El efecto Maldonado

20/05/2012
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“Tu y yo no somos nosotros”-
Beltroch  Brech
 
Se alborotan los demonios, se exacerban las sinceridades y las trivialidades de todos los días adquieren la solemnidad de grandes sentencias Eso es lo que vemos por estos días con un asunto tan banal como que un corredor de motos, de caballos o de carros pierda o gane una competencia. ¿A qué viene ese alboroto?
 
Mitos, confusiones y mezcolanzas se combinan para que lo peorcito de cada opinador aflore impúdicamente (mire usted distraídamente la cadena de  barbaridades de algunos pichones de gorila que se crían en la jungla de la derecha más lamentable). Confusión favorita: llamar “deporte” a una gran cantidad de delirios humanos (Subir grandes montañas, lanzarse sin paracaídas, levantar un carro con los dientes, escalar grandes edificios, darle palos a una pelota y ser un gran jonronero, cruzar a nado el Canal de la Mancha, dar carreras en un bólido de F1, la lista continúa). La normalización de estas anomias y el consiguiente forjamiento de “fanáticos” y de premios simbólicamente compartidos por un pedazo de la sociedad, crean el marco “natural” para que estas falacias pasen a formar parte de los paquetes mentales de los millones de trajes ambulantes que pueblan el globo.
 
Por fortuna hay miles de millones de habitantes de la tierra que ni les va ni les viene estas grandilocuencias de los “deportistas” del mundo. Hay que lograr el ideal de que unos cuatro mil millones de “fanáticos” vivan intensamente esta “pasión inútil” de batir records. A condición de que otros cuatro mil millones de ciudadanos del mundo elijan libremente no tener nada que ver con estas frivolidades. De ese modo el juego está repartido y cada quien sabrá a qué atenerse.
 
Mientras tanto, podríamos poner un poco de orden en las desaforadas pasiones patrióticas de estos “héroes” del deporte y ahorrarnos las pamplinas de “dejar en alto” el nombre de Venezuela, la trascendencia de que se escuche el himno nacional y majaderías que no pueden disfrazar el núcleo duro de todos los deportes: negocio, negocio y sólo negocio. Pero como ya dijimos, esa es una enfermedad irreversible que no vale la pena combatir. Basta con protegerse de la invasión mediática de todos los espacios y equilibrar el Estado que no puede derivar en “fanático”.
 
El colmo de estas confusiones es que se entremezclan con las demarcaciones político-electorales y a partir de allí todo es una miasma de la que hay que estar bien lejos. Una vez que cualquier asunto agarra el canal de la diatriba electorera, puedo asegurarle que no hay nada que hacer. Lo único original que se observa por estos días es el exceso de sinceridad que desnuda la verdadera pasta fascistoide de personajes que en otras condiciones permanecen agazapados esperando mejor momento. Intentar sacar partido de cualquier desempeño deportivo es el colmo de la miseria. En este punto las aclaraciones oscurecen (“no explique porque enreda”). Imagine usted en las próximas olimpíadas de Londres a cada deportista teniendo que explicar cuán cerca o cuán lejos está del gobierno de su país. En Venezuela nada de extraño tendría que pasemos los próximos meses con la majadería de los deportistas “patriotas” y una oposición errática presentando una “ley del deporte”.
 
De momento hay suficientes evidencias de mentalidades retorcidas que han tenido el atrevimiento de expresarse. No hay que adivinar qué es lo que se traen porque han hablado por sí mismos. Como en el caso de los jovencitos que quieren migrar (con un estilo retórico de alta factura y con un refinamiento discursivo que encandila) una cierta derecha emponzoñada no soporta la sencilla imagen de un piloto cualquiera que se encarama en un pódium de F1 en plan de ganador (peor aún: con la insignia de PDVESA y con palabras de agradecimientos para el gobierno). Eso parece mucho para el bajo umbral de tolerancia que va dejando el enjaulamiento electoral.
 
No parece probable que los deportes se paralicen para no irritar a los “idiotas”. Parece más razonable que el asunto se desdramatice y que la gente viva sus triunfos y derrotas sin tanto stress.
 
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