Un poco de bleque para Uruguay
Desde el esquema energético a la reforma impositiva
18/10/2007
- Opinión
Los caminos en el Uruguay parecen dirigirse siempre al mismo destino inexorable que se reitera una y otra vez haciendo de nuestro presente una inexorable reedición del pasado y al futuro, por supuesto, el reino de la desesperanza.
Por ello, objetivamente, el país se está quedando objetivamente vacío, porque los viejos inexorablemente, van desapareciendo por las contingencias propias de la vida misma y, por supuesto, los jóvenes azuzados por el espejismo del primer mundo multiplican su descreimiento sobre su destino en el Uruguay y ya, sin ni siquiera sin intentar una protesta organizada, iniciar el camino de la emigración.
El país, por tanto, está dejando de funcionar en muchos de sus aspectos. Lo que está ocurriendo con la Caja de Jubilaciones Bancarias, hasta la crisis del 2002 un centro de evidentes pasividades privilegiadas, en que los funcionarios de esa rama laboral que pasaban a la pasividad, lograban contrapartidas que pese a las quitas que hoy la crisis ha determinado- todavía son muy superiores a las del vetusto mecanismo jubilatorio uruguayo que pese a los esfuerzos que se hacen siempre tiene sobre su cabeza la misma espada mortal: la que se verifica en todo país con la población envejecida y que además, por distintas razones, sigue sin crecer o reduciéndose. ¿Cómo será nuestra seguridad social en los próximos veinte o treinta años si la relación activo pasivo sigue emparejándose o, como en el caso de los bancarios, invirtiéndose a niveles catastróficos que determinan que en la actual situación esa Caja deberá cerrar sus puertas a corto plazo o recibir un subsidio que significará socializar las pérdidas?
¿Será que el destino del país está marcado por una decadencia indefectible que, al parecer, no tiene vueltas? ¿La parálisis que vivimos los uruguayos que se manifiestan en casi todas las actividades, podrá ser revertidas alguna vez y de alguna manera modificados los síntomas mas evidentes de una enfermedad que nos llevará, de mantenerse, al fin?
¿Qué país puede continuar congelado indefinidamente en el tiempo, sin que se abran alternativas distintas sin que la novedad de la innovación que determina la esperanza aparezca por algún lado modificando la visión agrisada que la mayoría tenemos sobre el futuro y las posibilidades de la realización personal o colectiva en un país en que el objetivo mediático de los jóvenes que no se van es ser empleados públicos?
Un país, además, en que la dirigencia política consolidada en los cargos públicos, con un promedio de edad de ribetes gerontocráticos, en que todavía se discuten como válidas las trasgresiones antidemocráticas, que fueran lo único novedoso que existieron en el país en muchas décadas y que de alguna manera rompieron la modorra pequeño burguesa de la larga siesta uruguaya, pero que se quedo por el camino ante la brutal represión militar que terminó con un golpe de Estado que impuso una experiencia de tiranía total, \'\'a la uruguaya\'\', en que no se dejo nada de lado, ingresando el país en una etapa de atraso cuasi medieval en el cual las relaciones humanas se concretaban a través de bandos militares, del terror y una gama de privilegios, mecanismo este último parecido en su esencia al utilizado desde siempre por la dirigencia política que, en aras del enganche proselitista, había perfeccionado a niveles excluyentes dicha metodología, la \'\'del favor para el acomodo\'\'.
Los intelectuales recrean hoy mayoritariamente ese pasado, unos dándole un tono épico a los breves enfrentamientos ocurridos, escaramuzas más bien defensivas que siempre terminaron con un destino obvio para el trasgresor: la tortura y la cárcel, cuando el mismo no se convertía en más trágico, especialmente en el caso de militantes que se trasladaron a la Argentina en donde la vida humana estaba totalmente desmonetizada y el asesinato aparecía como una alternativa altamente posible para las personas \'\'marcadas\'\' e incluidas dentro del Plan Cóndor. También podríamos decir donde la estrategia de la tiranía tomó otros rumbos a los uruguayos, en que se prefirió el \'\'no dejar volar una mosca\'\' sin el permiso ominoso de los uniformados, que la brutal de la orilla de enfrente.
Pocos intelectuales se planten como alternativas de sus elucubraciones el reflexionar sobre el futuro del país, discutir las salidas (por ejemplo), para la decisiva crisis demográfica en que se subsiste, la que está a contramano de los intereses del país que, a mediano plazo, determinará un cataclismo en la seguridad social en un país esencialmente de viejos.
Menos aun se pone sobre el tapete a ningún nivel fuera del ámbito interesado, el marco energético del país, que sigue signando su futuro de manera atroz. Cuando el petróleo bordea los 88 dólares el barril, a nadie se le ocurre ir a estudiar a cualquier país del mundo la producción de energía eólica, o en base a paneles solares (Grecia y España serían dos buenos lugares de peregrinación para ello), o la producida en base a la energía nuclear (Francia, si no confiamos en los logros de Argentina y Brasil), todo ello para safar del atroz sistema del \'\'oro negro\'\' que nos está llevando a la muerte con los ojos abiertos, frente a lo que solo balbuceamos algo sobre los biocombustibles, justamente en un país que por razones climáticas, la producción de caña es cara y poco rentable.
¿Por qué tamaña cerrazón? En la ciudad de Atenas, para poner un ejemplo, además de muy buen tren subterráneo que inauguraron en el año 2.000, convive un transporte colectivo de ómnibus impulsados por combustibles renovables, troleybuces, movidos por electricidad producida también de forma limpia, tranvías, etc. Grecia es un país que tiene 135 mil kilómetros cuadrados, solo el 17 por ciento de su territorio cultivable (lo demás es piedra y montaña), y el PBI es incomparable con el uruguayo para una población, también decreciente, de 13 millones de habitantes.
Supo resolver rápidamente la problemática energética, sin atarse al petróleo, promoviendo en este campo, en las estaciones de servicio, la comercialización del gasoil, que es un combustible barato de producir y rendidor, cuya ecuación final según los técnicos griegos determina que sea para el país menos oneroso que las naftas.
Pero sigamos con Uruguay. A nivel político, a más de dos años de las próximas elecciones, los actores de la actividad (apuntalados, claro está, por los periodistas sin tema), hablan de candidaturas, de las posibles y de las imposibles, en general de buenos señores de más de sesenta años, que solo muestran la parálisis también en ese rubro del país en que parecería a esta altura que los candidatos serán (no sería de extrañarse, si alguno no se muere antes) prácticamente los mismos que en la elección pasada. Quizás algún secretario de propaganda previsor haya guardado cartelería sobrante del comicio anterior y para el próximo y, con pocos retoques, pueda ahorrar en tinta e imprenta.
El doctor Tabaré Vázquez ha dicho y repetido que no será candidato a una posible reelección presidencial, para la cual se necesitaría una alambicada reforma constitucional. Lo ha expresado con todas las letras, sin embargo cada pocos meses reaparece algún alto funcionario que, seguramente, teme por su estabilidad en el próximo período, y reitera el planteo de que Vázquez sea el hombre providencial que termine con la difícil problemática del Frente Amplio que, ha esta altura, luego de la obvia, prevenida y anunciada catástrofe producida por la reforma impositiva en la opinión pública, se está quedando sin el posible candidato de recambio que era el contador Danilo Astori, cuyas \'\'acciones\'\' obviamente no se encuentran en el mejor momento.
Veremos que ocurre, pero el golpe sobre el electorado medio (el votante del Frente Amplio está allí) fue demasiado duro, innecesario, sin que se establecieran mecanismos de justicia retributiva mínimos, como el análisis de la incidencia del número de familiares, con un mínimo imponible que se aplica sobre sueldos de hambre y a rajatabla, por supuesto, muy alejados de la llamadas \'\'canasta familiar de consumo\'\' que mide lo que gasta una familia tipo en su vida diaria.
El tema es grave, porque como en el caso de los rinocerontes de Ionesco, se arremetió con la reforma impositiva en contra viento y marea, sin entenderse ni atenderse razones, sin contemplar la realidad de las familias uruguayas y ahora, a pocos meses de su implementación, se hace difícil dar un paso atrás sin convertirlo también en una derrota política. ¿Qué pensaba el equipo económico cuando fijó los montos imponibles? ¿Cómo es posible que ningún legislador o dirigente frenteamplista haya reparado en la magnitud del tema y en el significado político que el mismo tendría, y haya planteado sus dudas a tiempo?
Como las acciones políticas no ocurren en vano y casi siempre tienen respuesta, especialmente las que tienen incidencia en el bolsillo de la gente, lo ocurrido parece inexplicable. Y como primera consecuencia la coalición de izquierda se quedó sin el candidato cantado, el delfín, que obviamente, tenía el evidente apoyo del Presidente de la República.
Ante esta comprobación aparecieron de nuevo las voces reclamando que Vázquez acepte la reelección, aunque esto implique borrar con el codo lo escrito con la mano.
Carlos Santiago es periodista
Por ello, objetivamente, el país se está quedando objetivamente vacío, porque los viejos inexorablemente, van desapareciendo por las contingencias propias de la vida misma y, por supuesto, los jóvenes azuzados por el espejismo del primer mundo multiplican su descreimiento sobre su destino en el Uruguay y ya, sin ni siquiera sin intentar una protesta organizada, iniciar el camino de la emigración.
El país, por tanto, está dejando de funcionar en muchos de sus aspectos. Lo que está ocurriendo con la Caja de Jubilaciones Bancarias, hasta la crisis del 2002 un centro de evidentes pasividades privilegiadas, en que los funcionarios de esa rama laboral que pasaban a la pasividad, lograban contrapartidas que pese a las quitas que hoy la crisis ha determinado- todavía son muy superiores a las del vetusto mecanismo jubilatorio uruguayo que pese a los esfuerzos que se hacen siempre tiene sobre su cabeza la misma espada mortal: la que se verifica en todo país con la población envejecida y que además, por distintas razones, sigue sin crecer o reduciéndose. ¿Cómo será nuestra seguridad social en los próximos veinte o treinta años si la relación activo pasivo sigue emparejándose o, como en el caso de los bancarios, invirtiéndose a niveles catastróficos que determinan que en la actual situación esa Caja deberá cerrar sus puertas a corto plazo o recibir un subsidio que significará socializar las pérdidas?
¿Será que el destino del país está marcado por una decadencia indefectible que, al parecer, no tiene vueltas? ¿La parálisis que vivimos los uruguayos que se manifiestan en casi todas las actividades, podrá ser revertidas alguna vez y de alguna manera modificados los síntomas mas evidentes de una enfermedad que nos llevará, de mantenerse, al fin?
¿Qué país puede continuar congelado indefinidamente en el tiempo, sin que se abran alternativas distintas sin que la novedad de la innovación que determina la esperanza aparezca por algún lado modificando la visión agrisada que la mayoría tenemos sobre el futuro y las posibilidades de la realización personal o colectiva en un país en que el objetivo mediático de los jóvenes que no se van es ser empleados públicos?
Un país, además, en que la dirigencia política consolidada en los cargos públicos, con un promedio de edad de ribetes gerontocráticos, en que todavía se discuten como válidas las trasgresiones antidemocráticas, que fueran lo único novedoso que existieron en el país en muchas décadas y que de alguna manera rompieron la modorra pequeño burguesa de la larga siesta uruguaya, pero que se quedo por el camino ante la brutal represión militar que terminó con un golpe de Estado que impuso una experiencia de tiranía total, \'\'a la uruguaya\'\', en que no se dejo nada de lado, ingresando el país en una etapa de atraso cuasi medieval en el cual las relaciones humanas se concretaban a través de bandos militares, del terror y una gama de privilegios, mecanismo este último parecido en su esencia al utilizado desde siempre por la dirigencia política que, en aras del enganche proselitista, había perfeccionado a niveles excluyentes dicha metodología, la \'\'del favor para el acomodo\'\'.
Los intelectuales recrean hoy mayoritariamente ese pasado, unos dándole un tono épico a los breves enfrentamientos ocurridos, escaramuzas más bien defensivas que siempre terminaron con un destino obvio para el trasgresor: la tortura y la cárcel, cuando el mismo no se convertía en más trágico, especialmente en el caso de militantes que se trasladaron a la Argentina en donde la vida humana estaba totalmente desmonetizada y el asesinato aparecía como una alternativa altamente posible para las personas \'\'marcadas\'\' e incluidas dentro del Plan Cóndor. También podríamos decir donde la estrategia de la tiranía tomó otros rumbos a los uruguayos, en que se prefirió el \'\'no dejar volar una mosca\'\' sin el permiso ominoso de los uniformados, que la brutal de la orilla de enfrente.
Pocos intelectuales se planten como alternativas de sus elucubraciones el reflexionar sobre el futuro del país, discutir las salidas (por ejemplo), para la decisiva crisis demográfica en que se subsiste, la que está a contramano de los intereses del país que, a mediano plazo, determinará un cataclismo en la seguridad social en un país esencialmente de viejos.
Menos aun se pone sobre el tapete a ningún nivel fuera del ámbito interesado, el marco energético del país, que sigue signando su futuro de manera atroz. Cuando el petróleo bordea los 88 dólares el barril, a nadie se le ocurre ir a estudiar a cualquier país del mundo la producción de energía eólica, o en base a paneles solares (Grecia y España serían dos buenos lugares de peregrinación para ello), o la producida en base a la energía nuclear (Francia, si no confiamos en los logros de Argentina y Brasil), todo ello para safar del atroz sistema del \'\'oro negro\'\' que nos está llevando a la muerte con los ojos abiertos, frente a lo que solo balbuceamos algo sobre los biocombustibles, justamente en un país que por razones climáticas, la producción de caña es cara y poco rentable.
¿Por qué tamaña cerrazón? En la ciudad de Atenas, para poner un ejemplo, además de muy buen tren subterráneo que inauguraron en el año 2.000, convive un transporte colectivo de ómnibus impulsados por combustibles renovables, troleybuces, movidos por electricidad producida también de forma limpia, tranvías, etc. Grecia es un país que tiene 135 mil kilómetros cuadrados, solo el 17 por ciento de su territorio cultivable (lo demás es piedra y montaña), y el PBI es incomparable con el uruguayo para una población, también decreciente, de 13 millones de habitantes.
Supo resolver rápidamente la problemática energética, sin atarse al petróleo, promoviendo en este campo, en las estaciones de servicio, la comercialización del gasoil, que es un combustible barato de producir y rendidor, cuya ecuación final según los técnicos griegos determina que sea para el país menos oneroso que las naftas.
Pero sigamos con Uruguay. A nivel político, a más de dos años de las próximas elecciones, los actores de la actividad (apuntalados, claro está, por los periodistas sin tema), hablan de candidaturas, de las posibles y de las imposibles, en general de buenos señores de más de sesenta años, que solo muestran la parálisis también en ese rubro del país en que parecería a esta altura que los candidatos serán (no sería de extrañarse, si alguno no se muere antes) prácticamente los mismos que en la elección pasada. Quizás algún secretario de propaganda previsor haya guardado cartelería sobrante del comicio anterior y para el próximo y, con pocos retoques, pueda ahorrar en tinta e imprenta.
El doctor Tabaré Vázquez ha dicho y repetido que no será candidato a una posible reelección presidencial, para la cual se necesitaría una alambicada reforma constitucional. Lo ha expresado con todas las letras, sin embargo cada pocos meses reaparece algún alto funcionario que, seguramente, teme por su estabilidad en el próximo período, y reitera el planteo de que Vázquez sea el hombre providencial que termine con la difícil problemática del Frente Amplio que, ha esta altura, luego de la obvia, prevenida y anunciada catástrofe producida por la reforma impositiva en la opinión pública, se está quedando sin el posible candidato de recambio que era el contador Danilo Astori, cuyas \'\'acciones\'\' obviamente no se encuentran en el mejor momento.
Veremos que ocurre, pero el golpe sobre el electorado medio (el votante del Frente Amplio está allí) fue demasiado duro, innecesario, sin que se establecieran mecanismos de justicia retributiva mínimos, como el análisis de la incidencia del número de familiares, con un mínimo imponible que se aplica sobre sueldos de hambre y a rajatabla, por supuesto, muy alejados de la llamadas \'\'canasta familiar de consumo\'\' que mide lo que gasta una familia tipo en su vida diaria.
El tema es grave, porque como en el caso de los rinocerontes de Ionesco, se arremetió con la reforma impositiva en contra viento y marea, sin entenderse ni atenderse razones, sin contemplar la realidad de las familias uruguayas y ahora, a pocos meses de su implementación, se hace difícil dar un paso atrás sin convertirlo también en una derrota política. ¿Qué pensaba el equipo económico cuando fijó los montos imponibles? ¿Cómo es posible que ningún legislador o dirigente frenteamplista haya reparado en la magnitud del tema y en el significado político que el mismo tendría, y haya planteado sus dudas a tiempo?
Como las acciones políticas no ocurren en vano y casi siempre tienen respuesta, especialmente las que tienen incidencia en el bolsillo de la gente, lo ocurrido parece inexplicable. Y como primera consecuencia la coalición de izquierda se quedó sin el candidato cantado, el delfín, que obviamente, tenía el evidente apoyo del Presidente de la República.
Ante esta comprobación aparecieron de nuevo las voces reclamando que Vázquez acepte la reelección, aunque esto implique borrar con el codo lo escrito con la mano.
Carlos Santiago es periodista
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