Memoria de conflicto del 5 de junio. Ciudad de Bagua, Región Amazonas.

Crónica de Un cinco de junio

08/06/2009
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Es cinco de junio del año 2009, los informativos reproducen una andanada de noticias: la provincia de Bagua en la región Amazonas, es escenario de un enfrentamiento entre la Policía Nacional y los ciudadanos indígenas, que luego de más de 50 días de paro, están apostados bloqueando el Km. 200/2002 de la carretera Fernando Belaunde Terry (Marginal de la Selva).

En el transcurso del día, las noticias se tornan cada vez más sombrías. El enfrentamiento armado trae como consecuencia la muerte de policías e indígenas. La población indignada de Bagua sale a las calles en señal de protesta pero, también es reprimida y se declara, en medio del estado de emergencia vigente desde el 9 de mayo del presente, un toque de queda que rige desde la tarde hasta la mañana siguiente.

En el transcurso de la tarde nos dirigimos rumbo a Bagua. La gente por las calles y en los carros habla de cifras no confirmadas de muertos, heridos y desaparecidos, nadie sabe nada con exactitud pero, cada uno va formando una opinión sobre lo sucedido. En su mayoría, piensan que no fue una actitud correcta la sostenida por el estado para poner fin al paro. El uso de armas contra civiles, no puede ser aceptado, una lanza contra un arma de fuego no tiene comparación, aún cuando los nativos hayan arrebatado algunas armas a los efectivos durante la gresca, la lucha habría sido muy desigual y por lo mismo, no ameritaría un uso de fuerza tan desmedido. Aún con diversos puntos de vista, esto es lo que podemos resumir de lo dialogado y escuchado durante nuestro viaje.

Llegando al lugar de los hechos
 
Próximos a llegar a Bagua, en la ciudad de Pedro Ruiz, las rondas campesinas en una respuesta de indignación y solidaridad ante los hechos comentados por los medios de comunicación, cierran por unas horas la carretera. Hay que seguir caminando. Llegando ya muy de noche y previendo el toque de queda en Bagua, hay que descansar para reemprender el viaje temprano el día 6.
 
El trasporte es difícil, no muchos quieren ir a la ciudad de Bagua, temen un nuevo enfrentamiento. Finalmente la única movilidad en el momento completa el número de personas necesario y salimos. En el camino los camiones que van camino a San Martín, han quedado varados por una carretera provisional, la cual, hace buen tiempo mantiene en problemas a los viajeros dado que es muy empinada para la movilización de trasporte pesado. Los camiones cierran ambos carriles y están atascados, no hay pase hasta que venga un tractor. Hay que caminar y buscar una movilidad o seguir a pie los 45 km. restantes. Emprendiendo la marcha, finalmente alcanzamos una nueva movilidad.
 
En Bagua Grande y Bagua Chica.

Llegando a Bagua Grande encontramos la presencia aún activa de las rondas campesinas vigilando las calles. La población aún asustada, está a la expectativa de cómo transcurrirá el día. Terminado el primer tramo, seguimos a Bagua Chica. Pasamos así por el lugar del enfrentamiento,La Curva del Diablo”. Apostados en la misma, vemos muchos militares sentados y vigilantes; en los cerros, personal de la policía con sus armas ubicados en diversos puntos.

El carro sigue la marcha, pasa una camioneta con un soldado en la parte posterior apuntando con su arma hacia todas partes como si esperara una emboscada.


Minutos antes de Bagua Chica, nos llaman, hay un gran problema frente al cuartel “Héroes del Cenepa”. Un grupo de indígenas están en el sector El Milagro, han sido reunidos por la población y el municipio en un mercadillo local para curar sus heridas y cuidarles hasta que se calme la situación. Pero, surgió un problema, circulan rumores repentinos que los indígenas heridos estarían armados. En el interior del local hay hombres, mujeres, niños y ancianos indígenas junto con mujeres mestizas que han estado desde la noche anterior preparando una olla común y facilitando el alimento.

 
La prensa se aglutina, vienen tropas de la DINOES y el ejército, francotiradores se apuestan en los techos y todos rodean el local con sus armas reglamentarias, cascos y escudos. La situación se pone tensa. La población solidariamente se apuesta, a pesar del peligro, alrededor del local y pide que se habrá un dialogo. Las mujeres mestizas deciden salir y recalcan la situación: hay personas heridas, niños, mujeres, ancianos y muchos jóvenes indígenas.
 
Al frente, en el cuartel, un congresista, fiscalía, Defensoría del Pueblo y un representante de la Iglesia Católica discuten sobre las personas recluidas. Los hechos acontecidos en el exterior los convocan. La Defensoría del Pueblo, el párroco y la fiscalía se acercan para dialogar con los indígenas. Se logra una fórmula de solución: tres camiones vendrían a llevar a los indígenas a la entrada de sus comunidades, previa revisión para confirmar si estos portan armas. El acuerdo se logra, la tensión va disminuyendo. En la ciudad, donde un grupo de indígenas y mestizos se había organizado para apoyar a sus hermanos del mercadillo, son dispersados rápidamente por bombas lacrimógenas.
 
Se anuncia que el toque de queda iniciará a partir de las 3 p.m., faltan pocos minutos, una llamada de nuestra oficina nos informa que podemos pedir salvoconducto en el cuartel. Lo sacamos junto al conjunto de la prensa y vamos camino a Bagua Chica.

Nos instalamos y vamos a buscar a algunos amigos dirigentes que se encuentran escondidos. Nos proporcionan información e imágenes de los hechos.

 
La historia desde sus protagonistas.
 
La siguiente historia es recreada según lo contado por los dirigentes visitados durante el tiempo en mención.
 
“Son casi las seis de la mañana, como todos los días por más de cincuenta días de protesta, amigos y amigas de la población de Bagua nos acompañan con víveres. Un grupo va haciendo el desayuno de todos los días. Vamos bromeando entre nosotros para poder sobrellevar el cansancio y esperar el desayuno que ya viene sirviéndose.
 
Se escucha un enfrentamiento en la parte alta, por los cerros, empiezan a caer bombas lacrimógenas. Estamos rodeados de policías y militares. Llegan helicópteros y tiran más bombas lacrimógenas. Los cerros son incendiados, estamos totalmente rodeados. Se escuchan disparos. Los que están arriba por los cerros nos piden que los ayudemos, hay heridos de bala. Corremos a auxiliarlos, entre los heridos está Santiago Mauin. Evacuamos a las personas que podemos pero, las ráfagas de balas siguen hiriendo y matando a los que vamos llegando en auxilio de nuestros compañeros. No queda otra opción, hay que correr con los hermanos que hemos podido recoger. Abajo algunos amigos han traído motos, evacuamos por turno a los heridos lo más rápido que podemos, las motos van y vienen para llevárselos lo más lejos posible. Los cercos se han abierto un poco en medio de la persecución. Muchos aprovechan para huir del cerco, tanto por cerros como por la parte baja.
 
Todos nos dispersamos por donde podemos, ya no hay nada que hacer, las balas y lacrimógenas llegan a todas partes. Hay que esconderse donde se pueda. Algunos mestizos nos auxilian y nos llevan al interior de sus casas y nos ocultan.

Cuando las cosas ya van calmándose, los policías se llevan a algunos indígenas y a los muertos los van apilando o dejando donde cayeron. Algunos mestizos amigos y dirigentes piden al ejército que les dejen pasar para recoger a los muertos. No quieren que nadie recoja a los muertos.

 
Ya pasado lo peor, por el momento, muchos nos quedamos ocultos por si tratan nuevamente de agredirnos. Las personas que nos ocultan nos van trayendo comida y nos ayudan para que algunos lleguemos ocultos a la ciudad. Ahí nos escondemos otra vez y tratamos de escuchar las noticias y averiguar donde están los demás. Es toque de queda. No podemos salir, menos si somos indígenas, podríamos ser llevados a los cuarteles como escuchamos que les ha pasado a algunos amigos. Pedimos a algunos conocidos que vayan a los hospitales y nos digan qué ha pasado. Efectivos de la Policía uniformados y de civil preguntan quiénes están siendo atendidos. Voluntarios de la población llegan en medio de la noche para acompañar a los heridos de modo de ayudar a prevenir la posibilidad de que sean llevados en medio de la noche.
 
Ha habido un saqueo en la ciudad, hay humo por todas partes, delincuentes comunes y personas enardecidas han quemado instituciones, carros y otros, además de saquear. La policía no los detuvo como sí lo hizo con los indígenas.
 
Todos estamos dispersos, nos preocupa que habrá pasado con los demás, nos indigna que el Estado diga “sólo hay tres indígenas muertos y nueve policías”.
 
Nos preguntamos:

¿Dónde están todos los demás muertos?

¿Por qué el gobierno da una orden violenta contra los indígenas y luego nos hecha la culpa de todo?
¿Por qué se afanan en hacernos ver como salvajes por proteger nuestros derechos?”
 
Luego del miedo, la confusión.
 
Llegamos a la noche del día 6 y la confusión prima. Llamadas de aquí y allá indican una balacera, un muerto, que han cercado a los indígenas en los hospitales y las parroquias, entre muchas otras llamadas a las que acudimos descubriendo la falsedad del asunto. Recorremos los hospitales, vamos de Bagua Chica a Bagua Grande y, encontramos a personas solidarias cuidando desde muy temprano a los heridos, no solamente doctores y enfermeras, también voluntarios de la población acudiendo en socorro de su prójimo.
 
Hay muchos heridos y los más graves son evacuados. Los que se van recuperando buscan asilo entre las parroquias y la población. Aún existe el miedo a mayores represalias. Volvemos a Bagua Chica y pasamos por las tranqueras de la policía que nos solicitan una y otra vez durante todo el camino, nuestros salvoconductos. Llegamos a la ciudad. Hay que juntar todas las imágenes y documentos que nos facilitaron durante el día y compartirlos con los demás. Termina un día más.
 
Un domingo diferente.
 
Amanece un domingo, no hay misas ni cultos, no al menos de manera pública. Las noticias narran el horror del 5 de junio. Queda la desazón al ver en los medios de comunicación, que la mayoría de comentaristas en estos, son personas del gobierno o muy cercanas al mismo. Nos preguntamos: ¿faltan analistas y especialistas en temas de conflictos en nuestro país?
 
Volvemos a recorrer los hospitales, la gente está saliendo de alta y aprovechando la mañana para volver a sus comunidades. Hay lamentos en un pasadizo. La familia del Santiago Mauin, llora desconsolada esperando la recuperación de su ser querido. Se preguntan ¿por qué lo han declarado muerto?
 
Vamos a ver al Alcalde, está organizando con la Cruz Roja, los ciudadanos organizados, la Defensoría del Pueblo y, junto a la fiscalía, una inspección a la zona del enfrentamiento donde se dice, aún quedarían personas muertas, heridas o escondidas. Ofrecemos nuestra ayuda y pasamos a dar apoyo a algunos dirigentes en diversas actividades para ubicar a sus familiares.
 
Llega la tarde, estamos en la curva del Diablo. El lugar del enfrentamiento ha quedado aparentemente abandonado. Los gallinazos en gran número sobrevuelan los cerros. Subimos y encontramos efectivos apostados en diversas partes del cerro con sus armas. Regresamos por unas entrevistas, recopilamos las actas de la fiscalía donde indican que han soltado ya a gran parte de los detenidos. Pasamos una serie de nombres y otros datos a los amigos para que puedan ubicar a otros detenidos y prestar ayuda a los heridos.
 
Termina el día, evaluamos lo acontecido. Compartimos la información con todos los que podemos.
 
Finalmente, volvemos a casa. Dejamos la posta a muchos amigos y amigas que vienen llegando a seguir el trabajo. Otros, prometen también ir viniendo. Toda ayuda es importante.
 
Concluimos con algunas lecciones de vida que no olvidaremos:
 
El pueblo de Bagua es uno de los más solidarios que podemos conocer, saben dar hasta de donde no tienen y arriesgarse ellos mismos por personas que ni conocen.

En todo lugar hay amigos invaluables, unos conocidos y otros que no pensabas nunca encontrar, pero que se presentan en medio de las circunstancias más difíciles y saben darte una mano sin esperar nada a cambio.

Otra, muy importante, que nunca debemos olvidar y menos ahora: la violencia solamente genera más violencia.

Nota: Se han obviado detalles, nombres y otros datos dadas las circunstancias que vive nuestro país.

- Jorge Arboccó Gallardo es antropólogo  

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