Los nuevos desafíos de la Misión Ciencia

01/02/2007
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  • Opinión
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El cuadro socio-político que se perfila en este año dos mil siete pareciera favorecer el impulso de políticas públicas que puedan adentrarse con más músculo en las tareas de transformación del Estado. El desafío mayor de la acción de gobierno en esta coyuntura pasa por ajustar cuentas con el paisaje institucional de un Estado inservible para cualquier cosa. Se sabe de antemano que esos cambios son tortuosos y lentos pero ha de saberse también que sin una transformación radical de esos aparatos de Estado no habrá revolución alguna. ¿Qué ha ocurrido en esta materia en los años transcurridos? ¿Hemos avanzado en la agenda de transformación del viejo Estado capitalista?

Salvo el espíritu inicial de las Misiones, el Estado heredado permanece intacto. Peor aún: en varios sentidos se han expandido muchas de sus lacras (burocratismo y corrupción) Ello indica a las claras que las transformaciones deseadas no llegarán por obra de la inercia de cada Ministerio o por emanación natural de la acción de nuestros abnegados funcionarios. Las arengas y exhortaciones tienen un límite. Lo difícil es cuajar experiencias tangibles donde los cambios puedan acumularse progresivamente hasta modificar a fondo las prácticas y discursos, los modos de trabajar y de relacionarse, las maneras de desempeñarse de cara a la calidad de los procesos organizacionales. En este punto el balance es muy deficitario. De allí la importancia estratégica de los nuevos lineamientos enrumbados a provocar transformaciones más aceleradas en distintos ámbitos de la arquitectura institucional del Estado que padecemos.

Es en este contexto donde adquiere una significación muy especial el relanzamiento de la Misión Ciencia. Al tiempo que se re-examinan sus estrategias y sus ámbitos de acción es posible que la Misión Ciencia produzca un efecto dinamizador en el propio proceso de transformación del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Ello no vendrá automáticamente. Se requiere una definida voluntad política que vaya venciendo resistencias, y al mismo tiempo, una clara plataforma de acción que se proponga explícitamente un cambio sustantivo de los modelos de gestión que hemos heredado.

Es importante recordar que la Misión Ciencia se ha planteado la encumbrada tarea de instalar en el país una nueva cultura científico-técnico apoyada en una base teórica y política completamente distinta. Ello pasa por cambios esenciales en los modos de producción de conocimiento, en los sistemas de enseñanza y en los modelos de gestión del conocimiento. Lo peor que puede ocurrir es que la lógica ministerial termine por cooptar el espíritu subversivo inherente a las Misiones. Lo mejor que podría pasar es que la Misión Ciencia termine por impactar la lógica interna de todo el tejido institucional asociado a la gestión de la ciencia y de la tecnología en el país. Para que esto ocurra es menester una férrea voluntad política articulada a la acción global que busca modificaciones sustantivas en el seno del Estado y también una estrecha vinculación con las dinámicas que se han disparado en la conformación del poder popular. La Misión Ciencia cuenta con un poderoso instrumento de catalización socio-política (sus redes de saberes en el seno de las comunidades) que ha de apuntalar este proceso de transformación de los modelos de gestión de la ciencia en todos los niveles. Ello significa que el trabajo de remodelación institucional basado en nuevas visiones de la organización tiene que articularse muy vivamente con el dinamismo propio del poder popular, con sus demandas y sus lógicas de funcionamiento, con los dinamismos que se van generando de abajo hacia arriba.

Así como los espacios tradicionales de generación de conocimiento (universidades, organismos diversos) requieren transformaciones a fondo de sus formatos y perfiles institucionales para acoplarse a los nuevos paisajes de un Estado en plena mutación, también las Misiones y otras experiencias novedosas necesitan una constante revisión de sus estrategias para mantener su pulso transformador, para garantizar que estos procesos no degeneren en apéndices de las viejas estructuras estatales.

La coyuntura socio-política del país reclama una renovada voluntad de cambio en todos los ámbitos. La Misión Ciencia, por su propia naturaleza, tiene una gran oportunidad de marcar el paso en la capitalización de las experiencias que representen cambios efectivos de los modelos de gestión del conocimiento. Esta oportunidad puede ser potenciada con la activa participación de grandes contingentes de compañeros que han transitado la experiencia de articulación con las comunidades, de recuperación de los saberes populares alternativos, de apropiación crítica de los saberes tecno-científicos en la resolución de problemas.

La valoración de lo hecho el año pasado permite un posicionamiento para emprender otros desafíos. La revisión crítica de esta experiencia nos permite dimensionar con más fuerza las potencialidades que están abiertas en el país. La pregunta que debe presidir este nuevo esfuerzo es esta: ¿Cómo puede contribuir la Misión Ciencia a las urgentes transformaciones del Estado? De la manera como encaremos esta cuestión dependerá el vigor y la vitalidad de una Misión Ciencia re-lanazada.
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