Testimonio de sobrevivientes
- Opinión
Preludio.- El jueves nueve de abril, más de mil indígenas tomaron las instalaciones de la subestación petrolera N°6 del Oleoducto Noriente Peruano y secuestraron a los policías que resguardaban la base. Los nativos les hicieron entregar sus armas. También les prohibieron salir de la base. La PNP aceptó las condiciones. Un alto dirigente indígena confirmó a IDL-SC esta versión, y aunque prefirió usar el término “retener”, indicó que hicieron un pacto con los policías mientras durara la huelga.
El 31 de mayo, treinta y ocho policías de la Diroes relevaron a los policías rehenes. Llegaron en helicópteros y los nativos, luego de poner cierta resistencia, decidieron que se haría el relevo vía aérea.
Uno de los sobrevivientes de la subestación petrolera, el suboficial PNP J. A. narró a IDL-SC que “nosotros llegamos y la estación estaba tomada. Vimos a los nativos pintados y algunos encapuchados. Llegamos en helicóptero y nos rodearon. Entrábamos de cuatro en cuatro. (El comandante PNP Miguel) Montenegro era el jefe. Nos dijo que no podíamos abandonar las instalaciones. Tampoco podíamos usar nuestras armas (fusiles AKM y pistolas), hablar con los nativos e ir a su comunidad”.
Cinco días después, alrededor de las nueve y treinta de la mañana, el apu (líder de la comunidad) -que sostenía reuniones periódicas con el comandante- entró a las instalaciones con centenares de personas. Eran alrededor de dos mil indígenas. “El comandante dio la orden de no hacer nada. Subieron a un muro al interior de la subestación y comenzaron a arengar en su lengua. No entendíamos nada. De pronto, unos nativos empujaron al comandante. Nos rodearon y nos apuntaron con sus lanzas a la altura del cuello. Nos obligaron a entregar nuestras armas. Ellos habían escuchado que en la Curva del Diablo habían matado a nativos. A algunos policías les arrojaron algo a los ojos que los encegueció.”, sostuvo J.A, quien luego de una hora y media fue trasladado en un camión, junto con los otros 37 policías, hasta un taller cerca de los pozos petroleros.
“Ahí nos quitaron los borceguíes y las medias. Nos amarraron las manos con alambres y pasadores. Los nativos tenían gasolina y uno de ellos pidió fósforos. Nos querían quemar vivos. Algunos decían: tus hermanos han matado a mis paisanos y por eso van a morir”, agregó el suboficial.
Luego, los indígenas separaron a los policías en dos grupos. Los primeros 18 fueron llevados al monte y los 20 restantes se quedaron encerrados en el taller bajo el cuidado de un grupo de indígenas. “Cada policía estaba custodiado por un nativo. Nos sientan y ellos siguen conversando en su lengua. Luego escucho unos gritos desgarradores de uno de mis colegas rogando que no lo maten. Vimos por un instante como le clavaban lanzas en el cuerpo y escuchamos unos disparos”, relató J.A., quien de inmediato comenzó a correr para salvar su vida.
“Me aventé a una loma de seis metros. Cuando salté, un nativo que venía siguiéndome me tiró una lanza y se clavó en mi espalda. Pasé la noche en el monte”, agregó el suboficial, quien escapó junto conel suboficial PNP L.T. “Tuve que esconderme en el monte. Al día siguiente vi un helicóptero del Ejército y pedía ayuda”, dijo.
Afortunadamente, no todos corrieron la misma suerte. El otro grupo de policías, que permanecía en un taller, logró escapar debido a que “los líderes nativos no se ponían de acuerdo, por eso no los mataron. Llegó un nativo evangélico y los liberó porque no estaba de acuerdo con las ejecuciones”, indicó L.T.
Ya desde su convalecencia en la habitación 140 Hospital de la Policía, el suboficial J.A. sostuvo que los altos mandos policiales cometieron una grave negligencia al haberlos enviado a custodiar las subestación donde había policías secuestrados y sin alertarlos, además, sobre el operativo en la Curva del Diablo. “Nos expusieron a la muerte. Hubo una mala planificación. Tratamos de dialogar, pero los nativos no nos entendían y sucedió lo indeseable. El comandante (Miguel) Montenegro trató de informar lo que pasaba pero no teníamos línea en nuestros celulares. No teníamos equipos satelitales. Debimos haberlos tenido”, refirió el suboficial.
En agosto pasado, los policías que custodiaban la subestación también estuvieron secuestrados durante dos semanas por los nativos. Pero la pésima inteligencia y la mala planificación del comando policial no solo se circunscribió a la subestación Nº6, sino también al operativo en la Curva del Diablo.
El suboficial PNP M.R. llegó el miércoles tres de junio a Bagua con el general PNP Luis Muguruza, jefe de la Diroes.Partió a las cinco de la mañana hacia la colina de la Curva del Diablo. “Al mando de comandante Del Carpio, salimos sesenta efectivos. Nos dijeron que debíamos tomar altura para resguardar a un grupo que iba a venir. A las 6y30 estábamos en la cima. Nos vieron tres indígenas y al rato llegaron más de mil nativos y nos rodearon. Tenían trapos en la cabeza, portaban avellanas (explosivos caseros), piedras y lanzas. Nosotros teníamos equipos, cascos, chalecos, varas y gas lacrimógenos, fusiles AKM y pistolas”, indicó M.R..
“Aguantamos un buen rato, pero nos acorralaron cerca de una pendiente. De pronto me dispararon con un fusil AKM y me explosionó en el brazo izquierdo. Tuve que comenzar a disparar para que no me maten. Los nativos tenían una muy buena estrategia, tenían todo planeado. Estábamos sorprendidos porque a nosotros nos mandaron a ese lugar diciéndonos que íbamos a hacer un desalojo. La estrategia que utilizamos fue inapropiada. Debimos haber llevado otro equipo y tener otra planificación en el ataque. No teníamos cómo comunicarnos. No teníamos radio. Nuestra gente moría y no podíamos pedir auxilio”, agregó el suboficial.
- Informativo del Area de Seguridad Ciudadana del Instituto de Defensa Legal (IDL)
http://www.seguridadidl.org.pe/
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