El reto para el PRI
18/08/2009
- Opinión
“El PRI no la tiene muy fácil: debe demostrar que abandonó
para siempre la dañina práctica de la simulación que ha
abrazado desde su cambio de piel, en 1946, de lobo a oveja”.
Raúl Arbeláez
La opinión del caro leyente Arbeláez regístrase atinente. El reto mayor y, sin duda, el más urgente que tiene ante sí es el deslinde de ese estilo de ejercer el poder sustentado sobre densos basamentos graníticos de la cultura de la simulación.
Simular es, sin duda, mecanismo de supervivencia, con arreglo a las premisas de las leyes de la Naturaleza, incluida la más conocida, la del más apto, pero también es, insoslayablemente, instrumento de prevalencia, dominio y uso patrimonial de poder.
Gatopardismo, como lo identificó Lampedusa, quien desde Sicilia describió por coincidencia el fenómeno posrevolucionario identificado también por Carlos Fuentes en la vida de su personaje hankgonzalezco Artemio Cruz. O camaleonismo.
Camaleonismo, cual dirían los pensadores italianos que heredaron los atributos de los cínicos griegos. O camuflar, según la definición del pensamiento político francés que en la vida pública significa disimular, encubrir, esconder intenciones. Ocultar oportunismo.
Pero mimetismo sería la definición científica correcta. Cambiar de forma para no cambiar de fondo, como la practicó Carlos Salinas desde el inicio mero de su gestión sexenal y aún cultiva en su papel actual de poder fáctico y de un maximato sui generis.
Acéptese que la simulación en el ejercicio del poder es peculiaridad de aquellos investidos de poderdancia doquiera en este planeta, pero el caso mexicano pareció siempre expresión sublimada de política de Estado. Virtuosismo criminógeno.
Abúndese: virtuosismo criminógeno con efectos y consecuencias, indeseadamente tal vez, de causalidad y autoría priísta según la fehacencia histórica, asaz antisociales a la luz de la terrible tragedia que vive el pueblo de México.
II
Nuestra tragedia se inició en 1982, con la asunción de Miguel de la Madrid a la Presidencia de la República, aunque ya traía viada inercial del desplome de la petrolización de las finanzas públicas en el sexenio anterior, el de José López Portillo.
El taxón histórico del sexenio delamadridista sitúa a éste en el punto de quiebre. La coyuntura de la crisis del petróleo y el saqueo financiero de México creó condiciones favorables para que el señor De la Madrid diese un giro a la economía.
El giro fue un cambio de modelo económico, descartándose el mixto, paraestatal-privado, por el neoliberal, no probado aún en el mundo, por lo que México fue el laboratorio escogido por el Consenso de Washington. Estamos sufriendo sus efectos.
Los personeros priístas del poder político del Estado mexicano simularon aún más. Esa simulación fue develada por Vargas Llosa. “Es la dictadura perfecta”, definió. Y el señor Salinas, a la sazón presidente, dispuso su expulsión perentoria del país.
Empero, el virtuosismo de la simulación elevada al cubo –esa elevación matemática potenció su corrosivo alcance antisocial o, por mejor decirlo, antiMéxico– mutó de atuendo, convirtiéndose en fin y razón de ser.
Las lecturas que a los mexicanos (y al mundo) ofrece el desenlace electoral federal de hace semanas favorable a los intereses del PRI en la conformación de la LXI Legislatura y, desde allí, con miras a retornar a Los Pinos no mueven a júbilo cívico.
Ya analizamos aquí la connotación del voto al PRI y, cotejado con los procesos electorales de 2006, 2003 y 2000, no ha habido ganancia numérica neta ni cualitativa de ciudadanos, sino retorno de militantes y adherentes transfugados al PAN o al PRD.
III
Pero los 12 millones 714 mil 881 votos obtenidos por el PRI en la elección pasada equivalen, según apreciaciones informadas, al número de miembros del partido. Fue el llamado “voto duro” el que le dio mayoría al priísmo en la Cámara de Diputados.
Ello preocuparía a quienes votaron por otros partidos o anularon su boleta o no sufragaron. La victoria priísta no reúne los atributos de una verdadera representatividad moral democrática.
Esos atributos son indispensables para el ejercicio cabal del poder, por lo que el PRI debe ganarse aún esa representatividad sin incurrir en las tentaciones de los atavismos de la simulación. No aparentar que se gobierna bien, sino gobernar bien.
Ello no los obliga a actuar para satisfacer las expectativas sociales, lo cual se convierte en un vector sustancial e incluso trascendente causativo de más simulación. Simular que se gobierna para todos, ocultando que se gobierne sólo en tazmía, para sí.
Allí residen las hiperbólicas expresiones de triunfalismo de muchos en la dirigencia de dicho partido en lo nacional y en los estados (en éstos, precísese, cada gobernador es el jefe vero de un conglomerado de epígonos adictos al erario público).
El reto para el PRI es el de despojarse de las influencias atávicas de la cultura de la simulación. Para ello, deberá iniciar cuanto antes, desde la LXI Legislatura, la búsqueda de un consenso ciudadano amplio general y un nuevo contrato social.
Para lograr el consenso, el PRI deberá, primero, promover la creación de los mecanismos democráticos apropiados –cambios de fondo, no cosméticos ni de coyuntura del modelo político– como el plebiscito, la revocación de mandato, etc.
Simultáneamente, activar la potestad constitucional del Poder Legislativo como convención constituyente para un Estado o República que especifique claramente nuevas formas –o modelos– de organización económica y política. Sin simulación.
Glosario
Consenso de Washington: conjunto de propuestas de los planificadores de la política económica de Estados Unidos para los países de América Latina, implantadas políticamente en éstos en la década de los ochenta.
Criminógeno: de génesis criminal.
Neoliberalismo: filosofía política que preconiza la reducción al mínimo de las potestades del Estado en materia económica y social.
Paraestatal: literalmente, para el Estado. Referido a empresas propiedad del Estado que, por ese mero hecho, son del pueblo, elemento constitutivo principal de aquél. En 1982, el Estado mexicano poseía o tenía participación accionaria mayoritaria en unas dos mil empresas, las cuales fue privatizando a precios regalados o disolviéndolas. Ello fue consecuencia del compromiso adquirido con el Consenso de Washington y como imperativo del neoliberalismo de ceder rectoría estatal a particulares.
Taxón: cada una de las divisiones de la clasificación biológica desde la especie, que se toma como unidad, hasta el filo o tipo de organización.
Tazmía: distribución de los diezmos entre los partícipes de ellos. Repartición de ganancias o usufructos entre cómplices participantes.
Viada: impulso inicial.
- Fausto Fernández Ponte, www.faustofernandezponte.com
Fuente: Forum en línea, http://www.forumenlinea.com/
https://www.alainet.org/es/active/32483
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