La lucha por el poder
¿Enigma para ingenuos?
12/10/2003
- Opinión
¿Es posible que este entuerto de ANCAP sea una nube pasajera? ¿Un mal
sueño de los uruguayos? Los antecedentes dicen lo contrario, pero
además están dando cuenta del significado de esta verdadera arrebatiña
de la burocracia estatal blanqui - colorada que, sabedora de que la
correlación de fuerzas la acercan a una bochornosa pérdida del poder
estatal, tratan de lograr para si el control de la riqueza del país
por otro medio. Saben que posiblemente perderán el gobierno pero, vía
las privatizaciones, intentarán mantener el poder por lo menos en
algunos sectores estratégicos en que el Estado centra hasta hoy su
principal recaudación.
A esta altura de los acontecimientos, frente a un referéndum cuya
fecha se acerca rápidamente, la cúpula del Foro Batllista, con Julio
María Sanguinetti a la cabeza, hace punta en la estrategia por el
mantenimiento de ese poder, entendiendo imprescindible multiplicar
contradicciones en el campo popular en base de una política por ahora
mediática. Las empresas encuestadores contratadas le han dicho a los
dirigentes que las cosas "van mal", qué es demasiado fuerte la repulsa
contra el gobierno de Jorge Batlle y que el referéndum está
prácticamente perdido ya que la gente se expresará masivamente en
contra del gobierno.
Han comprendido también que el proceso inverso es prácticamente
impracticable pues ningún sector, en su sano juicio so pena de un
prolongado ostracismo político, se atreve a pedir un voto favorable a
Jorge Batlle y a sus "boy"
Los paradigmas cambiantes.
"Los defectos y las corruptelas de la administración estatal – decía
el pensador Vivian Trías – no constituyen argumentos en contra de las
políticas de nacionalizaciones. Esos defectos son consecuencia del
capitalismo de Estado – sobre todo en su fase de declinación y del
manejo del "tres y dos", mecanismo político de los partidos
tradicionales para mantener entre sus manos el poder en sectores
estratégicos de nuestra economía"
La agudeza de Trías era singular. Hace 40 años analizaba con una
lucidez elementos de la realidad que, con algunas modificaciones, han
aparecido también por nuestros días y explican el camino emprendido -
dentro de un país con paradigmas cambiantes - por quienes desde hace
muchos años han ocupado lugares de poder dentro de la burocracia
estatal, en un marco sin duda distinto, en que la burguesía nacional
se ha ido desdibujando agredida también por la política
"globalizadota", que la jaqueo y, en de alguna manera, la hizo
desaparecer.
De aquí al 7 de diciembre veremos muchas cosas aberrantes, tanto o más
reñidas con la ética republicana a las ocurridas con la enajenación
del Aeropuerto de Carrasco que pasó a ser controlado por grupos
presuntamente mafiosos con vinculaciones con sectores del gobierno que
propició una maniobra de infrecuente perversidad.
Proceso dentro del que se ha entablado un combate por el poder real,
dentro de una ficción democrática, el que se ira convirtiendo en una
de las batallas más duras que los uruguayos daremos en defensa del
país.
El evidente que el proceso de globalización del capital financiero ha
hecho desaparecer en buena medida a la burguesía nacional que, luego
del último empuje de empobrecimiento que tuvo su vórtice en el año
2002, llegaron a un nivel de deterioro tal que no pueden competir ya
por el poder económico.
No hay emprendimiento que se concrete que este a cargo de esa
burguesía nacional, sector social que se encuentra destruído, en
franca retirada. El poder de la burocracia estatal se verifica en su
alianza con los representantes genuinos o simplemente apadrinados por
el capital financiero internacional, realizando un juego de seducción,
con centro en las privatizaciones, para lo cual es imprescindible
abatir controles, aceptar manejos de cualquier tipo. Alguna vez
dijimos que la corrupción era funcional al modelo.
Esto lo ha advertido, entre otros, el presidente argentino Néstor
Kirchner, que impulsa una decisiva acción del Estado, a través de la
movilización de sectores estratégicos, para revitalizar la economía.
Uno de sus objetivos será revisar los contratos de las privatizaciones
para amoldar a las empresas de servicios a su nuevo orden. Deben dejar
de ser depredadoras de los recursos de la gente para contribuir al
desarrollo nacional.
En Uruguay se verifica el contrasentido de que esa "depredación" a
mansalva la realizan empresas de servicios públicos que todavía se
encuentran en la órbita estatal.
Una estrategia por el poder.
Si existen sectores que todavía no han entendido lo que se está
jugando con el referéndum en contra de la vigencia de la Ley de ANCAP,
la historia les pasará por encima, pues en estos momentos lo que está
en disputa no solo está en juego el mantenimiento en la órbita estatal
de una empresa pública, ni la asociación con petroleras extranjeras.
Lo que está en juego es el poder y, en una medida que todavía no
podemos medir en sus consecuencias, se debe tener en cuenta que hay
personajes en este país dispuestos a utilizar todas sus artimañas para
mantener los privilegios de quienes, en un marco normal, deberán
refugiarse a partir del 2005 en un ostracismo nostálgico.
Si visualizamos lo ocurrido en otras privatizaciones, como la del
aeropuerto, la "megaconcesión", o los acuerdos de la propia ANCAP con
privados, etc., advertimos que la trasgresión de la legalidad es una
acción habitual, vinculada a la esencia misma del tipo de capital que
está dispuesto a hacerse cargo de empresas deterioradas cuya venta es
imposible. Solo chatarreros – según lo afirmado por el doctor Ramón
Díaz – podrían ofertar por ANCAP.
También en el caso de ANTEL es paradigmático. Esta empresa, por la vía
de una política restrictiva, de falta de inversión, que redundó en un
atraso tecnológico, sumado a tarifas despegadas de la realidad,
comenzó a transitar un camino de desmantelamiento que, de continuar
con la misma fuerza, determinará la caducidad del organismo. Si
advertimos que la facturación de ANTEL se redujo en casi trescientos
millones de dólares, producto de una combinación de factores de la
política económica del gobierno de Jorge Batlle (sangría por
imposiciones al Estado, privatizaciones mal resueltas y política
tarifaria).
El gobierno utilizó a las empresas públicas como fuente de
recaudación, con el fin de "hacer caja" y, de alguna manera,
posibilitar por ese camino perverso, el pago de algunas de sus
obligaciones con el exterior y el mantenimiento, cada vez más
deficiente, del Estado. Por eso esta camino privatizador es también un
contrasentido, especialmente cuando está destinado a favorecer a
grupos capitalistas ajenos al interés nacional y a representantes de
una burguesía nueva, distinta, que fue creciendo a la sombra y
nutriendo a la misma burocracia estatal, que al acercarse en el tiempo
la elección nacional, trata de mantener sus fuentes de ingreso y de
poder.
La batalla de los burócratas.
Utilizarán todos los métodos, hasta los más impensados, intentando que
esos grupos de burócratas no pierdan su actual condición, mantenida
hasta hoy en el marco de la tranquilidad que les otorgó la larga
siesta en que no se avizoraba, como ahora, la inminencia de la perdida
del poder.
Son grupos cuya expresión política se verifica en sectores como el
Foro Batllista y el herrerismo, que defenderán lo logrado con uñas y
dientes, que tratarán, en el camino hacia el 7 de diciembre, de
utilizar "chicanas" destinadas a confundir, intentando quebrar la
unidad de quienes han entendido que hay que rectificar rumbos en el
país.
El 7 de diciembre estará en juego lo que ocurrirá en octubre del 2004,
fecha donde se debería consolidar el triunfo de la Nueva Mayoría so
pena de que el país desaparezca de la fase de la tierra. Es
imprescindible que el Estado, -como hoy ocurre en la Argentina -
comience a orientar la reactivación impidiendo el saqueo de los
recursos de la población.
Por la oposición de la gente todavía las más importantes empresas
públicas son estatales, por lo cual las tarifas pueden ser el reflejo
de políticas de reactivación y no, necesariamente, de la competencia.
La índole de las acciones emprendidas por los grandes grupos políticos
tras los que se encolumna la burocracia estatal es bien clara. El Foro
Batllista se basa en una estrategia que refleja una comprensión muy
aguda de lo que está en juego.
Impulsa la confusión y el descrédito, buscando dos efectos: la
división del sector progresista y el retraimiento de quienes todavía
siguen shockeados por lo ocurrido durante el 2002, proceso descarnado
que mostró como el gobierno, respondiendo a un reflejo casi natural,
vació las arcas del país para aceitar la huida de capitales.
Todavía confundidos.
La lucha real por el poder ha comenzado. Los ejércitos del privilegio
están desplegados mientras, por razones subalternas, todavía la
confusión impera en el campo popular. Es el comienzo de una
conflagración en la cual imperará el juego sucio (que otra cosa es la
insistencia de Luis Alberto Lacalle de "molestar" con patrañas
artificiales pero efectistas al doctor Tabaré Vázquez). En medio está
el gobierno que, en este marco, tuvo el escandaloso tupé de otorgar
por diez años más las concesiones que vencían para el usufructo de la
TV cable y, en una maniobra burda, trató de quebrar el espinazo del
sector comunicacional que refleja con más claridad el pensamiento de
la oposición.
El lograr una altísima votación a favor de la papeleta rosada el 7 de
diciembre es un objetivo esencial cuya importancia, hay que
entenderla, sabiendo que va más allá de la vigencia o no de la ley que
enajena a ANCAP. Se estará definiendo de antemano quién gobernará el
Uruguay a partir de marzo del 2005.
Eso lo saben los burócratas y esta "nueva derecha" que, mientras
enquista a sus representantes en las empresas privatizadas o a
privatizar (sin duda que los nombres para el nuevo directorio de
ANCAP, de mantenerse en pie la Ley, ya están definidos), batallará
hasta el fin, con medios lícitos e ilícitos, para conservar su cuota
de poder.
Que la lucidez impere.
* Carlos Santiago es Secretario de redacción de Bitácora. Uruguay.
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