Entrevista a Rafael Simón Jimenez
Un acuerdo político para superar la crisis
11/02/2003
- Opinión
Rafael Simón Jiménez es un veterano dirigente político venezolano, que
durante largos años estuvo ligado al Movimiento al Socialismo (MAS).
Actualmente, y tras la división que vivió ese partido, a raíz de las
cercanías o distancias con el presidente Hugo Chávez, Jiménez está tratando
de construir una opción de centro-izquierda. En relación con el gobierno de
Chávez se ubica en lo que podría llamarse un apoyo crítico, y sostiene una
voz independiente, que por cierto ?a juicio de analistas-, parece ser la
razón para que no haya repetido como primer vicepresidente de la Asamblea
Nacional (Parlamento), cargo que desempeñó a lo largo de 2002, con el apoyo
oficialista.
- Se discute de nuevo la propuesta de una enmienda a la Constitución, como
salida a la crisis, lo cual ya habías planteado, sin eco, a fines del año
pasado. De nuevo está discutiéndose esto como parte de las propuestas que ha
colocado el ex presidente Jimmy Carter en la mesa de negociación entre
gobierno y oposición: la enmienda o un referéndum revocatorio del mandato
presidencial con una fecha preestablecida para el 19 de agosto. En el actual
contexto ?cuál de estas dos opciones ves como más viable, como mecanismo
concreto para destrabar la situación?
Creo que más que una propuesta particular, Carter lo que ha hecho es recoger
lo que han sido estos tres meses de discusiones en torno a la mesa de
negociaciones y buscar puntos en torno particularmente de los temas
electorales, para ver cuál sería aquella fórmula, cuáles serían aquellos
escenarios que pudieran reunir mayor consenso. Ha depurado el planteamiento
y ha llegado a la conclusión de que es la enmienda o el referéndum
revocatorio. Yo creo que es muy difícil que un sector le pueda imponer a
otro una determinada salida, en caso de que tratara de aprobarse una enmienda
en la Asamblea Nacional sin un acuerdo político, haría que esto fuera muy
dificultoso e incluso la posibilidad de que una enmienda producida en este
contexto pueda ser impugnada ante el Tribunal Supremo de Justicia y termine
en un entramado jurídico que le reste eficiencia como salida electoral. Yo
creo que una fuerza que de alguna manera contiene la propuesta de Carter que
es que la mejor salida es la que logre reunir el consenso de ambas partes.
- Tu venías planteando desde finales del año pasado que el propio presidente
Chávez debería ser el abanderado en impulsar una salida electoral, ?todavía
sostienes esa propuesta?
Yo he afirmado que, evidentemente, en Venezuela hay sectores golpistas y
conspiradores. Pero ese no es el problema de Venezuela, si ese fuera el
problema fundamental de Venezuela viviríamos en un paraíso, porque enfrentar
a un grupo de golpistas, a un grupo de conspiradores es relativamente fácil
si se cuenta con la inmensa mayoría de los venezolanos para un esfuerzo
democrático. La verdadera situación de Venezuela es una grave escisión en la
sociedad, vivimos una quiebra afectiva y efectiva dentro de la colectividad
de ciudadanos. El país está dividido en dos bandos irreconciliables cada uno
de los cuales, por cierto, juega a la derrota y al extermino del adversario
en un juego perverso que compromete cualquier visión de país, y entonces esa
es una situación que tiene que ser superada obligatoriamente. Ningún país
dividido, ningún país resentido, ningún país enfrentado es capaz de emprender
un plan de recuperación, mucho menos Venezuela que viene arrastrando, de los
40 años de gobiernos anteriores un drama social que se expresa en más de un
80% de pobreza, desempleo elevado, en medio de una economía informal
agobiante. Para poder superar este drama social, debemos hacerlo con
decisiones del conjunto de la sociedad.
Entonces, cómo superar lo que yo llamo el problema real de Venezuela. A mi
modo de ver no existe democráticamente otro camino que enfrentarlo mediante
la activación de los mecanismos de participación popular, y las elecciones
son en Venezuela una participación popular por excelencia. Cuando yo digo
que el presidente Chávez debe liderar la salida lo digo, en primer lugar
atendiendo a lo que ha sido la bandera principal de su protagonismo en la
política venezolana. No ha habido en la historia de Venezuela contemporánea
un presidente que como Chávez haya tenido el arraigo, el apoyo y la
aceptación popular; pero fue el propio presidente Chávez quien de su
dirección y casi letra introdujo en la Constitución venezolana el capítulo
relativo a la democracia participativa y protagónica que abre la posibilidad
de activación de todos estos mecanismos en el momento en que se crea
conveniente. De manera tal que un liderazgo como el de Chávez que ha
descansado en un gran apoyo popular, a mi juicio, no debe negarse a buscar en
la consulta popular y en la fuente primaria de la soberanía, la manera de
resolver la crisis venezolana. No creo que las elecciones tengan un efecto
mágico, ni que ellas mismas sean una solución, pero sí creo que pueden ser el
comienzo.
Se lo he dicho personalmente al presidente Chávez y lo he reiterado durante
todas estas oportunidades, en Venezuela indudablemente vamos a ir a una
prueba electoral, porque en la Constitución están previstos unos mecanismos
que son ineludibles, entonces he dicho que ante esto el gobierno no debe
actuar con rezago, y al contrario, Chávez como líder popular debería
colocarse al frente e impulsar una salida electoral. Ahora, esa es mi
opinión, respeto la posición del presidente, no soy ni mentor ni consejero,
seguramente él tendrá también sus insumos y elementos, pero desde mi punto de
vista es un absoluto error.
- Al parecer puede ser peligroso ser de centro, en estos días de extrema
polarización en Venezuela. Alguna gente piensa que justamente por tus
posiciones no fuiste reelecto como primer vicepresidente de la Asamblea
Nacional.
Sí, es posible que ello haya pesado. Ahora, ese es un tema absolutamente
administrativo, que no incide nada en lo que son las convicciones y en lo que
son los escenarios políticos del país. La gente en Venezuela, por un
problema de ausencia de instrumentos de análisis, tiende a ubicar el centro
como indefinición o como una posición equidistante entre los dos extremos.
Yo creo que estos días el centro tiene una serie de definiciones que le son
propias, que no tiene que ver equidistancia, que no son tampoco políticas de
síntesis, que tiene que ver con sus propias definiciones. Yo creo que en
Venezuela las cosas van hacia allá y que, sin embargo, hay que pagar el
precio de las incomprensiones, de cada uno de los extremos políticos.
- Te mantienes en una posición de apoyo crítico al gobierno.
Sí. Yo incluso le he buscado una definición graciosa. Yo he dicho que lo
nuestro puede calificarse como centro chavismo.
- En todos estos debates que se han dado sobre salidas a la crisis política,
que parece haberse agudizado con el paso de los últimos meses, ha salido a
relucir con insistencia la necesidad de que la Asamblea Nacional juegue un
papel protagónico. ?Cuál piensas que en ese escenario deba ser la agenda
política urgente y pendiente de la Asamblea?
Yo creo que un momento de crisis la democracia tiene que activar desde el
punto de vista institucional, todos sus mecanismos; jugar en tableros
múltiples. O sea que no puede haber una institución rezagada de otra.
Cuando nosotros planteamos, hace más de un mes, el tema de producir la
enmienda desde la Asamblea, el criterio fundamental de la oposición, fue que
teníamos que esperar los acuerdos de la mesa de negociación de la OEA. Creo
que en momentos de dificultades, en momentos donde el país está en trance de
escoger entre la opción de la violencia y la opción democrática, hace falta
que las instituciones actúen con criterios propios. La Asamblea Nacional
además tiene una virtud democrática que no la tiene ninguna otra institución
del Estado, porque resume el conjunto de la soberanía popular. Allí está
expresada toda la policromía de las fuerzas políticas venezolanas y sin
embargo, a pesar de representar la pluralidad política del país evidentemente
ha actuado con mucho rezago.
El Parlamento venezolano debe definir una agenda de temas que se conecten con
la realidad del país comenzando con el tema electoral, la violencia, el tema
de la reconciliación de los venezolanos, el tema de las Fuerzas Armadas, el
petróleo, el tema de la reactivación económica. Todos guardan relación uno
con otro, y tienen que ser los temas de la agenda legislativa nacional, para
que no se desfase, en su actuación, y sobre todo para que cobre el
protagonismo que tiene que cobrar una institución, que es por su condición de
pluralidad democrática la más llamada a asumir el protagonismo en este
momento.
- En el debate político venezolano, de forma reiterada se repiten frases que
de algún modo no ayudan a comprender la complejidad de la crisis. Por una
lado, el gobierno dice que la oposición es sinónimo de golpismo y desde el
sector opositor dicen estar enfrentando a un gobierno totalitario.
En un libro que me regalara en estos días el embajador de Venezuela en el
Reino Unido, Alfredo Toro Hardy, que se llama ?La era de las aldeas?, yo saqué
con pinza un término que me llamo la atención, es una enfermedad visual que
se llama acromatopsia, que es que la gente no ve las cosas sino en blanco y
negro. Ese parece ser el signo hoy día de la política venezolana, el hecho
de que no veamos las cosas en blanco y negro, y además que la política haya
tenido un vaciaje muy grande, desde el punto de vista de la elaboración
política, de la elaboración doctrinaria. Aquí hemos caído en una política de
epítetos, de descalificaciones, de clichés, de consignas, donde la gente
repite como loros cosas que ni siquiera es capaz de diseccionar en su
contenido. Es parte de un momento triste de la política. Estamos viviendo
el peor momento de la política, esta división que el país ha tenido ente
chavismo y antichavismo ha sido absolutamente absurda y ha conspirado contra
la creación política en el mundo del gobierno y en el mundo de la oposición.
- De forma sintética, ?cuáles ubicarías tú como los pecados capitales del
gobierno y los pecados capitales de la oposición?
De parte del gobierno, diría que tres. Chávez cometió dos inconsecuencias
que yo las he dicho públicamente. Una inconsecuencia fue no haber actuado
con fuerza decisiva frente a la corrupción. Yo conozco a Chávez desde los 15
años de edad y doy fe de su absoluta honestidad y de que es un hombre que
cree además en la honestidad, pero actuó con una dosis de ingenuidad ante
quienes resultaron responsables del saqueo de la nación.
En segundo lugar hubo también una inconsecuencia muy seria en el tratamiento
que se le dio al movimiento sindical. Sin duda el movimiento sindical
venezolano necesitaba ser reconstruido, por supuesto, pero no desde el
gobierno, sino desde los propios movimientos sociales; y en tercer lugar creo
que el presidente Chávez ha utilizado, desde el principio, un lenguaje
digamos muy agresivo, muy lleno de epítetos, de descalificaciones, que de
alguna manera ayudó, en buena medida, a producir el enfrentamiento y la
ruptura que ha habido hasta ahora.
En la oposición, en tanto, ha habido en primer lugar una incompetencia que es
el producto de la confusión de viejos dirigentes que se demostraron que no
tenían ninguna capacidad ni para salvar las viejas estructuras. En segundo
lugar ha habido una atomización, una fractura que en el lenguaje más
coloquial, llamamos un arroz con mango, y, finalmente, en cuanto a sus
estrategias son absolutamente equivocadas. Tienen un defecto estructural que
es colocar sus iniciativas fundamentales en el campo de la confrontación,
donde a Chávez, a mi juicio, no le gana nadie. Espero, y aún hay tiempo,
para que el gobierno y la oposición rectifiquen y que haya un proceso de
crítica y de autocrítica, que por cierto son elementos bien presentes en la
conducta de todo revolucionario, para que podamos encontrar los puntos
necesarios para recomponer la política en Venezuela. Cuando hablo de
recomponer la política, no digo que nadie deje de ocupar el espacio que hoy
en día ocupa, sino que desde cada uno de los espacios avancemos en la
recomposición de una política que esté presidida por las ideas, y en la cual
la confrontación sea el contraste y debate de proyectos y de iniciativas, de
visiones distintas de país, en un marco democrático y de respeto a las
diferencias.
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