La reforma laboral

22/04/2010
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“El PRI nos dijo que las reformas energética, fiscal y otras
no pasarían y nos engañaron aprobándolas; ahora dicen que las
reformas política y laboral no pasarán; ya sabemos lo que hará”.
Alfonso Ojeda Cuéllar.
 
I
 
Un sencillísimo axioma de ciertas escuelas predominantes europeas y estadounidenses de la ciencia que estudia la economía de capital, mercado y consumo en todas sus etapas, es el siguiente: sin trabajadores –el grueso poblacional– no hay consumidores.
 
    Ese axioma tiene exégesis más elaboradas, a saber:
 
    Uno, con trabajadores sin ingreso justo y estable, los bienes que producen, tangibles o intangibles mediante el uso de medios de producción que no les son propios, no podrán adquirirlos en suficiencia para hacer viable la economía de capital, mercado y consumo.
 
    Y, otro, sin un régimen justo, aun mínimamente, de seguridad laboral, los trabajadores –que son, a la vez, consumidores– no podrán siquiera consumir crédito.
 
    Más aun, esos trabajadores sin ingresos suficientes y sin seguridad laboral, no estarán en condiciones de causar impuestos; es decir, no podrían contribuir a financiar las actividades potestatarias del poder político del Estado y el Estado mismo.
 
    Por ello antojaríase suicida que un Estado cualquiera diseñare y aplicare políticas institucionales orientadas a socavar precisamente el ingreso justo de los trabajadores y su poder adquisitivo y la seguridad laboral de éstos.
 
II
 
Reitérese, a manera de recapitulación, que queda claro, pues, que no es aconsejable emprender y mantener ese socavamiento de la fuente de financiamiento de las actividades inherentes del poder político del Estado y de éste mismo.
 
    También reitérese que, así mismo, queda claro que no es aconsejable eliminar los vectores mayores y más importantes que contribuyen a mantener sana una economía, aun aquellas como la mexicana, que es por vocación antisocial y antitrabajadores.
 
    No es aconsejable bajo ninguna circunstancia y menos en las de crisis crónica de una economía, diseñar y aplicar políticas que crean desempleo, que aumentan la tributación, causan inflación y reducen el poder adquisitivo de los tributarios.
 
    Sin embargo, eso es precisamente lo que ocurre hoy en México. En los tres años y meses de la jefatura de Estado y de gobierno de Felipe Calderón se ha creado desempleo, subido los impuestos, causado inflación y reducido el poder adquisitivo del peso.
 
    Y no sólo eso. Sus actuaciones tienen secuelas como las de escamotearle bajo falsas premisas leguleyas las riquezas patrimoniales a los trabajadores, cuyos derechos, por añadidura, son conculcados como una política no sólo gubernamental, sino de Estado.
 
III
 
¿Y por qué esa política antitrabajador no es sólo de gobierno, sino también de Estado? Por la sencilla razón que tiene el aval explícito de dos de los tres Poderes del Estado y el tercero –el Judicial– guarda aquiescente y, ergo, cómplice silencio.
 
    La reforma laboral propuesta por el señor Calderón –a quien la mayoría de los ciudadanos que votó en 2006 considera espurio– atenta contra los trabajadores, que son, dentro y fuera de la población económicamente activa, la mayoría demográfica.
 
    La propuesta calderonista si es aprobada por el Poder Legislativo, confirmaría la vocación suicida del poder político panista, priísta, et al del Estado mexicano y sus patrones, mentores y adalides, las oligarquías locales y trasnacionales.
 
    En efecto. Una lectura acuciosa de la propuesta de don Felipe nos induce a pensar que el poder político comparte la convicción epicena de los oligarcas de que los trabajadores –es decir, el pueblo– son los enemigos de México. Miopía aberrante.
 
    Y la aberración reside en que el poder político del Estado y los oligarcas locales y trasnacionales intentan arrebatarle a ese presunto enemigo –los trabajadores– la plusvalía que crea con su esfuerzo mal pagado y retribuido y subyugarlos aún más.
 
Fuente: Forum en línea
 
https://www.alainet.org/es/active/37591
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