Al rescate de la memoria
El procesamiento de Gregorio Alvarez
19/12/2007
- Opinión
Este 17 de diciembre del 2007 no pasará a la historia solo como la fecha del procesamiento con prisión del ex dictador, el teniente general Gregorio Alvarez, sino como un día muy especial de recogimiento, en que quienes vivimos algunas peripecias fruto de la represión implementada por el régimen cívico militar, rememoramos seguramente algunas etapas de nuestras vidas en que este triste personaje, fatuo y arrogante, fue factor desencadenante de sufrimientos de diversa magnitud.
Este lunes fue un día muy especial, en que reafloró el dolor del que todavía la sociedad uruguaya no ha podido recuperarse enteramente, que reaparece cuando en la entrega del premio Cervantes, Juan Gelman aparece acompañado de su nieta, Macarena, que trasunta en la tristeza intrínseca que trasmiten sus bellos ojos, ese dolor insoportable que debe recrear a cada instante esa mujer, víctima inocente de una violencia desencadenada en contra el pueblo y, especialmente, para cebar su vesania implacable en los jóvenes, como fueron sus padres, asesinados por los funcionarios públicos de uniforme que decían que con esos actos estaban actuando en defensa de la patria.
¡Cobardes!, mil veces cobardes, estos señores que basados en la doctrina de la seguridad nacional, que les daba cobijo dentro del Estado nacional, iniciaron una guerra sangrienta contra las ideas, contra quienes pensaban distinto, inventando conjuras armadas para justificar la tortura y propiciar, tras de ella, la muerte.
¡Cobardes!, mil veces cobardes, estos señores que con fondos del Estado, en vehículos del Estado, con combustible producido por ANCAP, fueron capaces de la vesania atroz de secuestrar recién nacidos intentando cambiarles la identidad de por vida. Funcionarios públicos, militares, que salían de los cuarteles y de sus guaridas clandestinas para destrozar hogares y familias, para hacer que los uruguayos debieran irse de su tierra en masa, tratando de encontrar algo de tranquilidad en otras tierras. Para matar a mansalva, para asesinar sin compasión a muchachas indefensas, para inventar conspiraciones y masacrar a obreros comunistas en el Paso del Molino.
Alvarez, fue uno de ellos. Uno de los que queda vivo del grupo de generales que comandaron el cuartelazo contra las instituciones de la democracia enancados en el favor que les hizo Juan María Bordaberry, al disolver el Parlamento, luego que el senado de la republica negara el desafuero de Enrique Erro.
Quizás Alvarez no fue el golpista más duro, ni el líder del movimiento militar derechista que se encaramó en el poder para continuar con la mecánica represiva a la que fue llamada unos años antes, porque un principio tienen las cosas, por el gobierno de Jorge Pacheco Areco, que para resolver la protesta social y los esbozos de la guerrilla urbana que aparecían, implantó el autoritarismo como política destinada a sacar al país de la crisis social que sufría. Alvarez es responsable de muchas cosas que tendría que explicar, como la desaparición forzosa de decenas de compatriotas sobre los que todavía impera el secreto militar. Pero hay más cosas. El señor Alvarez, según una versión no desmentida, fue quién contrató al asesino Aníbal Gordon, cuyas “acciones” habían caído ante la cúpula militar argentina por extralimitaciones bárbaras concretadas por él y su banda, que durante un tiempo encabezó fechorías en contra de uruguayos en nuestra tierra.
Y hay muchas cosas más para enumerar. El proceso para su enjuiciamiento, en el marco de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, comenzó con la denuncia de un grupo de familiares, a los que se fueron sumando otros, familiares de detenidos en la Argentina casi todos, a fines de 1977 y luego en 1978. Están todos desaparecidos.
En ese grupo había 3 mujeres embarazadas que dieron a luz en prisión y sus hijos fueron apropiados por represores argentinos, se les dio otra identidad. Con los años fueron encontrados por organizaciones de derechos humanos de la Argentina, y en este momento son denunciantes en el expediente y han recuperado su identidad.
Todos esos uruguayos padecieron torturas en los pozos de Banfield (1), Quilmes en Argentina por parte de efectivos uruguayos, según testimonios. Desapareció en su totalidad todo ese grupo de gente. Pueden haber tenido distintos destinos, uno por ejemplo, se sabe que fueron traídos para Uruguay, donde fueron vistos.
Otros pudieron haber sido trasladados en los famosos “vuelos de la muerte” de la Argentina, pero el hecho es que hay una historia de horror detrás de cada uno de estos desaparecidos, que es lo que – como afirma la fiscal Mirta Guianze – sería lo bueno que la gente conociera, más allá de que haya procesamientos o no procesamiento de una o dos personas, de cien personas. “La memoria es lo que hay que rescatar”
Porque no hace tanto tiempo que ocurrieron los hechos. Recordemos que todavía hay políticos vivos que participaron en el gobierno todavía democrático de Pacheco Areco e infinidad de militares, y también víctimas de todas aquellas aberraciones brutales contra la condición humana que de alguna manera se están tratando de restañar, tardíamente, con alguna pequeña compensación económica para los presos. Los exiliados, perseguidos políticos, agredidos de otras formas, todavía no han recibido un reconocimiento por haber sido también víctimas de la brutal agresión de quienes metidos en la mecánica atroz de la represión, no fueron capaces de salir de ella por si mismos.
Un historial contradictorio
La concepción ideológica de Gregorio Alvarez fue aparentemente contradictoria, quedando expuesta a través de la monografía presentada para ingresar al generalato: con el seudónimo “Cuareim” habló de un gobierno con participación de las Fuerzas Armadas en un estilo bastante similar al que desarrolló luego el gobierno cívico-militar, con connotaciones claramente “peruanistas”. Aunque de familia de procedencia colorada, desarrolló una cierta afinidad con el Partido Nacional, más allá de su notorio desprecio por los políticos profesionales.
Sin embargo se entiende que en aquel momento, Alvarez, más allá de una expresión de su pensamiento, trató de adaptarse a una “moda” ideológica imperante en ese momento en las Fuerzas Armadas, sirviéndole su monografía como trampolín para convertirse en uno de los generales más jóvenes de la historia de nuestras fuerzas armadas.
Con 45 años llegó a general cuando corría el año 1971 y ocupó un cargo de mando ejecutivo preponderante al ser designado como primer jefe del Estado Mayor Conjunto (ESMACO), órgano encargado de conducir la lucha antisubversiva. Junto al coronel Ramón Trabal se constituyó en la otra cara visible del sector de las Fuerzas Armadas denominado “peruanista”, que participó en la redacción de los comunicados 4 y 7 en febrero de 1973. (2)
Ese bando del Ejército que integraba Álvarez era partidario de una participación conjunta de dirigentes políticos y militares en el poder, a diferencia de los “duros”, que postulaban una aplicación vertical de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Esa redacción de los comunicados 4 y 7 descolocó, inclusive, a algunos sectores de la izquierda que, en la primera etapa de la violación institucional, se manifestaron esperanzados de que se abriera un nuevo camino que posibilitara a una salida a la crisis uruguaya.
Aunque el Golpe de Estado consolidó la posición de los militares “duros” en perjuicio de las eventuales chances del “peruanismo”, Álvarez continuó construyendo su liderazgo, logrando mayores cuotas de poder y protagonismo desde la secretaria del Consejo Nacional de Seguridad (COSENA) y, en el interior, desde la División de Ejército IV con base en Lavalleja, que era llamada “la República del Goyo”.
Ministras tanto su compañero de línea, más coherente en sus definiciones, el coronel Ramón Trabal, a la postre agregado militar en la embajada uruguaya en Francia, era asesinado el París por un grupo de esbirros, en una misteriosa acción que todavía no ha sido esclarecida, pero que muchos vinculan también con el internismo militar.
La puja en la interna castrense se volvió más latente cuando en 1976 los militares consolidaron su poder, destituyeron a Juan María Bordaberry y empezaron a pensar en la continuidad política. Un año después, Álvarez preparó el primer plan de apertura, que luego fue reformado tras la derrota del régimen en el plebiscito constitucional de 1980.
Como muestra de la concentración de información y poder, Álvarez fue elegido Jefe del Ejército con 53 años. Recibió ofrecimientos para integrar el bando de los Tenientes de Artigas y la Masonería, pero nunca aceptó. Tras el plebiscito de 1980, y luego de dos años de retiro, Álvarez llegó a presidente tras tensas deliberaciones militares y luego de que el ala “dura” quedó desarticulado. La Fuerza Aérea se abstuvo de votar y el general Iván Paulós (que encabezaba el servicio de inteligencia militar) solicitó el retiro. Promotor de la continuidad y prolongación del proceso, de cara a las elecciones internas de 1982, Álvarez propuso entonces fundar el “partido del proceso” o “partido militar”, una estrategia que no tuvo el respaldo suficiente de los camaradas.
Durante las negociaciones para la “transición democrática”, el círculo que apoyaba a Alvarez fue el más reticente al diálogo político-militar y promovió censuras de prensa y prisiones a dirigentes. El endurecimiento represivo no logró reducir la resistencia civil, y los militares trasfirieron la negociación a los comandantes.
La devaluación del peso, que Álvarez había descartado que ocurriera, y el abandono de la tablita fue el golpe de gracia para el gobierno militar. Entonces la posición rígida de Álvarez cedió ante la línea “aperturista” encabezada por el comandante del Ejército, Hugo Medina, quien impulsó y habilitó el Pacto del Club Naval, donde se selló la transición hacia la reapertura democrática.
Notas
(1) Intersección de las calles Siciliano y Vernet, a dos cuadras de la Av. 10 de Setiembre de 1861, llamado "Camino Negro", Partido de Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires. Actualmente funciona en ese lugar la Brigada de Homicidios, y anteriormente, la Brigada de Seguridad, -Investigaciones e Inteligencia.
(2) Cronología elaborada en base a los diarios La República y El Observador.
Este lunes fue un día muy especial, en que reafloró el dolor del que todavía la sociedad uruguaya no ha podido recuperarse enteramente, que reaparece cuando en la entrega del premio Cervantes, Juan Gelman aparece acompañado de su nieta, Macarena, que trasunta en la tristeza intrínseca que trasmiten sus bellos ojos, ese dolor insoportable que debe recrear a cada instante esa mujer, víctima inocente de una violencia desencadenada en contra el pueblo y, especialmente, para cebar su vesania implacable en los jóvenes, como fueron sus padres, asesinados por los funcionarios públicos de uniforme que decían que con esos actos estaban actuando en defensa de la patria.
¡Cobardes!, mil veces cobardes, estos señores que basados en la doctrina de la seguridad nacional, que les daba cobijo dentro del Estado nacional, iniciaron una guerra sangrienta contra las ideas, contra quienes pensaban distinto, inventando conjuras armadas para justificar la tortura y propiciar, tras de ella, la muerte.
¡Cobardes!, mil veces cobardes, estos señores que con fondos del Estado, en vehículos del Estado, con combustible producido por ANCAP, fueron capaces de la vesania atroz de secuestrar recién nacidos intentando cambiarles la identidad de por vida. Funcionarios públicos, militares, que salían de los cuarteles y de sus guaridas clandestinas para destrozar hogares y familias, para hacer que los uruguayos debieran irse de su tierra en masa, tratando de encontrar algo de tranquilidad en otras tierras. Para matar a mansalva, para asesinar sin compasión a muchachas indefensas, para inventar conspiraciones y masacrar a obreros comunistas en el Paso del Molino.
Alvarez, fue uno de ellos. Uno de los que queda vivo del grupo de generales que comandaron el cuartelazo contra las instituciones de la democracia enancados en el favor que les hizo Juan María Bordaberry, al disolver el Parlamento, luego que el senado de la republica negara el desafuero de Enrique Erro.
Quizás Alvarez no fue el golpista más duro, ni el líder del movimiento militar derechista que se encaramó en el poder para continuar con la mecánica represiva a la que fue llamada unos años antes, porque un principio tienen las cosas, por el gobierno de Jorge Pacheco Areco, que para resolver la protesta social y los esbozos de la guerrilla urbana que aparecían, implantó el autoritarismo como política destinada a sacar al país de la crisis social que sufría. Alvarez es responsable de muchas cosas que tendría que explicar, como la desaparición forzosa de decenas de compatriotas sobre los que todavía impera el secreto militar. Pero hay más cosas. El señor Alvarez, según una versión no desmentida, fue quién contrató al asesino Aníbal Gordon, cuyas “acciones” habían caído ante la cúpula militar argentina por extralimitaciones bárbaras concretadas por él y su banda, que durante un tiempo encabezó fechorías en contra de uruguayos en nuestra tierra.
Y hay muchas cosas más para enumerar. El proceso para su enjuiciamiento, en el marco de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, comenzó con la denuncia de un grupo de familiares, a los que se fueron sumando otros, familiares de detenidos en la Argentina casi todos, a fines de 1977 y luego en 1978. Están todos desaparecidos.
En ese grupo había 3 mujeres embarazadas que dieron a luz en prisión y sus hijos fueron apropiados por represores argentinos, se les dio otra identidad. Con los años fueron encontrados por organizaciones de derechos humanos de la Argentina, y en este momento son denunciantes en el expediente y han recuperado su identidad.
Todos esos uruguayos padecieron torturas en los pozos de Banfield (1), Quilmes en Argentina por parte de efectivos uruguayos, según testimonios. Desapareció en su totalidad todo ese grupo de gente. Pueden haber tenido distintos destinos, uno por ejemplo, se sabe que fueron traídos para Uruguay, donde fueron vistos.
Otros pudieron haber sido trasladados en los famosos “vuelos de la muerte” de la Argentina, pero el hecho es que hay una historia de horror detrás de cada uno de estos desaparecidos, que es lo que – como afirma la fiscal Mirta Guianze – sería lo bueno que la gente conociera, más allá de que haya procesamientos o no procesamiento de una o dos personas, de cien personas. “La memoria es lo que hay que rescatar”
Porque no hace tanto tiempo que ocurrieron los hechos. Recordemos que todavía hay políticos vivos que participaron en el gobierno todavía democrático de Pacheco Areco e infinidad de militares, y también víctimas de todas aquellas aberraciones brutales contra la condición humana que de alguna manera se están tratando de restañar, tardíamente, con alguna pequeña compensación económica para los presos. Los exiliados, perseguidos políticos, agredidos de otras formas, todavía no han recibido un reconocimiento por haber sido también víctimas de la brutal agresión de quienes metidos en la mecánica atroz de la represión, no fueron capaces de salir de ella por si mismos.
Un historial contradictorio
La concepción ideológica de Gregorio Alvarez fue aparentemente contradictoria, quedando expuesta a través de la monografía presentada para ingresar al generalato: con el seudónimo “Cuareim” habló de un gobierno con participación de las Fuerzas Armadas en un estilo bastante similar al que desarrolló luego el gobierno cívico-militar, con connotaciones claramente “peruanistas”. Aunque de familia de procedencia colorada, desarrolló una cierta afinidad con el Partido Nacional, más allá de su notorio desprecio por los políticos profesionales.
Sin embargo se entiende que en aquel momento, Alvarez, más allá de una expresión de su pensamiento, trató de adaptarse a una “moda” ideológica imperante en ese momento en las Fuerzas Armadas, sirviéndole su monografía como trampolín para convertirse en uno de los generales más jóvenes de la historia de nuestras fuerzas armadas.
Con 45 años llegó a general cuando corría el año 1971 y ocupó un cargo de mando ejecutivo preponderante al ser designado como primer jefe del Estado Mayor Conjunto (ESMACO), órgano encargado de conducir la lucha antisubversiva. Junto al coronel Ramón Trabal se constituyó en la otra cara visible del sector de las Fuerzas Armadas denominado “peruanista”, que participó en la redacción de los comunicados 4 y 7 en febrero de 1973. (2)
Ese bando del Ejército que integraba Álvarez era partidario de una participación conjunta de dirigentes políticos y militares en el poder, a diferencia de los “duros”, que postulaban una aplicación vertical de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Esa redacción de los comunicados 4 y 7 descolocó, inclusive, a algunos sectores de la izquierda que, en la primera etapa de la violación institucional, se manifestaron esperanzados de que se abriera un nuevo camino que posibilitara a una salida a la crisis uruguaya.
Aunque el Golpe de Estado consolidó la posición de los militares “duros” en perjuicio de las eventuales chances del “peruanismo”, Álvarez continuó construyendo su liderazgo, logrando mayores cuotas de poder y protagonismo desde la secretaria del Consejo Nacional de Seguridad (COSENA) y, en el interior, desde la División de Ejército IV con base en Lavalleja, que era llamada “la República del Goyo”.
Ministras tanto su compañero de línea, más coherente en sus definiciones, el coronel Ramón Trabal, a la postre agregado militar en la embajada uruguaya en Francia, era asesinado el París por un grupo de esbirros, en una misteriosa acción que todavía no ha sido esclarecida, pero que muchos vinculan también con el internismo militar.
La puja en la interna castrense se volvió más latente cuando en 1976 los militares consolidaron su poder, destituyeron a Juan María Bordaberry y empezaron a pensar en la continuidad política. Un año después, Álvarez preparó el primer plan de apertura, que luego fue reformado tras la derrota del régimen en el plebiscito constitucional de 1980.
Como muestra de la concentración de información y poder, Álvarez fue elegido Jefe del Ejército con 53 años. Recibió ofrecimientos para integrar el bando de los Tenientes de Artigas y la Masonería, pero nunca aceptó. Tras el plebiscito de 1980, y luego de dos años de retiro, Álvarez llegó a presidente tras tensas deliberaciones militares y luego de que el ala “dura” quedó desarticulado. La Fuerza Aérea se abstuvo de votar y el general Iván Paulós (que encabezaba el servicio de inteligencia militar) solicitó el retiro. Promotor de la continuidad y prolongación del proceso, de cara a las elecciones internas de 1982, Álvarez propuso entonces fundar el “partido del proceso” o “partido militar”, una estrategia que no tuvo el respaldo suficiente de los camaradas.
Durante las negociaciones para la “transición democrática”, el círculo que apoyaba a Alvarez fue el más reticente al diálogo político-militar y promovió censuras de prensa y prisiones a dirigentes. El endurecimiento represivo no logró reducir la resistencia civil, y los militares trasfirieron la negociación a los comandantes.
La devaluación del peso, que Álvarez había descartado que ocurriera, y el abandono de la tablita fue el golpe de gracia para el gobierno militar. Entonces la posición rígida de Álvarez cedió ante la línea “aperturista” encabezada por el comandante del Ejército, Hugo Medina, quien impulsó y habilitó el Pacto del Club Naval, donde se selló la transición hacia la reapertura democrática.
Notas
(1) Intersección de las calles Siciliano y Vernet, a dos cuadras de la Av. 10 de Setiembre de 1861, llamado "Camino Negro", Partido de Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires. Actualmente funciona en ese lugar la Brigada de Homicidios, y anteriormente, la Brigada de Seguridad, -Investigaciones e Inteligencia.
(2) Cronología elaborada en base a los diarios La República y El Observador.
- Carlos Santiago es periodista.
http://www.lacoctelera.com/carlos-santiago
https://www.alainet.org/es/active/21316
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