Sociedad plurinacional
28/05/2007
- Opinión
Uno de los problemas centrales que enfrenta la Asamblea Constituyente es el de restablecer las bases normativas de reconstitución y autocomprensión de la comunidad boliviana. Ahí, como resultado del debate entre las diversas fuerzas y posiciones políticas, se formula determinadas visiones de la historia y de la particularidad estructural que da cuenta a la sociedad boliviana. La crítica que deviene de los movimientos indígenas al colonialismo como imposición de una cultura sobre las culturas que preexistían exige una reconsideración de las bases de constitución de la comunidad política: el Estado. Ciertamente la superación de la exclusión colonial de los indígenas, que constituyen una mayoría en el país, por parte de la república no ha sido completada en el plano formal, constitucional, ni en el práctico o real.
Frente a ello, en la actualidad emerge con fuerza la reivindicación de la afirmación de las identidades étnico-culturales que cuestionan radicalmente la constitución de la comunidad y el Estado boliviano. Los movimientos indígenas, campesinos y originarios son la punta de lanza de un proceso de democratización social que toca a las instituciones del Estado republicano y del orden social. Una expresión de ello es el gran impulso que ha adquirido la movilización de estos sectores y su presencia en los espacios de representación política.
Los datos son contundentes, los gobiernos municipales son en su mayoría de composición indígena, están representados y gobernados por indígenas y en lo que va de las evaluaciones de la gestión municipal, a pesar de todos los inconvenientes que se señalan en la reproducción de los males que aquejan a los municipios, se sabe que han incorporado como pautas de gobernabilidad un conjunto de procesos que devienen de sus tradiciones y formas propias de autogobierno. Por otra parte, desde el 2002 y el 2005 la representación de indígenas en el parlamento ha incrementado sustancialmente, logrando que la representación indígena en el Asamblea Constituyente el año 2006 sea mayoritaria.
Esta situación pone en el centro del debate constitucional las demandas de estos sectores a la hora de reconstituir a la comunidad política. La idea de sociedad plurinacional es en si el reconocimiento de la condición y composición plural de la sociedad boliviana no como un aditamento más de la institucionalidad establecida sino como una característica que particulariza y funda la propia institucionalidad. En ese sentido, la concepción de Estado plurinacional se enfrenta al problema de inscribir las condiciones plurales de las formas de vida que perviven como pluralidad de idiomas, hábitos, organizaciones, cosmovisiones y estructuras de socialización.
Posiblemente, y de ahí el debate que a veces se torna entre sordos, el problema se centra en cómo combinar condiciones que devienen de la tradición republicana, fundada sobre presupuestos de arriba hacia abajo que ha sedimentado valores y principios “universales” de organización del Estado, y que en gran medida son una herencia de las tradiciones liberal-occidentales, con aquellas que existen y se nutren de tradiciones propias. La respuesta, desde mi punto de vista, es la hibridación o contaminación de las mismas.
En otras palabras, una Constitución no pudiera casarse con una concepción esencialista que homogeneiza la particularidad en un discurso universalista, ni tampoco en una concepción particularista que diluye toda posibilidad de articulación de las partes. La solución a la crítica de las posiciones monoculturales no es el elogio de la dispersión, sino la aparición de las condiciones particulares como base de afirmación de los universales. Una sociedad más viable en términos de su continuidad histórica, es la que afirma el proyecto de comunidad sobre bases propias, en la línea de un devenir siempre abierto donde están los universales como principios y valores que se reinventan y recrean constantemente.
Por ejemplo, en el debate constitucional queda por resolver la tensión que expresa la articulación de principios como los de libertad, igualdad, dignidad, justicia y democracia con los de complementariedad, reciprocidad, autogobierno o bien entre los valores supremos, vinculados a la defensa de los derechos individuales con la defensa de la vida como derecho colectivo. Siendo más concretos, con los valores ético-morales de nuestras tradiciones originarias que se sostienen como imaginarios de relación y comunidad de grandes grupos humanos, como el ama sua (no seas ladrón), ama qhella (no seas flojo), ama llulla (no seas mentiroso), ama sapa (no seas egoísta), y otros.
Frente a ello, en la actualidad emerge con fuerza la reivindicación de la afirmación de las identidades étnico-culturales que cuestionan radicalmente la constitución de la comunidad y el Estado boliviano. Los movimientos indígenas, campesinos y originarios son la punta de lanza de un proceso de democratización social que toca a las instituciones del Estado republicano y del orden social. Una expresión de ello es el gran impulso que ha adquirido la movilización de estos sectores y su presencia en los espacios de representación política.
Los datos son contundentes, los gobiernos municipales son en su mayoría de composición indígena, están representados y gobernados por indígenas y en lo que va de las evaluaciones de la gestión municipal, a pesar de todos los inconvenientes que se señalan en la reproducción de los males que aquejan a los municipios, se sabe que han incorporado como pautas de gobernabilidad un conjunto de procesos que devienen de sus tradiciones y formas propias de autogobierno. Por otra parte, desde el 2002 y el 2005 la representación de indígenas en el parlamento ha incrementado sustancialmente, logrando que la representación indígena en el Asamblea Constituyente el año 2006 sea mayoritaria.
Esta situación pone en el centro del debate constitucional las demandas de estos sectores a la hora de reconstituir a la comunidad política. La idea de sociedad plurinacional es en si el reconocimiento de la condición y composición plural de la sociedad boliviana no como un aditamento más de la institucionalidad establecida sino como una característica que particulariza y funda la propia institucionalidad. En ese sentido, la concepción de Estado plurinacional se enfrenta al problema de inscribir las condiciones plurales de las formas de vida que perviven como pluralidad de idiomas, hábitos, organizaciones, cosmovisiones y estructuras de socialización.
Posiblemente, y de ahí el debate que a veces se torna entre sordos, el problema se centra en cómo combinar condiciones que devienen de la tradición republicana, fundada sobre presupuestos de arriba hacia abajo que ha sedimentado valores y principios “universales” de organización del Estado, y que en gran medida son una herencia de las tradiciones liberal-occidentales, con aquellas que existen y se nutren de tradiciones propias. La respuesta, desde mi punto de vista, es la hibridación o contaminación de las mismas.
En otras palabras, una Constitución no pudiera casarse con una concepción esencialista que homogeneiza la particularidad en un discurso universalista, ni tampoco en una concepción particularista que diluye toda posibilidad de articulación de las partes. La solución a la crítica de las posiciones monoculturales no es el elogio de la dispersión, sino la aparición de las condiciones particulares como base de afirmación de los universales. Una sociedad más viable en términos de su continuidad histórica, es la que afirma el proyecto de comunidad sobre bases propias, en la línea de un devenir siempre abierto donde están los universales como principios y valores que se reinventan y recrean constantemente.
Por ejemplo, en el debate constitucional queda por resolver la tensión que expresa la articulación de principios como los de libertad, igualdad, dignidad, justicia y democracia con los de complementariedad, reciprocidad, autogobierno o bien entre los valores supremos, vinculados a la defensa de los derechos individuales con la defensa de la vida como derecho colectivo. Siendo más concretos, con los valores ético-morales de nuestras tradiciones originarias que se sostienen como imaginarios de relación y comunidad de grandes grupos humanos, como el ama sua (no seas ladrón), ama qhella (no seas flojo), ama llulla (no seas mentiroso), ama sapa (no seas egoísta), y otros.
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