Un silencio mortal

24/10/2010
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Desde el pasado ocho de octubre, en la acera de Casa Presidencial, un grupo de ambientalistas comenzaron una huelga de hambre en contra del decreto que declara como “interés nacional” al proyecto minero de la empresa Infinito Gold en Crucitas.
 
La primera noche, los valientes jóvenes tuvieron que enfrentarse a un pelotón de policías que les impidieron asentarse en el lugar. Con todo tipo de ocurrencias intentaron intimidar a quienes valientemente hacían uso de su derecho a manifestarse pacíficamente. Después de la intervención de personajes importantes de la vida nacional, la policía bajó el tono y los manifestantes pudieron instalarse (en la cera de enfrente porque la valla policial no les permitía otro lugar).
 
Al cumplirse más de quince días desde aquel viernes, siguen en huelga de hambre tres personas. Se trata de tres seres humanos que han dejado de lado sus vidas personales para ponerse al servicio de la justicia, de lo que ellos creen que es justo. Tres humanos cuyos principios son tan importantes que ameritan arriesgar su integridad física y dejar todo de lado.
 
El simple hecho de que tanta valentía y coraje se manifieste debería de ser suficiente razón para que toda Costa Rica les aplauda y admire su postura, sin importar las diferencias que se puedan tener sobre el caso. Más aun, con su gesta merecen una atención privilegiada del gobierno – cuya atención debería de estar al servicio del más de 80% de costarricenses abiertamente opuestos al proyecto en Crucitas –, y por lo menos una visita de la presidenta (solo tiene que cruzar la calle).
 
A la fecha, la presidenta Chinchilla no ha cruzado la calle. La única comunicación entre los manifestantes y el ejecutivo se dio 13 días después de comenzada la huelga. La posición del gobierno sigue siendo de total intransigencia.      
 
Los medios comerciales – una vez más – han demostrado su complicidad; de forma grotesca han dedicado el mínimo de cobertura al evento, han intentado evitarlo a toda costa, y cada día que pasa aumentan su indiferencia. Las excepciones se pueden contar con los dedos de una mano.    
 
Esta quijotesca hazaña es un acto de patriotismo desinteresado, de solidaridad e interés por el bien común, y de amor por la vida. Si tanta entrega, esperanza y fuerza no son suficientes para ablandar el corazón de quienes dirigen nuestro país, ¿hasta donde habrá que llegar en un futuro?
 
El silencio mortal que mantienen los actores principales de la vida pública nacional demuestra – una vez más – que la democracia costarricense dista mucho de ser la utilizada en los discursos presidenciales.
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