a través del
cual se tendieron puentes con productores no socios de la OPEP como Noruega
y Rusia.
Ese papel relevante fue un motivo de peso para que Chávez convocara en
Caracas la realización de la segunda Cumbre de la OPEP de soberanos, jefes
de Estado y de Gobierno. Es significativo que haya sido sólo la segunda
cita de este tipo en 40 años de historia y que haya sido celebrada 25 años
después de la primera, Argel (1975).
La realización en sí de la cumbre ya podría apuntarse como un éxito
diplomático para Chávez y para el ministro Rodríguez, actualmente presidente
de la OPEP. Los medios de comunicación y los principales "opinólogos"
venezolanos le restaron importancia a este hecho, además de colocar el peso
en lo anecdótico y no en el trascendente en sí de la cita.
Hubo, como de costumbre, "la foto en familia". Chávez es la principal
figura de esa imagen, en cuyo reverso podría inscribirse que es la segunda
en 40 años, hecho significativo ya mencionado; estamos ante la primera
imagen de unidad de la organización desde los año 80 y la cumbre sirvió de
excusa, por ejemplo, para que se reuniesen los líderes de Irak e Irán a
solas en una acertada conjugación diplomática movida por Venezuela.
El tono de la "Declaración de Caracas" es decididamente a favor del diálogo
con los países consumidores y eso ya también es un hito, además de recuperar
la OPEP su rol de interlocutor de peso en el escenario mundial. Esto se
evidenció con la posible apertura de un diálogo con la Unión Europea o con
el grupo de países más industrializados del planeta, el G-7.
Marcando distancias
Si la cumbre fue un éxito, en términos del relanzamiento de la OPEP (cuyos
países habían aclarado que la reunión de Caracas no era para debatir
precios), eso está íntimamente relacionado con la fuerte personalidad de
Chávez. No debe olvidarse la gira, intensa y agotadora si medimos días y
kilómetros recorridos, que lo llevó a cada uno de los otros 10 países de la
organización, a fines de julio para hacer las invitaciones, personalmente,
para la cita de Caracas. Venezuela es el único país del hemisferio
occidental dentro de la OPEP, esto significó que Chávez visitara algunos
países en el Medio Oriente, pero también en Africa y en Asia, sin dejar a
ninguno excluido.
En el marco de esa gira justamente demostró una independencia diplomática
importante con su histórica visita a Irak, así como la no menos simbólica a
Libia. Con estos dos encuentros Venezuela puso marcada distancia de la
órbita de Estados Unidos en política exterior, como lo recogió la prensa
internacional por esos días.
Criticado por su acercamiento a este mundo "donde no se respeta la
democracia", Chávez fue claramente irónico al decir que la OPEP no era un
club en defensa de la democracia, sino una instancia de coordinación de
políticas petroleras de países cuyas economías están ligadas estrechamente
al crudo.
Y está a las puertas de ser nuevamente criticado por su diplomacia
petrolera. Después de insistir a lo largo de 1999 ante México para ampliar
el Acuerdo de San José, que desde hace 20 años garantiza suministro
petrolero con condiciones especiales de pago a países de Centroamérica y el
Caribe, Venezuela ha lanzado su Acuerdo Energético de Caracas.
La gran novedad de este acuerdo es que permitirá incluir a Cuba en los
suministros de petróleo, también en condiciones ventajosas de pago, pues la
mayor de las Antillas no forma parte del Acuerdo de San José, y México no
aceptó la petición venezolana de integrarla.
Además de las críticas que vendrán por suministrar petróleo a la Cuba que
aún enarbola la bandera del socialismo, la diplomacia de Venezuela deberá
actuar con cautela ante una eventual reacción negativa de México y posible
presiones de la Comunidad del Caribe anglófono (Caricom) por la exclusión de
Guyana del plan energético. Pero, claro, esos son los riesgos de cualquier
política internacional con personalidad, como sin duda es la que tiene
Chávez, usando al petróleo como eje de esa diplomacia.
Una muestra más del papel del petróleo en la política de Chávez ha sido la
sorpresiva designación del general Guaicaipuro Lameda al frente de la
estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA). El militar activo no es experto en
temas petroleros pero es de entera confianza del jefe de Estado y ha estado
en el gobierno desde su inicio, pues venía ocupando la dirección de la
Oficina Central de Presupuesto.
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