Qué pasó en 1969
El Cordobazo, síntesis de luchas en un país convulsionado
26/05/2004
- Opinión
El amanecer del año 1969 presagiaba conflictos y
protagonistas firmes. El l de enero, la CGT de los
Argentinos emitió un documento en el cual destacaba, en
cuestionamiento abierto para la burocracia
participacionista, que esa central sindical había cargado
con todo el peso del combate obrero contra el régimen
políticamente autoritario y económicamente liberal que
llevaba adelante el dictador Juan Carlos Onganía.
"La totalidad de los actos progamados por la CGT de los
Argentinos fueron prohibidos. El precio que pagamos por
estas actividades, efectuadas a pesar de todo durante 1968,
ha sido duro. En teoría el gobierno no intervino la CGT,
pero en la práctica lo hizo. Nuestras organizaciones más
numerosas están clausuradas: ferroviarios, portuarios,
personal civil, petroleros de Ensenada y Comodoro
Rivadavia, más de 500.000 trabajadores carecen de
sindicato", señalaba la entidad opositora con la firma de
Raimundo Ongaro y Ricardo De Luca.
Añadía más adelante que "a los 5.000 compañeros que cayeron
detenidos en los actos que organizamos, a los que fueron
golpeados, desalojados, humillados, a las víctimas de la
Ley 17.401, a los que padecen torturas en los calabozos del
régimen, les decimos: el sacrificio no será en vano,
ustedes encarnan la dignidad nacional". La CGTA no se quedó
en palabras.
El 14 de enero los trabajadores gráficos iniciaron una
huelga contra los aspectos centrales de la dictadura y por
reivindicaciones particulares. Ese día Ongaro asistió, en
Córdoba, a una reunión de militantes políticos y gremiales
peronistas que resolvieron profundizar la acción contra la
burocracia encarnada en las 62 Organizaciones y en el
titular del Partido Justicialista Jorge Daniel Paladino.
Cuando el secretario de la CGTA salió rumbo a Bella Vista,
Tucumán, para asistir a otro acto popular en contra del
cierre del ingenio local, fue detenido en el camino por la
policía y enviado en un avión a Bahía Blanca. El gobierno
prohibió la manifestación tucumana y las protestas
provinciales estallaron inorgánicamente; entre ellas, una
huelga de hambre de 25 asalariados.
Ante el creciente malestar social, y la pérdida de bases
sindicales en manos de la CGTA, la dirigencia orientada por
Vandor comenzó a plantear tibias objeciones a las políticas
oficiales; pero sus exhortaciones concluían en llamados a
la comprensión y el entendimiento entre los trabajadores y
la dictadura. Un pueblo que había soportado mal tres años
de ajuste económico y represión del onganiato ya estaba
exigiendo mucho más de la dirigencia.
En tanto, el ministerio del Interior lanzó una fuerte
exhortación a los medios de prensa argentinos para que
eviten difundir ideas políticas contrarias a los planteos
del gobierno, así como imágenes eróticas en sus tapas. Esa
política se combinaba con el auge de la influencia de los
"cursillistas", grupos eclesiales ultraconservadores que
demandaban mano dura para todos los que se salieran del
camino católico preconciliar.
Como contracara, cobraba mayor vigor el Movimiento de
Sacerdotes para el Tercer Mundo, quienes el 10 de abril
emitieron un documento denunciando "los problemas
socioeconómicos que afectan al hombre de nuestro pueblo".
El 19 de ese mes fueron detenidos varios "curas del Tercer
Mundo" por participar en marchas de protesta originadas por
el cierre de talleres ferroviarios, la falta de pago a los
obreros, la paralización de ingenios y los desalojos de
campesinos en varias provincias.
Entre el 1 y el 3 de mayo se realiza en Colonia Caroya,
Córdoba, el Segundo Encuentro Nacional de Sacerdotes por el
Tercer Mundo, donde ochenta curas pertenecientes a 26
diócesis estimaron que en el país existía un proceso
revolucionario que los obligaba a alinearse junto al
pueblo, que rechazaban de plano el sistema capitalista y
que definían su militancia por un "socialismo
latinoamericano que promueva el advenimiento del Hombre
Nuevo".
Para alcanzar este objetivo proponían, entre otras cosas
"la socialización de los medios de producción, del poder
económico y político y de la cultura". Por ese entonces,
otros sectores se encaminaban a planteos similares desde
prácticas diferenciadas.
El 12 de febrero la policía jujeña había detenido a seis
personas calificándolas como guerrilleros rurales. El 5 de
abril un grupo guerrillero atacó un vivac perteneciente al
regimiento I de Infantería Motorizado Patricios en el
centro mismo de Campo de Mayo. Otro núcleo copó la planta
transmisora de Radio El Mundo en General Pacheco el 11 de
ese mes. Un día después fue asaltado un puesto del
Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires; el 15 fue atacada
una armería de la Capital Federal y esa misma jornada
varios revolucionarios se apropiaron de un camión con armas
de calibres livianos.
El día 16 fue copado un puesto militar marplatense; el 18
fue atacado el polígono de tiro de Villa María, Córdoba,
asaltada una armería neuquina, atacado un puesto militar
catamarqueño y copada una base de comunicaciones del
Ejército en Neuquén.
El 20 de abril se concretó una operación guerrillera contra
el hospital de la base de Río Santiago; el 22 fueron
atacados puestos castrenses en Magdalena, Salta y otros
puntos del país. Después de un tiroteo en el que murió un
oficial de Coordinación Federal, fueron detenidos, el 24 de
abril, Carlos Caride, su novia y dos compañeros en un
departamento porteño. Desde ese día se inició una fuerte
ofensiva contra los militantes revolucionarios en todo el
país.
Movimiento obrero, militantes religiosos y sociales, grupos
guerrilleros y diferentes sectores políticos populares,
jaqueaban a la dictadura y preanunciaban un ciclo de luchas
aún más profundo. El Cordobazo estaba en ciernes, pero
lejos de tratarse de un sólo levantamiento en un punto
provincial, encarnó una sublevación interior de
proporciones, como veremos más adelante.
Durante la segunda semana de mayo, los trabajadores
sintieron que caía la gota que rebasaba el vaso. Onganía
dispuso por decreto el incremento de los precios de la
nafta, el gas, la leche y las tarifas del transporte. En
Córdoba, el panorama se agravó con la derogación del
régimen especial de descanso denominado sábado inglés, que
también abarcaba a otros distritos. El país se sublevó;
cientos de miles de personas se lanzaron progresivamente a
las calles.
El conflicto comenzó el 14 de mayo en la ciudad de Córdoba,
con refriegas callejeras entre policías y obreros
mecánicos, donde un trabajador fue herido. Al día siguiente
los estudiantes salieron a manifestar en Corrientes y
fueron reprimidos: en ese episodio murió baleado por las
fuerzas de seguridad el universitario de cuarto año de
medicina, Juan José Cabral, de 22 años. Ese mismo 15 de
mayo los metalúrgicos cordobeses declararon una huelga
general por 48 horas. El 16, se realizó el sepelio del
joven Cabral, con movilizaciones de repudio en todo el
país. En Rosario fue gravemente herido el estudiante de
Ciencias Económicas Alberto Ramón Bello, también de 22
años, quien falleció en el hospital 24 horas después.
El período electrizante continuó con el sepelio de Bello,
efectuado en la Iglesia del Pilar, en Córdoba, el 19 de
mayo; luego del oficio se llevó adelante una Marcha del
Silencio liderada por sindicalistas y sacerdotes que fue
atacada por gases lacrimógenos. El 20 una multitud
manifestó por las calles de Capital Federal, donde se
registraron numerosísimos combates callejeros; hubo 20
heridos y 160 detenidos. El 21, en Rosario, se realizó un
paro estudiantil con movilización: los jóvenes desalojaron
a la policía de la zona céntrica tras una heroica lucha que
duró ocho horas. Las fuerzas de seguridad asesinaron al
obrero metalúrgico Norberto Blanco, de apenas 15 años. Ese
día, en Salta, los estudiantes ocuparon el aristocrático
club "20 de febrero", emblema oligárquico, y destruyeron
sus instalaciones.
El dictador dispuso la ocupación militar de Rosario y el
estado de emergencia. El 22 el Ejército irrumpió en la
ciudad sometiendo violentamente a sus habitantes, quienes
respondieron con un paro general al día siguiente, que
alcanzó un acatamiento total. Los tucumanos más jóvenes
inauguraron un importante ciclo de movilización de
secundarios que logró una profunda solidaridad popular; los
chicos fueron salvajemente reprimidos por la policía, y
varias decenas resultaron heridos. El 24 de mayo, en
Córdoba, es nuevamente detenido Raimundo Ongaro y enviado a
una prisión de Capital Federal.
El 25 de mayo, fecha patria, fue celebrado con trabajadores
en las calles de todo el país y ningún acto oficial. Por
primera vez en la historia el Estado no podía organizar la
celebración de la Revolución de Mayo; como contracara se
efectuaron numerosos encuentros populares que unificaron la
reivindicación histórica con las demandas del momento. En
uno de ellos fueron detenidos los actores Carlos Carella,
Juan Carlos Gené y Raúl Ramos, por solicitar un minuto de
silencio en homenaje a las víctimas de la represión
oficial.
Dos días después, los jóvenes tucumanos, soportados por la
población, avanzaron sobre la capital provincial,
expulsaron a las fuerzas policiales y establecieron control
absoluto de la zona céntrica. El 28 de mayo, una bomba
estalló en el Departamento Central de Policía de la Capital
Federal y murió una persona. Ese día, unos cuatro mil
trabajadores y estudiantes marcharon en Rosario repudiando
el alza del costo de vida y la represión. El 29 de mayo
Córdoba se despertó enojada, lúcida y decidida.
Desde tiempo atrás, el SMATA y Luz y Fuerza por un lado, y
Sitrac-Sitram por otro, así como numerosas organizaciones
populares, canalizaban adecuadamente el singular proceso de
maduración de la clase trabajadora cordobesa. El avance de
la conciencia colectiva derivó en un enérgico repudio a las
políticas dictatoriales, y renovadas exigencias sociales,
contenidas en concepciones diversas pero de similar
intensidad revolucionaria.
A las 11 de la mañana los obreros de IKA-Renault salieron a
las calles, se pusieron en contacto con las primeras
columnas estudiantiles y organizaron, en base a un rápido
mecanismo de consultas y asambleas aceleradas, la ocupación
de un perímetro de 150 manzanas correspondientes al Barrio
Clínicas. La policía que intentó evitar el avance popular
fue firmemente desplazada y se replegó. En las primeras
horas de la tarde se sumaron contingentes multitudinarios.
Para las 16 aproximadamente, casi ningún sector social
cordobés estaba ajeno a la contienda.
A las 17 horas intervino el Ejército en coordinación con la
Aeronáutica. El gobierno dispuso el toque de queda y el
desplazamiento de tropas en torno de la región ocupada.
Francotiradores fueron apostados por las fuerzas represivas
para amedrentar a la población. Pero los manifestantes
sostuvieron el control. Toda la noche del 29 al 30 la gente
resistió y se autogestionó en una experiencia inusitada. La
mañana del 30 de mayo Córdoba era una comuna; el país
entero observaba azorado la más prolongada victoria de un
pueblo en la calle contra dos fuerzas armadas y todos los
efectivos policiales de la zona.
Recién en las últimas horas de la tarde, las tropas
oficiales, luego de asesinar 14 personas y herir un
centenar, consiguieron retomar el Barrio Clínicas. Pero los
trabajadores argentinos ya percibían los sucesos como una
muestra de su creciente poderío. La CGTA, en esta ocasión
acompañada por la central burocrática, dispuso una huelga
general en todo el país que tuvo un acatamiento considerado
"espectacular" por los medios.
Muchos de los luchadores cordobeses, como Elpidio Torres
(SMATA) y Agustín Tosco (Luz y Fuerza) fueron condenados
por un Consejo de Guerra a cuatro y ocho años de prisión
respectivamente. Onganía intentó retomar la iniciativa el 4
de junio a través de un discurso radial y televisivo, en el
cual atribuyó los hechos a "una fuerza extremista
organizada" y exaltó su gestión de gobierno; pero sus días
estaban contados: al final de la alocución tuvo que admitir
la renuncia en pleno de su gabinete, de todos los
gobernadores y de un gran número de funcionarios.
El exiliado líder Juan Domingo Perón remachó la sensación
de caída a través de un mensaje que consideró a la
dictadura como "un anacronismo" y sentenció que "no puede
quedar otra solución que prepararse de la mejor manera para
derribar semejante estado de cosas aunque para ello deba
emplearse la más dura violencia". Perón, brindó así el
empujoncito que faltaba para el desbarranque de quienes
esperaban quedarse 40 años en el gobierno. La obra de los
trabajadores en las calles había forzado el realineamiento
de todos los protagonistas políticos.
Las luchas continuaron en todo el territorio, con picos de
violencia llamativos. El 30 de junio, un grupo guerrillero
mató al secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica
Augusto Timoteo Vandor en el local de esa entidad, ubicado
en La Rioja 1945 de Capital Federal. El Poder Ejecutivo
implantó el estado de sitio en todo el país, fue allanada
la sede de la CGTA, ubicada en Paseo Colón, y otra vez
resultó encarcelado Ongaro. Tales medidas, como la
intervención a otros sindicatos, fueron adoptadas por
Onganía a través del Consejo Nacional de Seguridad,
convocado por el gobierno para combatir "la subversión y el
apoyo a ideologías contrarias a los intereses nacionales".
Pero todo era en vano para el régimen. Luego de un período
creciente de protestas, movilizaciones y atentados, con la
presencia política concreta de organizaciones armadas
revolucionarias en el seno del pueblo y con un creciente
nivel organizativo sindical y estudiantil, Juan Carlos
Onganía presentó su renuncia el día 8 de junio de 1970. La
nación parecía ingobernable y una nueva etapa estaba
surgiendo. El Cordobazo, como síntesis de todo un proceso
restallante de luchas masivas, alcanzaba uno de sus
objetivos centrales, un año después.
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