A cuatro días de los comicios
La refundación de un Estado-Nación
26/10/2004
- Opinión
A nivel académico se siguen profundizando los estudios sobre el
Estado, sus características, su presente y el futuro que tendrá
dentro del marco de la llamada sociedad globalizada que, de
manera más que evidente, sigue consolidando el atraso y la
miseria en zonas determinadas del planeta.
Cuando estamos ya a pocas horas de la elección que provocará un
cambio dramático en la administración estatal del Uruguay,
parecería coherente reflexionar sobre nuestro Estado que como
consecuencia negativa de las políticas de los últimos gobiernos,
ha ido perdiendo las características de una Nación,
involucionando desde una situación que era difícil, desaliñada
alejando los aspectos organizativos que podrían haber implicado
que se consolidaran en un Estado moderno. Esas características
que se verificaron en distintos períodos históricos, se
deterioraron y determinaron la actual situación de un Estado
claramente dependiente que ha perdido sus características de
Nación..
Robert Koper en 1996 publicó un trabajo (1) en que sostiene que
existen por lo menos tres tipos de Estado, a los que caracteriza
como premodernos, modernos y postmodernos. Los premodernos,
entre los que entendemos está hoy el Uruguay, son los que mal
cumplen el principio de monopolizar el uso de la fuerza, por lo
que resultan más o menos caóticos, en los cuales pierden sentido
elementos propios de una Nación, como las fronteras, las aduanas
y los ejércitos, que carecen de sustancia y objetivo ante el
desorden conceptual que se traslada a las instituciones, dentro
del caos provocado por la implantación forzada de modelos
económicos y de organización estatal que van a contrapelo de los
intereses nacionales.
Se dirá: ¿cuáles son los intereses nacionales?. La definición
debe encontrarse en el marco de un análisis humanista que ponga
como centro al hombre, al habitante del país, que debe recibir
los frutos del progreso, del funcionamiento democrático, de la
modernización de la sociedad, extremos que deben ser orientados
e impulsados, en su consolidación, por el Estado.
Una sociedad que no siga agobiada – como hoy - por un Estado con
un peso insoportable, que pueda desarrollar sus iniciativas con
libertad, dentro del marco de reglas de juego estrictas en su
cumplimiento, pero abiertas en su concepción. Un Estado – para
escapar de su característica de premoderno – que sepa mantener
los principios de soberanía y de no injerencia, con un respeto
estricto de los otros Estados, como de las concepciones diversas
de sus habitantes.
En definitiva, un Estado democrático que convierta al Uruguay en
una Nación libre y soberana, que sepa como consolidar su
estructura y no languidezca, como ahora, en el marco de una
globalización de única mano, en la que los uruguayos hemos
perdido de manera brutal muchas de las mejores características
que definían nuestra forma de vida.
Por supuesto, una soberanía que debe ejercerse de manera
flexible, encuadrada en organizaciones que regulen la injerencia
de unos en los asuntos internos de otros en el marco de
organismos multinacionales, renunciando al uso de la fuerza
entre ellos y que busquen la seguridad a través de la mutua
vulnerabilidad (2).
Será una tarea lenta y laboriosa porque, no es necesario que lo
afirmemos, el Estado uruguayo está muy mal. Ha sido depredado
durante décadas por un clientelismo feroz (3), del que habla
Emma Massera en su último libro que analiza las características
de las empresas uruguayas que en lugar de dedicarse a la
producción, han existido siempre para vivir, sin innovaciones ni
planes de desarrollo de sus negocios, de requerimientos al
Estado. Un "clientelismo" que ha deteriorado su funcionamiento,
mecanismo malsano que fuera alentado por los gobiernos de
blancos y colorados, que nada tiene que ver con los necesarios
supuestos apoyos que pueden provenir del propio Estado para
impulsar el desarrollo.
Un país, además, organizado en base a la fuerza de corporaciones
con mucha, mayor o menor influencia en las decisiones de los
gobiernos que han determinado que nuestro Estado sea hoy un
monstruo deforme, pesado, ineficiente y no adecuado para un país
que debe pasar a la modernidad para desarrollarse en el marco de
la equidad. La distorsionada pirámide salarial es una muestra de
ello.
¿Modernidad? Por supuesto, ya que vivimos en un país atrasado,
profundamente incapaz de multiplicar su producción para el
desarrollo que además, como ocurría cien años atrás, tiene un
principal rubro de exportación, la carne, sin que se le haya
logrado incorporar mano de obra. Un exportador nato de materias
primas sin la complementación de trabajo, lo que ya es una
rareza a nivel mundial.
Un país, por esa razón, que no puede redistribuir en sus etapas
de crecimiento porque no existen los mecanismos para sumar valor
agregado a las materias primas que producimos, todavía. de
manera extensiva.
Todo ello para ir sumando al todo las características que debe
tener una Nación. La primera de ellas es la independencia para
la adopción de políticas de todo tipo, aceptando modelos
vinculantes con otros intereses solo cuando los mismos sean
favorables a los comunes del país. ¿Cómo es posible que haya
gobernantes de este país que hayan tomado como paradigma a
impulsar lo decidido en el Consenso de Washington? ¿Cómo es
posible que los mismos gobiernos hayan impulsado planes de
reformas, toda ellas basadas en manuales entregados por los
organismos multinacionales de crédito que, a la vuelta de la
historia – como en el caso de las AFAP o jubilaciones privadas–
ellos mismos hayan reconocido su fracaso (*) ?
Reformas que han avanzado en el tiempo, profundizado aspectos
negativos de nuestra sociedad, las que han determinado
situaciones de hecho difíciles de enmendar. Los responsables de
tal aberración, quienes aceptaron esa forma de colonización
ideológica y aplicaron la receta foránea, ya están pagando por
su error. El próximo domingo en las urnas los uruguayos
mostrarán como se resuelven en democracia esas controversias.
Sin embargo debemos reconocer que la acción de las cúpulas
blancas y coloradas fue tan dañina que el nuevo gobierno deberá
emprender una tarea ciclópea, gigantesca. La de reconstruir el
Uruguay nación.
Y en eso estaremos.
Notas:
(1) The Post-Modern State and the Word Orden
(2) Carlos Alonso Saldivar: "El mundo roto"
(3) Socióloga.
(4) Banco Mundial.
https://www.alainet.org/es/active/6987
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