A propósito de los 20 años de impunidad
23/08/2009
- Opinión
El mismo año de la muerte de Galán, también caía asesinado José Antequera, el muerto número 721 del partido político UP. La derrota moral del país, no sólo se reflejaba en el asesinato de Galán, un hombre pulcro y del establecimiento, sino también en el sistemático exterminio que se venía ejecutando contra la Unión Patriótica, movimientos sindicales y sociales. Las masacres de indemnes campesinos ya se habían convertido en pan de cada día. Los falsos positivos se producían casi a diario y ningún medio los reportaba. Desde esos años aciagos ya se sabía, que buena parte de la violencia que se registraba en el país, a través de masacres, atentados y del exterminio de líderes políticos de izquierda principalmente, (la mayoría a través del Plan Golpe de Gracia, del Plan Baile Rojo, el Plan Esmeralda o el Plan Retorno, entre otros tantos, todos de manufactura militar con insumos paramilitares) provenía de siniestras alianzas entre políticos tradicionales, empresarios, ganaderos, representantes de la rancia oligarquía criolla, narcotraficantes, agencias estadounidenses de inteligencia y control militar, grupos paramilitares y altos mandos militares con el beneplácito de la Iglesia católica.
La herencia fue entonces la impunidad: «Colombia no está preparada para conocer su historia», argumentaban algunos funcionarios de Estado. La historia desde aquel entonces no ha cambiado mucho; no sólo persiste la desesperanza; desesperanza que se acentúa gracias a las constantes traiciones a los esfuerzos de paz que realizan quienes insisten en que la salida del conflicto armado pasa, y debe pasar, por el diálogo y la reconciliación formulada a partir de consensos y acuerdos generosos; también persiste el crimen, la hipocresía, el engaño y la impunidad. La corrupta, maquiavélica, despiadada y criminal dirigencia política colombiana sigue siendo la misma. Los mismos títeres vendidos a la mafia o al imperio norteamericano, los mismos asesinos encubiertos, los mismos terratenientes arribistas, y los mismos embaucadores, compradores de votos y de conciencias, siguen ocupando el solio presidencial. Y siguen siendo los mismos cínicos políticos que ayer odiaban a Galán, se iban lanza en ristre contra sus propuestas políticas, lo señalaban como una amenaza a sus intereses particulares, los que hoy dicen lamentar profundamente su muerte.
Los grandes medios nacionales han jugado su papel, no hay duda, y son ellos los que encarnan, mejor que ningún otro, esa veleidad suicida y artificiosa tan propia en nuestros prohombres de Patria.
Colombia debe recordar a todas y cada de las víctimas de la violencia. Y los medios de comunicación deben contribuir a preservar la memoria de los hombres y de las mujeres que desde su actividad política y social; desde sus aunados esfuerzos en la organización social y la lucha sindical, aportaron a la paz, la justicia, el progreso y el bienestar del país y que por ello fueron asesinados.
Ningún medio nacional otorgó igual despliegue al dado a los 20 años de impunidad del magnicidio de Galán, a los 15 años de impunidad del asesinato del senador Manuel Cepeda, un hombre probo, brillante, generoso y noble pero que no le hacía juego al establecimiento, además era comunista, bien comunista (lo que sin duda lo hace condenable aún en la memoria), tampoco se destacó con igual despliegue el 20 aniversario del vil asesinato de José Antequera, otro hombre brillante, que aportó al país pero que era pecadoramente comunista, ni se mencionó el aniversario del bueno de Jaime Pardo Leal (candidato presidencial), ni el de Miller Chacón, Teófilo Forero, Carlos Pizarro (candidato presidencial), Bernardo Jaramillo Ossa (candidato presidencial), Leonardo Posada (Representante a la Cámara ), Pedro Nel Jiménez (senador) ni siquiera el del procurador Carlos Mauro Hoyos o el del jurista Enrique Low Murtra.
El dirigente campesino y destacado líder de la UP, Luis Mayuza fue asesinado el 8 de agosto de 2008. Se ha cumplido un año de su crimen. ¿Algún medio lo recordó?, ¿algún periodista indagó por su vida, supo sobre su historia de luchas, persecuciones y de lo que este sencillo hombre representaba para su familia, campesinos y trabajadores en el Meta y en Arauca, departamento al que llegó desplazado a causa de la violencia y la persecución política? ¿Alguien sabe de sus luchas diarias, de sus padecimientos, de sus angustias, de sus logros y de todo lo que tuvo que padecer por ser un hombre consecuente, valiente y leal a sus principios?
Los medios masivos de comunicación, sean liberales, buenos, malos, del oficialismo de turno, o meras empresas que manufacturan información, juegan arbitraria y peligrosamente con la memoria del pueblo colombiano; pretenden asignar categoría social a la muerte y lo que es más abyecto aún justificar con socarrona cobardía el crimen de acuerdo al color político de la víctima. Y encima deciden quien es digno de recordar y quien no.
Maureén Maya
Escritora e Investigadora Social
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 172
Corporación Viva la Ciudadanía.
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