El liberalismo y la Confluencia democrática

18/12/2009
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  • Opinión
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El reciente Congreso del Partido Liberal arrojó algunas sorpresas importantes en sus conclusiones. Veamos:
 
Primero: rodeó al candidato surgido en la consulta del 27 de septiembre. Todos los sectores del partido –incluidos los que en el preámbulo del Congreso se mostraban renuentes a acatar la aspiración de Rafael Pardo- depusieron diferencias ideológicas, políticas y organizativas, para darle una nueva bocanada de oxigeno al candidato oficial.
 
Segundo: las diferencias entre los distintos sectores se lograron zanjar a favor del aspirante liberal, merced a que el Congreso brindó todas las garantías para que los distintos matices o sectores se expresaran. Desde la senadora Piedad Córdoba, quien además de leer un extenso compendio programático sobre los temas cruciales del país. Recibió el reconocimiento de la colectividad liberal, en aplausos, por su gestión humanitaria en pro de los secuestrados del país; el ex presidente Ernesto Samper, después de una prolongada ausencia del máximo evento liberal, tomó la iniciativa para delinear una postura táctica del liberalismo en la contienda presidencial, con referendo o sin referendo; el ex gobernador de Antioquia y revelación en la consulta liberal, Aníbal Gaviria Correa, reclamó la necesidad de que el Partido Liberal se renueve y se depure –en su agenda pública, prácticas y candidatos- en aras de demostrar real vocación de poder y de transformación de las estructuras inequitativas de Colombia; Cesar Gaviria logró plasmar en la frase de que “Lo que hay que cambiar en Colombia es al Gobierno de Uribe y no la Constitución del 91” una propuesta de confluencia política democrática para la coyuntura actual, con tal de restarle piso a la visión autoritaria agenciada desde el Gobierno Nacional.
 
Tercero: el primer sorprendido con el afán de victoria de los participantes en el Congreso Liberal, fue el mismo candidato Rafael Pardo. El evento le entregó al aspirante todos los poderes para que se pueda mover con holgura en la contienda presidencial: diseñar una política de alianzas y acuerdos fundamentales alrededor de: la defensa de la democracia y la Carta Magna del 91; determinar el momento y las circunstancias –antes o después de la primera vuelta-, con quien primero, con quien después; e incluso el ex presidente Gaviria se hizo a un lado para que el candidato liberal ejerza como Presidente del Partido, con facultades tradicionalmente asignadas al mismo congreso nacional del Partido, como la designación del Secretario General de la colectividad. Pardo recibió facultades para que la capacidad de maniobra no sea el obstáculo para construir una real opción democrática de poder en las próximas elecciones presidenciales.
 
Cuarto: previo al Congreso se originó una gran expectativa por la redefinición del carácter ideológico del Partido Liberal alrededor de la discusión no exenta de dogmatismo, por la ubicación del liberalismo en uno de los segmentos que componen el espectro político: la izquierda, la derecha o el centro. Samper y Piedad jalaron para que el Partido se alineara más a la izquierda, como una decisión de subsistencia, mientras otro sector importante jalonado por los Gavirias –Cesar y Aníbal- y el mismo candidato, consideraron como inconveniente la misma discusión, dado que alrededor de la necesidad de procurar la defensa de la democracia y la Constitución, era plenamente posible determinar el carácter democrático y progresista del Partido Liberal. Aníbal Gaviria Correa interpretó la voluntad no esquematizante del Congreso Nacional Liberal, al plantear que más que alinderarse a la izquierda, derecha o el centro, lo que necesita el partido es un comportamiento más imbuido de liberalismo. El Partido Liberal requiere ser más liberal. Fue la conclusión del evento, para finiquitar una discusión que podría terminar por dar al traste con la necesaria unidad y la sintonización con la realidad de la Colombia de hoy.
 
El Partido Liberal se encuentra puyado luego de fracasar 12 años como opción de poder. En el Congreso primó la sensatez, lo cual de por sí es muy importante luego de sindicaciones ciertas sobre la inconveniencia de cobijar a su interior corrientes tan disímiles desde el neoliberalismo y la izquierda radical. Muchos protagonistas y espectadores del Congreso Liberal hubieran deseado una intensa, e incluso, feroz confrontación ideológica para dilucidar la paternidad de alguna de las corrientes o tendencias sobre la orientación filosófica de la colectividad. No faltaron las frases premonitorias de catástrofes si el Partido no se abocaba a definir en un debate o votación a pupitrazo limpio si es de izquierda, centro o derecha. El eje de la incertidumbre fue la frase de Samper de que: el Liberalismo debía hacerse a la izquierda para evitar que el Polo y el uribismo, lo siguieran corroyendo a lado y lado. Diagnostico equivocado.
 
Ernesto Samper y Piedad Córdoba quisieran ver al Partido Liberal disputando con el Polo las preferencias de los colombianos que se identifican con la izquierda. Y ¿qué es la izquierda hoy en Colombia? es una amalgama de sectores de un largo espectro, en el cual encuentran cabida posturas que van desde un nacionalismo anquilosado y antiimperialista a ultranza, hasta las justificadoras de la combinación de todas las formas de lucha en aras de la exaltación de las llamadas condiciones objetivas: pobreza, desempleo y exclusión. Los principios ideológicos se convierten en iconos petrificados incapaces de facilitar el análisis real de las condiciones reales.
 
Por ello la dificultad para entender que en un país como Colombia ser de izquierda o no, no tiene el mismo significado que en otros países con circunstancias distintas a las nuestras. ¿Cuáles son esas circunstancias diferentes? Una fundamental, no la única, es la existencia de una guerrilla longeva y degradada. La izquierda no estalinista ha tenido dificultades para demostrar su no complacencia con una guerrilla que abandonó su legado programático renovador por la influencia del narcotráfico a su interior. La actitud burlesca e irresponsable de las FARC respecto a las negociaciones del Caguán durante el Gobierno de Andrés Pastrana y la recurrencia al secuestro indiferenciado como arma de financiación coparon la paciencia de los colombianos permitiendo la aparición de la propuesta de derecha con Álvaro Uribe. De paso, se adoptó el surgimiento y consolidación de la extrema derecha armada a través del paramilitarismo, en aras de cerrarle el paso al avance de la extrema izquierda armada.
 
En el marco anterior, era impajaritable para un análisis objetivo de la realidad colombiana, entender que el tema de la seguridad pública y ciudadana, era un asunto crucial para lograr el acompañamiento político de la población. La izquierda patinó y patinó. La derecha se armó de la propuesta de la seguridad democrática y copó el espacio amplio de quienes, pobres y ricos, sentían como una amenaza a su tranquilidad, no poder transitar por las carreteras por el temor al secuestro, el desplazamiento del campo por la violencia o las minas antipersona, la toma de poblaciones a punta de cilindros de gas etc., etc. La izquierda colombiana fue la que dejó esposita a la gran mayoría de la población, abandonada a su suerte y a merced del fundamentalismo de derecha, por reticencia a considerar que la seguridad y la tranquilidad, también son calidad de vida. De allí que el gran reto de los demócratas de este país es arrebatarle a la derecha entronizada en el poder, la favorabilidad de la gran mayoría de la población colombiana. Ello si el propósito es convertirse en verdadera opción de poder, no en vegetadores o contempladores de la realidad, a la manera de un notario desde los recintos académicos y sindicales o desde las selvas apartadas o las alcantarillas. El gran reto de hoy, no de mañana, es convertirse en Gobierno para que las agendas programáticas referidas a la defensa de la democracia, la Constitución del 91 y la lucha por la equidad y la vida, dejen de ser un discurso bien intencionado pero sin respaldo popular.
 
La respuesta del Congreso Liberal a estas incertidumbres fue la de reforzar la vocación liberal del liberalismo sin permitir los encasillamientos insulsos. De hecho, es la mejor decisión para acercarse a los sectores poblacionales adormilados por una derecha que si bien puede mostrar resultados en el campo de la seguridad, no puede esconder la deshumanización de los falsos positivos, la permisividad con la violencia paramilitar o la corrupción desbordada a todos los niveles. El reto de los sectores democráticos y progresistas es volver a enarbolar las banderas que en mala hora fueron arriadas por culpa del dogmatismo y la rigidez.
 
El Partido Liberal quiso renovar su discurso con la afiliación a la Socialdemocracia internacional. Se alentaron algunos sectores del liberalismo para que privilegiaran el debate ideológico y político, pero las prácticas, costumbres y actores, siguieron impermeables. La Socialdemocracia como doctrina y propuesta política también afronta su propia crisis de identidad. La implantación de un nuevo modelo luego de la crisis del Estado de bienestar: el neoliberalismo, fue respondida con una propuesta alternativa: la tercera vía. Una tercera vía que se ubicó entre el modelo socialdemócrata clásico y el modelo neoliberal. En Colombia, el principal adalid de la tercera vía, la última gran renovación dentro de la socialdemocracia, es Juan Manuel Santos, que muy poco tiene de demócrata progresista.
 
En el año 2002 la colectividad sometió a consideración de la población liberal su plataforma programática. Fue adoptada por más de dos millones y medio de votos. La Declaración Ideológica arranca con las siguientes consideraciones:
 
1. El Partido Liberal Colombiano es el partido del pueblo, tiene carácter pluralista y constituye una coalición de matices de izquierda democrática, cuya misión consiste en trabajar por resolver los problemas estructurales económicos, sociales, culturales y políticos, nacionales y regionales, mediante la intervención del Estado.
 
2. El Partido Liberal Colombiano tiene su razón de ser en la promoción del ser humano y la defensa de los derechos fundamentales de las personas, entre otros, el derecho a la vida, a la libertad, a la salud, al trabajo, a la educación, al desarrollo cultural, a la equidad, incluyendo la de género, a la solidaridad, a la libre asociación y a un desarrollo social sustentado fundamentalmente en la educación y la salud públicas. Para el Partido Liberal Colombiano, el Estado y la economía están al servicio de los seres humanos.
 
Es más genuinamente democrática la anterior declaración del Liberalismo que recurrir con más esnobismo que identidad a la socialdemocracia para eludir la concreción de las propuestas programáticas a las realidades del país. La caracterización del Partido Liberal como una “coalición de matices de izquierda democrática” según definición proveniente de una figura anclada no propiamente en la izquierda como Carlos Lleras Restrepo debe ajustarse para que el liberalismo pueda correrse hacia el espacio de la no radicalización política para acercarse a las inmersas las mayorías nacionales copadas por las posturas de derecha. De allí que en lugar de enclaustrar al liberalismo como una simple coalición de matices de izquierda, es preferible que la colectividad sea la confluencia de las iniciativas democráticas identificadas con la defensa de la Constitución del 91 como expresión de la lucha por la equidad social, la defensa de la vida, la paz y la democracia. Sin dejar de liderar la lucha contra la corrupción como el gran cáncer que carcome la Nación.
 
Allí están contenidos los elementos necesarios para que Rafael Pardo, en uso de las facultades omnímodas entregadas por el Congreso Nacional, construya una política de alianzas que posibilite la confluencia de sectores como los de Vargas Lleras y Gustavo Petro. Diseñar una confluencia democrática para hacerle frente a la opción uribista a la Presidencia de la República, debe contemplar también la ineludible discusión sobre el sectarismo que aqueja a alguno de los sectores proclives a la gran confluencia democrática. Por eficacia política, la confluencia debiera tener concreción antes de la primera vuelta presidencial. No hacerlo así, es dar papaya.
 
- Jorge Mejía Martínez es Economista y Analista Político
 

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 189, Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org

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