Nosotros y la mafia de los medios

30/08/2010
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Escribo estas líneas firmemente apoyado en más de cincuenta años de periodismo sin traición a mis principios. Y desde esa trinchera es que debo decir públicamente que ahora, más que en cualquier otro momento, siento orgullo y profunda satisfacción ante el hecho de que Clarín, La Nación y Papel Prensa comiencen a ser despojados de ese manto de impunidad que les ha permitido conformar, a mi criterio, la más poderosa mafia, que es aquella que no se limita a la defensa de las multinacionales, a promover políticas desde el poder económico sino que, sobre todo, ha apuntado y lo sigue haciendo, hacia lo más profundo: las conciencias, la formación de opinión pública, la imposición de la cultura de la dominación.
 
Estamos hablando de una mafia cuyo poder se ha cimentado en el terrorismo de Estado y desde ese sitial de privilegio diseminó el terrorismo de la información. Por eso, yo hubiera preferido, sin más trámite, nacionalizar Papel Prensa. De todos modos, se ha enviado al parlamento un proyecto de ley declarándose de “interés público” la producción de celulosa para papel de diario, lo que se complementa con la nueva ley de Medios, con lo cual se ha abierto un debate en torno al papel del periodismo como nunca antes.
 
Es un debate por la verdad que siempre impulsé desde los distintos medios en donde me desempeñé durante demasiados años, pero que –en buena hora- muchos recién están descubriendo ahora. Y en esta hora, donde por fin estamos librando batalla, ningún periodista debe callar.
 
Reitero: siento que ahora somos más los que, también en este plano, exigimos justicia. Y yo, como algunos otros, lo podemos exigir desde una trayectoria donde recibimos escasísimos salarios y furibundos garrotazos en nuestra vida laboral para impedir que nuestra voz pudiera siquiera empañar la voz del poder dominante.
 
Me inicié en el periodismo hace más de cinco décadas y es mucha memoria la que acumulo como militante de las redacciones: diario La Hora (clausurado), Pueblo Unido (clausurado), Soluciones (clausurado), Revista Che (clausurada), Editorial Cartago (clausurada), Distribuidora Impulso (clausurada), Propósitos (varias veces clausurado), Nuestra Palabra (clausurada), Informe (redacción asaltada por un “grupo de tareas” de la dictadura genocida que asesina a uno de mis compañeros, el periodista Román Mentaberry), muchos años pasé cambiando domicilios para despistar persecuciones, muchos años pasé distribuyendo periodismo clandestino y mirando a mis espaldas, he sido víctima de jueces cómplices, conocí cárceles en varias dictaduras y gobiernos civiles “democráticos”...
 
En esos años pude verificar “en carne propia” lo que significó el monopolio de Papel Prensa a favor de Clarín y La Nación y en detrimento de los que queríamos divulgar otro mensaje, el de la democracia del pueblo, el de la soberanía y la liberación, el mensaje de la unidad antiimperialista.
 
Ninguna de estas clausuras, cárceles y asesinato divulgaron esos medios que se llenan la boca de “libertad” y “prensa independiente”.
 
Esa dictadura, por lo tanto, la he vivido, la he sentido en mis entrañas, en mi cotidianeidad.
 
Han pasado por esa vida periodistas extraordinarios, que han dado la vida por sus principios y por la dignidad en nuestra profesión. Pero además pasaron otros, lo recuerdo bien, que llegaban al ejercicio del periodismo desde posiciones de izquierda, puteando a monopolios y a la censura y que luego, por dinero, se acomodaron a lo que quería Clarín y hoy asoman como columnistas destacados del servilismo informativo de la mafia. Sí, recuerdo cuando desde ese trono donde llegaron alquilándose o vendiéndose, nos trataban de “pelotudos” y de “pobres infelices” porque seguíamos en la difícil, no transando.
 
Ellos se han traicionado a sí mismos, pisotearon su dignidad, eligieron la mentira del monopolio ¿Qué tienen para dejarles a sus hijos? Sólo herencias materiales y muy poca moral.
 
Los periodistas, por su condición particular, son propaladores de ideas, son formadores de opinión pública. Papel Prensa, los medios dominantes, el poder político y económico, no me dejaron –a mi y a muchos otros- competir en igualdad de condiciones. Me cerraron caminos durante décadas.
 
Y por eso hoy me siento bien, creo que es el artículo que he escrito con más satisfacción en mi vida porque comenzamos a darle batalla en escala mayor a esa mafia. De todos modos, falta mucho. Será una pelea durísima, quizás la más dura, porque el Grupo Clarín tiene ramificaciones profundas en todos lados, a nivel político, a nivel judicial y sobre todo en los servicios de inteligencia (nacionales y extranjeros). Pero le hemos abierto una brecha, y ninguno de mis colegas debe quedar al margen: démosle batalla al enemigo principal, el que convierte en “realidad” la mentira que le conviene al poder económico. 
 
 
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