La lucha de los estudiantes secundarios de capital

A 30 años, los lápices siguen escribiendo

19/09/2006
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El 16 de septiembre de 1976, por la noche, ocho estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata fueron secuestrados. Todos ellos pertenecían a la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), de fuerte vinculación a Montoneros. Luchaban, entre otras cosas, por la instauración del boleto estudiantil. 30 años después de aquella “Noche de los Lápices”, los estudiantes secundarios no sólo se organizan para conmemorar aquel fatídico evento, sino también para levantar banderas de lucha que hoy siguen vigentes. Quienes se forman en los secundarios porteños -organizados en dos grandes instancias de coordinación y numerosos centros de estudiantes- pelean por el mejoramiento de las condiciones edilicias, aumento de las becas de estudio y -como hace tres décadas- por el boleto estudiantil gratuito. Actualmente coexisten en la Ciudad de Buenos Aires dos grandes instancias de coordinación de los estudiantes secundarios: la Coordinadora de Estudiantes Secundarios (CES) y la Coordinadora por el Boleto Estudiantil. Además de estos dos espacios, hay una cantidad de centros de estudiantes con un nivel de participación y compromiso variable, que se mantienen al margen de esas instancias y desarrollan un trabajo autónomo. Un poco de historia A principios del año pasado, un reclamo empezó a tomar cuerpo entre distintos colegios secundarios: las condiciones de los edificios en los que se dictaban clases eran paupérrimas. Ausencia de calefacción y de luz, vidrios rotos, presencia de ratas, techos que se caían a pedazos y cables en mal estado -lo que ponía en riesgo la integridad física de los alumnos- eran situaciones que se repetían en la mayor parte de los colegios, generando preocupación e indignación en los estudiantes e incluso algunos padres. Las autoridades, tanto de los colegios como del Gobierno de la Ciudad, no parecían inquietarse por esta situación, confiando en la pasividad del estudiantado. Sin embargo, la chispa se encendió en el Normal 9, que a principios de mayo fue tomado por sus alumnos, quienes denunciaron que los techos se estaban derrumbando. Como una forma de abrir el juego y potenciar su lucha, los alumnos de ese colegio convocaron a una reunión a todos los colegios secundarios, que confluyó con una convocatoria similar del “Encuentro de Estudiantes Secundarios”, que se venía reuniendo con el objetivo de coordinar sus luchas. Del encuentro participaron integrantes de más de 40 colegios, y rápidamente quedó en claro que las problemáticas que todos se planteaban eran similares. Esto quedó plasmado en la convocatoria a una jornada de lucha con tomas de colegios y cortes de calles, en torno a un petitorio que tenía dos reclamos fundamentales: mejoramiento de las condiciones edilicias, y aumento de las becas de estudio. Comienzan las diferencias Las medidas tomadas por los estudiantes -tomas de colegios y cortes de calles- fueron bastante exitosas: su masividad no solo legitimó el reclamo ante los medios de comunicación y ante la sociedad, sino que también generó una respuesta del Gobierno, que encaró en algunos casos, y aceleró en otros, reformas edilicias que eran indispensables. En los sucesivos encuentros que se realizaron entre los colegios secundarios, ahora enmarcados en el Encuentro de Estudiantes Secundarios, comenzó a discutirse la institucionalización de ese espacio y la elaboración de un estatuto que determinara como sería la participación y la toma de decisiones, mientras se avanzaba en la definición de las consignas y las medidas de lucha. Fue aquí que empezaron a verse las diferencias entre aquellos colegios en los que la presencia corrientes orgánicas a los partidos tradicionales de la izquierda era fuerte, y aquellos que se reivindicaban independientes. Algunos centros independientes comenzaron a alejarse: “El problema con la Coordinadora (de Estudiantes Secundarios –CES-, nombre que tomó el Encuentro) era que los partidos terminaban `aparateando´, porque venían con todo resuelto. Además, estaba el tema de las consignas: ¿Cómo justificábamos ante nuestros compañeros que la toma era en contra de la guerra en Irak, y por la cárcel de Ibarra y Chabán, si no lo habíamos discutido?", planteaban los independientes. De esa manera, muchos de ellos se fueron abriendo de ese espacio, en general para seguir luchando por las dos consignas que consideraban básicas y que más apoyo recibían entre sus compañeros: mejoras de la situación edilicia, y más becas de estudio. Reagrupamientos Algunos de los colegios que se fueron de la CES, disconformes con el aislamiento al que quedaban sometidos, comenzaron a acercarse a la Coordinadora por el Boleto Estudiantil. Este espacio surgió a principios del 2006, como una iniciativa de algunos estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que organizaron la Comisión por el Boleto. A ellos se sumó gente de la Facultad de Ciencias Sociales, y decidieron abrir el juego a estudiantes secundarios y terciaros. Se conformó así un espacio de coordinación entre esas tres instancias (secundarios, terciarios y universitarios), que organizó su primera actividad pública el pasado 15 de septiembre: un corte en Callao y Corrientes, por el boleto estudiantil gratuito, universal y sin trabas burocráticas. “Participamos de la marcha (en contra de la Nueva Ley de Educación) del viernes, pero antes queremos hacer un corte para poner en primer plano la lucha por el boleto estudiantil”, explicaba un alumno del Liceo 12 la negativa a marchar desde Plaza Houssay de la Coordinadora por el Boleto. “Si bien en principio estamos en contra de la Ley Nacional de Educación, por ahora no lo tenemos muy discutido. El objetivo ahora es plantear fuerte el tema del boleto. Si logramos eso, veremos como seguimos”. Todavía fragmentado, concentrado en una lucha casi exclusivamente reivindicativa, y con dificultades para articularse con otros sectores sociales, el movimiento de estudiantes secundarios parece, sin embargo, mostrar síntomas de agitación que, después de muchos años de silencio, parecen ser auspiciosos. 30 años después, aunque con dificultades y limitaciones, los lápices quieren seguir escribiendo. Fuente: Prensa de Frente/Argentina
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