ESMA y memoria histórica
09/10/2007
- Opinión
Días atrás se produjo la transferencia del predio donde había funcionado la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma) a la Comisión Bipartita que integran el gobierno nacional y el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se trata de un emplazamiento integrado por 34 edificios que albergó un centro clandestino de detención, muerte y torturas durante la última dictadura militar (1976/1983).
El acta de transferencia había sido firmada en marzo del 2004. En su texto se señaló expresamente que: "El destino que se asigne al predio y a los edificios de la Esma formará parte del proceso de restitución simbólica de los nombres y de las tumbas que les fueron negadas a las víctimas, contribuyendo a la reconstrucción de la memoria histórica de los argentinos".
El de "memoria histórica" es un concepto historiográfico de desarrollo relativamente reciente por medio del cual se designa el esfuerzo consciente de los grupos humanos por entroncar con su pasado, sea éste real o imaginado, valorándolo y tratándolo con especial respeto.
Suele identificarse al historiador Pierre Nora como uno de sus constructores. Nora es conocido por sus trabajos sobre la identidad francesa y la memoria, el oficio del historiador y su papel en la edición de las ciencias sociales. Es, además, el representante más emblemático de la llamada "nueva historia".
Los procesos de invisibilización sufridos por las mujeres, los afroamericanos, los indígenas, las culturas colonizadas o los perseguidos políticos han disparado en las últimas décadas los movimientos de reconstrucción histórica. Dichos procesos no constituyen meros esfuerzos de investigación sino que forman parte de un cierto activismo social orientado a desmitificar estereotipos y verdades dadas, profundamente arraigadas en la cultura dominante.
A partir de su puesta en marcha, en diversas partes del globo han surgido foros de la memoria como ámbitos de pesquisa historiográfica y también, simultáneamente, como espacios políticos y culturales destinados a servir de plataforma para la construcción de identidades sociales.
Luego de la última dictadura militar, el concepto de "memoria" adquirió un extraordinario valor cultural y político en la Argentina, sobre todo de la mano de las movilizaciones de ciertos segmentos de la población y, en particular, del protagonizado por las organizaciones de derechos humanos.
La política sistemática de desapariciones, represión clandestina y supresión de la identidad de hijos de opositores llevó a que desde la democracia se impulsara una activa política de reconstrucción de la memoria y descubrimiento de la verdad, aludiendo fundamentalmente al destino de los desaparecidos.
La memoria es, en realidad, como el lenguaje: un instrumento neutro en sí mismo. Y, como tal, puede ponerse al servicio tanto de fines éticos como de los designios más negros, de allí el peligro de su manipulación orientada hacia reivindicaciones abusivas.
Tzvetan Todorov afirma que el uso de la memoria plantea dos riesgos puntuales: la sacralización de los hechos, por un lado, o su generalización, por el otro. La primera operación exige colocar el objeto del recuerdo en relación con otros sucesos para, de ese modo, destacar su posición única, exclusiva y singular en la historia. La generalización, en cambio, consiste en solapar el pasado con el presente y asimilar pura y simplemente unos hechos con otros, pretendiendo encontrar entre las mismas simetrías inexistentes.
En materia de crímenes contra la humanidad y de genocidios, suelen darse estas dos formas de recordar. ¿Pero cómo superarlas y encontrar una base objetiva de análisis? En este punto, afirma Todorov, es donde debe comprometerse el trabajo de la memoria, tanto para superar el exclusivismo victimológico como para evitar transitar irreflexivamente de un caso particular a otro con la esperanza de encontrar alguna continuidad o parecido. Para ello deben evaluarse los hechos desde una perspectiva que se dirija desde lo particular a lo universal, teniendo como referencias precisas los principios de justicia, las reglas morales y los ideales políticos, y a partir de entonces reexaminar y criticar con ayuda de argumentos racionales.
La memoria territorializada en un lugar destinado a la reflexión tal vez nos interpele, hoy más que nunca, en relación con un interrogante que nunca deja de resultar nuclear: ¿cuándo y por qué un Estado se convierte en terrorista?
Martin Lozada
Juez de Instrucción y profesor de Derecho Internacional en la Universidad FASTA, Bariloche. mjudicial@bariloche.com.ar
El acta de transferencia había sido firmada en marzo del 2004. En su texto se señaló expresamente que: "El destino que se asigne al predio y a los edificios de la Esma formará parte del proceso de restitución simbólica de los nombres y de las tumbas que les fueron negadas a las víctimas, contribuyendo a la reconstrucción de la memoria histórica de los argentinos".
El de "memoria histórica" es un concepto historiográfico de desarrollo relativamente reciente por medio del cual se designa el esfuerzo consciente de los grupos humanos por entroncar con su pasado, sea éste real o imaginado, valorándolo y tratándolo con especial respeto.
Suele identificarse al historiador Pierre Nora como uno de sus constructores. Nora es conocido por sus trabajos sobre la identidad francesa y la memoria, el oficio del historiador y su papel en la edición de las ciencias sociales. Es, además, el representante más emblemático de la llamada "nueva historia".
Los procesos de invisibilización sufridos por las mujeres, los afroamericanos, los indígenas, las culturas colonizadas o los perseguidos políticos han disparado en las últimas décadas los movimientos de reconstrucción histórica. Dichos procesos no constituyen meros esfuerzos de investigación sino que forman parte de un cierto activismo social orientado a desmitificar estereotipos y verdades dadas, profundamente arraigadas en la cultura dominante.
A partir de su puesta en marcha, en diversas partes del globo han surgido foros de la memoria como ámbitos de pesquisa historiográfica y también, simultáneamente, como espacios políticos y culturales destinados a servir de plataforma para la construcción de identidades sociales.
Luego de la última dictadura militar, el concepto de "memoria" adquirió un extraordinario valor cultural y político en la Argentina, sobre todo de la mano de las movilizaciones de ciertos segmentos de la población y, en particular, del protagonizado por las organizaciones de derechos humanos.
La política sistemática de desapariciones, represión clandestina y supresión de la identidad de hijos de opositores llevó a que desde la democracia se impulsara una activa política de reconstrucción de la memoria y descubrimiento de la verdad, aludiendo fundamentalmente al destino de los desaparecidos.
La memoria es, en realidad, como el lenguaje: un instrumento neutro en sí mismo. Y, como tal, puede ponerse al servicio tanto de fines éticos como de los designios más negros, de allí el peligro de su manipulación orientada hacia reivindicaciones abusivas.
Tzvetan Todorov afirma que el uso de la memoria plantea dos riesgos puntuales: la sacralización de los hechos, por un lado, o su generalización, por el otro. La primera operación exige colocar el objeto del recuerdo en relación con otros sucesos para, de ese modo, destacar su posición única, exclusiva y singular en la historia. La generalización, en cambio, consiste en solapar el pasado con el presente y asimilar pura y simplemente unos hechos con otros, pretendiendo encontrar entre las mismas simetrías inexistentes.
En materia de crímenes contra la humanidad y de genocidios, suelen darse estas dos formas de recordar. ¿Pero cómo superarlas y encontrar una base objetiva de análisis? En este punto, afirma Todorov, es donde debe comprometerse el trabajo de la memoria, tanto para superar el exclusivismo victimológico como para evitar transitar irreflexivamente de un caso particular a otro con la esperanza de encontrar alguna continuidad o parecido. Para ello deben evaluarse los hechos desde una perspectiva que se dirija desde lo particular a lo universal, teniendo como referencias precisas los principios de justicia, las reglas morales y los ideales políticos, y a partir de entonces reexaminar y criticar con ayuda de argumentos racionales.
La memoria territorializada en un lugar destinado a la reflexión tal vez nos interpele, hoy más que nunca, en relación con un interrogante que nunca deja de resultar nuclear: ¿cuándo y por qué un Estado se convierte en terrorista?
Martin Lozada
Juez de Instrucción y profesor de Derecho Internacional en la Universidad FASTA, Bariloche. mjudicial@bariloche.com.ar
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