El éxtasis y las dificultades
Uruguay y Argentina comienzan a rescribir otra historia
12/05/2003
- Opinión
El camino es duro, difícil, plagado de obstáculos y el éxito de la
izquierda no está asegurado. En octubre del 2004, los uruguayos
tendrán que enfrentar una decisión trascendente, sin duda
histórica, de romper en las urnas la hegemonía de blancos y
colorados que sucesivamente, con la única excepción relativa del
período de facto, encabezaron todos los gobiernos que tuvo el país.
Las más recientes encuestas difundidas por las distintas empresas
que miden el estado de la opinión dan cuenta de una mayoría
absoluta de ciudadanos que han manifestado su intención de votar al
Encuentro Progresista – Frente Amplio. Sin embargo todavía no está
todo dicho, especialmente cuando la línea de separación de las
aguas está dada por elementos nuevos, que exigen visiones no
tradicionales y estrategias para nada clásicas.
Todavía existe mucha agua para que corra bajo los puentes y,
además, alternativas políticas que, de alguna manera, pueden
determinar una consolidación de las tendencias o cambios
espectaculares en esa correlación de fuerzas. Elementos que siguen
haciéndose presentes pero que difieren en mucho de los históricos.
El politólogo Oscar Botinelli sostiene, en uno de sus últimos
trabajos, que la defensa de la revolución cubana no es, a esta
altura de la historia del país, una de esas líneas que establezca
una separación de las aguas. En ese tema, según lo que surge de del
análisis de su opinión, parecería que la polémica ha quedado
circunscripta a un grupo de "dirigentes" ideológicos y políticos
que participan de un choque casi religioso con elementos venidos
desde el pasado. A su frente la derecha trata de sacar astillas del
árbol caído con una argumentación efectista pero más que perimida,
utilizando los mismos fantasmas que abundaban durante la llamada
guerra fría.
La misma estrategia cuestionadora de siempre, tratando de
entreverar la defensa que se hace de la dignísima y ejemplar
oposición de la isla a los intentos hegemónicos de los EE.UU., con
su organización interna, de partido único, de gobernantes
eternizados en un poder absoluto y, ahora, del encarcelamiento de
opositores y disidentes, hecho que moralmente nos afecta más que la
aplicación de otros extremos de la ley penal, pese a la repugnancia
que nos provoca la aplicación de la pena de muerte.
Esa misma confusión antojadiza, fuera de época, que tienen los
personeros de la derecha cuando encaminan sus dardos a la
izquierda, la manifiestan muchos militantes populares para los que
todo lo que se concreta en aquella latitud del Caribe está
justificado por esa heroica y histórica oposición, de cuarenta
años, al "imperialismo" de los EE.UU. Para ellos está todo
justificado y no son aceptables los reparos morales de
personalidades como Eduardo Galeano, José Saramago, Gabriel García
Márquez, etc., sin valorar que han tenido una militancia de
cuarenta años en defensa de la revolución. No existe en esos
militantes populares ni siquiera una aceptación de la polémica,
porque no conciben como consecuencia de su pensamiento mágico la
confrontación de ideas. En ellos hay una alineación automática
confundiendo el simbolismo antiimperialista de Cuba con las
alternativas políticas que protagoniza su gobierno.
El éxtasis
Este es un ejemplo. Por ello es bueno que reflexionemos en
conjunto, advirtiendo en un análisis a pincelada gruesa, las
alternativas que pueden sostener las tendencias actuales de la
opinión pública que, como ha ocurrido en otras oportunidades,
podría determinar cambios dramáticos como el ocurrido en la última
elección en la cual el Encuentro Progresista ganó en la cancha pero
perdió en la liga. Recordemos que, como consecuencia de una
habilísima estrategia de los partidos de la derecha, se estableció
la instancia del balotaje que determinó que por primera vez en la
historia del país el sector más votado no accediera al gobierno y
se encaramara en el poder un contubernio coaligado de blancos y
colorados, iniciándose un período que, sin lugar a dudas, ingresará
en las páginas de la peor historia del país
En el interesante trabajo que citamos Botinelli (El Observador, 27
de abril del 2003), este mete su dedo en el ventilador, abriendo
una polémica que sin duda los sectores de la izquierda deben
comenzar a plantearse, porque tener una visión lo más parecida a la
realidad, acotada en el marco de una afinada lógica política, es el
basamento necesario para dar los pasos adecuados en el camino
correcto.
El analista indica, para referirse al tema de Cuba, que mucha gente
"incurre en el mismo error en que cae el Frente Amplio", que
implica creer que la sociedad uruguaya se corre fuertemente hacia
la izquierda (si por izquierda se entiende al conjunto de creencias
y valores de la clásica izquierda latinoamericana) "Ello no es así
– afirma Botinelli – lo que crece es un Frente Amplio que simboliza
hoy las más arraigadas creencias de los uruguayos, las mismas que
representaron tiempo atrás los partidos tradicionales y que se
identifican con un Estado fuerte y paternal. Porque la mayoría de
los votantes frenteamplistas (o por lo menos los que han
manifestado su intención de voto), no tienen ni una particular
fascinación por la isla (Cuba) y su revolución, ni buscan un cambio
radical de régimen político y social"
Por supuesto que las afirmaciones de Botinelli, que es un agudo
analista, pueden ser cuestionadas desde diversos perfiles, y
seguramente lo serán, pero que los temas planteados son de atención
central es innegable. Sabemos que esa concepción no es compartida
en varios de los escalones éticos – ideológicos en que se parapetan
los distintos sectores frenteamplistas y encuentristas que, semana
a semana, se expresan en los ámbitos de las distintas instancias de
debate y decisión que tiene la coalición de izquierda. Lo que
ocurre en la llamada Mesa Política es una espectacular demostración
de ello, en la cual los perfiles que allí se delinean
posteriormente llegan a la sociedad produciendo en la misma
diversos efectos que determinan reacciones cambiantes estableciendo
(o tratando de hacerlo) nuevas fronteras en el marco de lo que
denominamos la polémica permanente. Esta frase, quizás oscura,
tiene una explicación y trataremos que la misma se entienda.
En las últimas semanas dos elementos han servido para dividir esas
aguas y mostrar el evidente antagonismo de las diferencias que se
expresan al interior de lo que llamaremos izquierda. El tema cubano
y las denuncias públicas contra el secretario privado del
intendente de Montevideo y toda la polémica consiguiente, actuaron
en nuestra opinión y más allá de la valoración que hagamos de los
hechos en si mismos, como una divisoria de aguas. Una cosa fue la
posición de la CI y el 26 de Marzo sobre estos temas, y muy otra
que las que tuvo la Vertiente Antigüista o, en tercer lugar, el
propio Partido Socialista.
La opinión pública se enfrentó a los espectaculares hechos,
especialmente voceados por la totalidad de la prensa, como
incidencias que trascendieron, en un caso, a los ámbitos de la
justicia y que, por sus características, fueron motivo de une un
fuerte encontronazo en el marco de la interna frenteamplista.
El escenario en que se dilucidó la polémica en torno a las
denuncias contra el funcionario municipal, se magnificó en el marco
de un "espectáculo" innecesario que se podría haberse evitado. Y
para peor con un resultado todavía incierto que, obviamente, no
aclaró varias posiciones y que tampoco mostró algo que quería ver
la gente en el marco de un gobierno de izquierda; la puesta en
funcionamiento de un reflejo moralizador fulminante. No dudamos que
la mayoría de quienes han manifestado su intención de voto,
quisieran su aplicación en un gobierno conducido por coalición de
izquierda.
Para mucha gente, abrumada por los sucesivos hechos de corrupción
propios de los impulsos del modelo perimido que la derecha nos ha
querido imponer, quisieran haber visto una acción ejemplarizante.
Este tema, evidentemente, también divide las aguas.
Es que históricamente la izquierda no solo a hecho punta en el
combate de la corrupción utilizando el mecanismo de la denuncia
pública. También (recordemos los casos de los Bancos de Seguros y
Comercial), ha llevado temas ante la justicia que ha actuado en
juicios ejemplares que provocaron, como era razonable esperar,
fuertes reacciones políticas.
La visión ética que se debería consolidar en el imaginario de la
sociedad es la de una intransigente defensa de las normas
administrativas, elemento que, obviamente, aparece como fundamental
para la consolidación de esa presunta mayoría electoral del Frente
Amplio. No es un tema estratégico menor y cuya problemática puntual
no puede resolverse, a nivel de un gobierno, con actitudes
adoptadas en base a una solidaridad amistosa, personal, más acorde
con mecanismos de club de barrio, rueda de amigos o, incluso, al
accionar de un sector político que de por sentado que se comete una
injusticia flagrante. El reflejo del gobierno municipal, que es el
de todos los montevideanos, debiera haber sido otro, aunque sus
responsables creyeran que todas y cada una de las acusaciones eran
infundadas.
Eso aparece además como un hecho que hubiera sido oportuno y
correcto, especialmente cuando después de dos juicios públicos en
que los temas en danza, en lugar de desaparecer ante la
contundencia de las pruebas, mostraron la certeza de impericias
funcionales, errores no visualizados anteriormente, "gauchadas" y
problemas administrativos con calificación indefinida.
Ya no existen muchas opiniones que difieran sobre la necesidad de
tener en claro cuando se debe disparar el resorte - ante una
denuncia o comprobación - del reaseguro moralizante que debe estar
presente en un gobierno para quién la limpieza administrativa es
uno de los basamentos de su existencia.
Las dificultades
La primera vuelta de las elecciones argentinas es un ejemplo a
atender. Mostró que allí también el punto en la divisoria de las
aguas está marcado por la corrupción, elemento al parecer
determinante dentro de estas sociedades en crisis. Masivamente,
dentro de diversas opciones emocionales e ideológicas que se
presentaron en la primera vuelta electoral, el voto se definió
mayoritariamente en contra de la corrupción. Si bien la opción
encabezada por Carlos Menem obtuvo una importante votación en
referencia con otras alternativas, es evidente que la definición en
el balotaje mostrará con mayor claridad este elemento, que
entendemos, es decisivo.
La formalidad electoral no estuvo dada por proyectos de gobierno
mayormente desconocidos. El propio Menem advertido de la situación
está tratando de separar de su entorno a los íconos más aberrantes.
Pero quizás esa decisión de "limpieza" es tardía. Su rival, Néstor
Kirchner, el gobernador de Santa Cruz, es la antitesis de la
imagen del ex presidente argentino. Es gobernador de una provincia
relativamente próspera, bien administrada, que ha hecho su campaña
electoral sin ostentaciones discursivas ni basándose en glamorosas
definiciones destinadas a enganchar a los incautos que creen que la
Argentina todavía está en condiciones de ingresar en el "primer
mundo".
Claro, impulsando esa candidatura está el "aparato" justicialista
que maneja el duhaldismo en la provincia de Buenos Aires, lo que no
es poca cosa. Sin embargo las alineaciones, cuando el país se
encamina al balotaje, se están planteando por dos temas
excluyentes: el primero es el de la corrupción. Kirchner está
logrando el explícito apoyo de quienes han planteado una lucha
frontal contra ese flagelo. El otro tema, sin duda menor a nivel de
la conciencia popular, es la visión de cada uno de los candidatos
en torno a los mecanismos para la reactivación económica. Menem
quiere aplicar, obviamente, a pie juntillas la recetas
fondomonetaristas mientras que Kirchner advierte, en el marco de un
discurso que denota realismo, que nada es posible sin una
reactivación del mercado interno.
Como se verá no están en juego otros elementos distintos. No se
plantean, por ejemplo, cambios drásticos en la propiedad y menos en
las relaciones de producción. Ni se busca un cambio radical de
régimen político y social. Las aguas se dividen en otras
coordenadas.
Un proceso parecido al que señala Botinelli y que está ocurriendo
en el Uruguay.
* Carlos Santiago. Periodista, secretario de redacción del
suplemento Bitácora.
https://www.alainet.org/es/active/3720
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