La vida color de Rosa

05/03/2003
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El caso dramático –y emblemático- de la niña nicaragüense de nueve años –Rosa- que quedó embarazada producto de una violación en Costa Rica, en una zona cafetalera fronteriza a la que había llegado a trabajar con su familia, provocó un aluvión de posiciones encontradas en torno a la cuestión de la conservación o no de la gestación del embrión. Ha habido muchos y algunos excelentes artículos, y con todo ese material hasta se podría hacer una edición especial, que serviría de punto de partida para profundizar aún más en el tema. En una coyuntura internacional de inminente guerra, la cual podría desestabilizar a todo el planeta, algunos podrían considerar como una extrema introspección localista, o actitud "ombliguista", el encarnizamiento de las posiciones que levantaron polvo durante varias semanas. Pero no. Es un tema socialmente clave y a partir de él se puede abordar, incluso, el tema de la guerra. Todo depende de la profundidad con la que se quiera hablar, de hasta dónde se quiera llegar, del marco conceptual de que se disponga, de la apertura de espíritu que se tenga. Porque es verdad, como lo afirma el poder religioso, que se trata de un debate por la vida. La Vida. Pero, ¿La vida color de Rosa, o una auténtica vida infantil color de rosa? Son dos matices muy diferentes. Ha sido éste un campanazo que le socavó a más de uno los tímpanos, porque permite decir cosas que no se quieren oír. Por ejemplo, que la violación es una práctica social cotidiana, como lo indican las informaciones de los centros que se ocupan de la protección contra la violencia intrafamiliar (ver excelente artículo de Mónica Zalaquett, 27 de febrero); decir que los jerarcas de los poderes religiosos andarían como Dios los trajo al mundo si se rasgaran las vestiduras todos los días con tanto ahínco por esa patética realidad como lo han hecho por este caso emblemático. Decir, en fin, que el derecho a la vida es pisoteado masivamente todos los días y que si por ello el poder religioso excomulgara a diestra y a siniestra, el infierno no daría abasto. Y tampoco el infierno prestaría las "condiciones", como ocurre con ciertas cárceles terrenales, porque entre los excomulgados por esos crímenes la gran mayoría serían señores muy copetudos que los domingos ofrecen un diezmo muy codiciado por las jerarquías eclesiales. ¡Sí! ¡Defendamos la vida! Todavía no se ha aplacado el remolino que se armó, y desde la localidad rural de Jinotepe, a tan sólo 40 kms al sur de Managua, el corresponsal Manuel Medrano de El Nuevo Diario nos dice que tres niños han muerto de hambre y que su mamá está a punto de fallecer en las mismas condiciones. Más que una nota informativa, parece un SOS. Hasta con número de teléfono. Y este caso, como el de Rosa, es sólo uno entre miles y miles. Para algunos hay cobertura mediática, para otros sólo el silencio y el abandono, la muerte. Estas muertes tienen responsabilidades claramente señalables. Dice la nota que el hospital público le ha recetado un tratamiento a la mamá, que sin embargo en ningún caso podría pagar, porque apenas tiene para comer. Pero no ha pasado nada, no ha habido un estremecimiento social. No hemos oído ningún anuncio que condene a la excomunión a los responsables de esta violación al derecho a la vida de estos niños. No se publicó un comunicado episcopal, no se han manifestado las autoridades de la salud ni de la familia. ¿Qué será de esta mujer, sin acceso a salud, alimentación, trabajo, techo? Nicaragua no tiene derecho exclusivo de piso sobre la caverna en este asunto de defender la vida embrionaria sobre la muerte de las personas que ya caminan. La caverna es muy grande, tiene muchos túneles, espacios inexplorados, recovecos insospechados. Tiene trampas e ilusiones ópticas, al modo de los túneles del terror de los parques de diversiones. La caverna quizá no sea ese hueco que nos imaginamos, talvez sea la caverna –plagio- quien nos imagine a nosotros. O en una de ésas la caverna sea una bestia agazapada en cada uno de nosotros, esperando el momento oportuno para saltar y cubrirnos con su manto de oscuridad. El debate ha sido rico e instructivo hasta ahora, no debería apagarse. Apenas empieza. Hacia dónde vamos. Contra qué muralla iremos a estrellarnos manejándonos con tanta hipocresía. El aborto fue despenalizado en muchos países simplemente para evitar que siguieran muriendo centenares de miles de madres por las condiciones de extremo riesgo e insalubridad en que se lo practicaba. Es decir, se despenalizó el aborto para proteger la vida. Y de repente, estamos peor que en tiempos medievales, porque en aquél entonces las cosas eran más claras: había una hoguera, un cadalso, artefactos de tortura para expulsar los demonios. Ahora hay unos angelicales aires de democracia por todos lados (aquí es donde se puede abrir el tema insospechadamente), casi como que estuviéramos en la antesala del Paraíso. Pero esos aires de democracia son aires acondicionados que respiran muy pocos. Y de todos modos, es un aire artificial. En realidad, lo que pasa es que la hoguera y el cadalso hoy son transparentes. Pero están ahí. Voces valientes Dentro de todas estas voces valientes, quisiera resaltar la del periodista Fabián Medina, de La Prensa: desde España (donde está estudiando) y a través de su columna que lo mantiene vinculado al periódico, supo audazmente tocar su propia partitura, desentonando abiertamente con el concierto antiabortista que estaba haciendo sonar dicho periódico. Y es un acto personal no exento de riesgos profesionales que merece reconocimiento. Se puede argumentar que este periódico dio cabida a diferentes puntos de vista en sus páginas de opinión, y que por lo tanto no había ningún impedimento a que el periodista se expresara con tal libertad. Atol con el dedo, diría Medina, en su lenguaje directo. Porque cualquiera que haya armado alguna vez páginas de periódicos (y aún quien no lo haya hecho pero ponga tan sólo un poquito de atención) sabe que esto no es "tan así". De hecho, la secuencia de estas páginas de opinión podría ser objeto de un trabajo práctico para alumnos de periodismo, y constatar de qué maneras -a veces magistral y otras grotescamente- se manejan recursos gráficos en el espacio y en el tiempo, para, por un lado, contrarrestar algún ataque por falta de ética profesional, y por el otro, hacer gala de una clarísima posición ideológica en torno a un tema social. Todo está en la forma de arrinconar de antemano la opinión indeseada, de minimizarla. Al mismo tiempo, son técnicas que inevitablemente tenemos que llamar "profesionales". Así es. Es un asunto de oficio. Lo mismo ocurre en los supermercados: usted no siempre compra lo que quería comprar cuando entró, a veces sale con cosas que jamás imaginó que "necesitaría". Llámelo usted mercadeo o marketing, el resultado es el mismo. El periodista, apropiadamente habló de "perpetrar una segunda violación" sobre la niña ultrajando su humanidad al pretender obligarla a conservar el embarazo. Medina no se basó en ningún código, así sea el canónico, el civil, o el penal. Ni siquiera en la Constitución. No se armó de argumentos científicos, ni morales, ni religiosos, ni ideológicos. Tampoco usó demagogia, posiciones partidarias o corporativistas. La única ética a la que se aferró, sin pelos en la lengua, fue a la del Sentido Común. Se preguntaba si, en lugar de nueve la niña hubiera tenido tres años, ¿se le hubiera exigido también conservar el embarazo? Inversamente, Mónica Zalaquett -citada antes- se preguntaba también, ¿cuál es la diferencia entre nueve y, por ejemplo, once? Y por fin, un acierto mayor: "Yo, como padre", decía Medina. Estas tres palabras ponen de relieve que este no es un sacrosanto asunto de madres únicamente, sino también de padres. Y, a riesgo de no ser comprendido cabalmente, me atrevería a decir que es un asunto fundamentalmente de padres: Porque (sin entrar en los detalles de la tímida evolución estadística), hombres son los que históricamente han legislado, hombres son los que gobiernan, hombres son los que controlan las estructuras partidarias y religiosas (no sólo la jerarquía católica, sino en general). Y hombres son quienes violan, golpean, machetean, apuñalan, envenenan, disparan. Se podrá alegar que en la transmisión de valores machistas intervienen también –y "sobre todo"- las madres. Personalmente creo que esto debe ser visto a la luz de la ignorancia generalizada -que facilita el sometimiento a un orden moral que se impone como "natural"- y no como un factor de responsabilización exclusivo. Dicho de otra manera, si una madre le transmite valores a su hijo que más tarde contribuirán a que se transforme en un violador por considerar el cuerpo de la mujer como un objeto del que él puede disponer por su sola condición de hombre, esto no lo hace la madre por ser mujer, sino por haber sido mantenida en la ignorancia de otros valores más elevados y dignificantes, tanto para ella, como para su hijo. En cambio, el poder es masculino. La asistencia del Espíritu Santo, es decir, del Sentido Común Creo recordar que Jesús explicó a sus discípulos que para entender cabalmente y con profundidad liberadora lo que se lee en las Sagradas Escrituras, es necesaria la asistencia del Espíritu Santo. No soy una eminencia bíblica y espero no estar inventando alguna cita, o, peor aún, una parábola. Lo que humildemente creo comprender en esta orientación de Jesús es que no basta con saber leer y citar textos de memoria, o aplicarlos mecánicamente. Tampoco basta con leer el sentido literal de las palabras, particularmente en textos sagrados llenos de conexiones simbólicas, que los enriquecen notablemente. Esto es lo que hacían los Maestros de la Ley, que perseguían a Jesús por todos lados buscándole querellas enciclopédicas, como citando códigos canónicos. A todos estos acechos fariséicos, Jesús respondía siempre con el Sentido Común que lo asistía permanentemente. La palabra hebrea para referirse al Espíritu Santo es una de las palabras más corrientes, es la que designa "una cosa" o "algo". En nuestro abecedario la palabra hebrea se escribiría "davar". Pero cuando en el contexto bíblico se dice "una cosa bajó sobre él", con un poco de Sentido Común entendemos que no es cualquier cosa, sino "algo que pone a la persona en un estado poco común". Cuando uno siente algo poco común en su espíritu, decimos que está "iluminado", y por lo tanto, que entiende mejor las cosas. Si no nos dejamos asistir por el Sentido Común, que sí asistió al periodista Medina, de nada nos servirán miles de páginas de códigos de cualquier tipo. Es una evidencia. Y es extrañísimo que comenzando el tercer milenio se pueda imaginar que es a través de la extorsión y el terror que entrarán más almas al cielo o se resolverán problemas sociales. Es lo que creían muchos jerarcas hace varios siglos en España, y ni la espada, ni la hoguera, ni el cadalso, ni el ostracismo, aumentaron el número de candidatos auténticos al Paraíso. Tampoco el número de cárceles disminuye la criminalidad. Tampoco Bush detendrá el terrorismo con bombas. Como le dijo Miguel de Unamuno a las huestes fascistas españolas: con la espada y el terror podréis, quizá, vencer, pero no convencer. Y cuando no se convence, en realidad, no se vence. * Carlos Powell, periodista y escritor.
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