Derecha y militares justifican o niegan responsabilidad por miles de torturados y presos políticos
17/11/2004
- Opinión
Podría recordar aquella secuencia de la película "El Padrino"
en que mientras la familia Corleone asiste a una ceremonia en
una Iglesia, sus hombres se dedican a asesinar a sus enemigos
a sangre fría.
Mientras el Comandante en Jefe del Ejército, Juan Emilio
Cheyre era recibido en un salón del Vaticano por el Papa Juan
Pablo II, en Chile se daba a conocer el informe de la Comisión
Sobre Prisión Política y Tortura con el testimonio de 35 mil
chilenas y chilenos que fueron torturados salvajemente y
hechos prisioneros por miembros del Ejército y de las otras
ramas de las Fuerzas Armadas y de Carabineros.
"Siento un compromiso y adhesión al ejemplo de vida que él (el
Papa) nos da y a lo que la Iglesia nos llama: al amor, a la
acción de Cristo en la tierra, a cargar las cruces que cada
uno tiene", fueron palabras del jefe del Ejército al salir de
la audiencia papal, en horas que en cientos de miles de
hogares chilenos volvía el recuerdo del terror y el horror de
miles de personas torturadas, presas y perseguidas. Ni el
amor, ni la acción de Cristo en la tierra parece haber
acompañado a todos los uniformados que durante los 17 años de
la dictadura implementaron una política de terror, persecución
y terrorismo de Estado que desencadenó diversidad de
violaciones a los derechos humanos.
Los testimonios recogidos por la Comisión, creada por el
Presidente de la República, dan cuenta de torturas como
violación, violación con animales, aplicación de electricidad
en genitales y otras partes del cuerpo, simulacro de
fusilamientos, sesiones de golpizas, sumergimiento en tambores
de agua, tortura a hijos y familiares de los detenidos, golpes
destinados a provocar fracturas de extremidades, etc. Todo
ocurrió desde septiembre de 1973 (fecha del Golpe de Estado)
hasta finales de los años ochenta bajo la dictadura.
Son 35 mil testimonios recogidos en varios meses de trabajo en
Chile y en el exterior que quedaron recopilados en dos tomos
de unos ocho capítulos que ya tiene en sus manos el Presidente
Ricardo Lagos quien lo dará a conocer a la ciudadanía,
probablemente los primeros días de diciembre.
María Luisa Sepúlveda, integrante de la Comisión, aseveró que
"fueron masivas la prisión política y la tortura" contra las
chilenas y los chilenos por parte de los militares y
carabineros. Quedó demostrado en la investigación testimonial
que "la tortura fue una política de Estado" y como enfatizó el
diputado Carlos Montes, "todo indica que hubo una política
sistemática de violaciones a los derechos humanos".
La Comisión Sobre Prisión Política y Tortura pudo determinar
que todas las ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros
estuvieron involucradas en casos de tortura y violación a los
derechos humanos y que tuvieron responsabilidad en la creación
de cárceles secretas e ilegales.
Al mismo tiempo, el propio diputado Montes agregó un elemento
ineludible en la investigación de esos sucesos, el de la
responsabilidad de civiles de la derecha que durante la
dictadura actuaron "como ministros del Interior,
subsecretarios de gobierno, en distintos roles" que tenían
vínculo directo con la ejecución de políticas internas del
régimen militar.
A pesar de constar 35 mil testimonios (cifra de por sí
estratosférica tratándose de este tema) los organismos de
derechos humanos calculan en un par de cientos de miles las
personas que fueron detenidas y/o torturas durante el régimen
militar que gobernó 17 años. Un informe de la Comisión Ética
Contra la Tortura calculó en 1.200 los centros de reclusión de
presos políticos y en 3 mil 600 el número de uniformados y
civiles que participaron en sesiones de tortura.
Justificar y lavarse las manos
Pese a toda esta investigación y los miles de testimonios, la
derecha y los militares siguen sin asumir su entera
responsabilidad, evaden llegar al fondo, hay indicios de que
siguen mintiendo sobre este asunto y pretenden desentenderse
insistiendo que se trató de situaciones "individuales" y no
institucionales, versión harto débil porque se sustentaría en
que un grupo de uniformados por su propia cuenta pudo detener
y torturar a decenas de miles de personas sin que los mandos y
las instituciones se percataran, en un país con toque de
queda, decretos militares altamente represivos y un control
militar de cada rincón del país.
Un argumento que están repitiendo con insistencia los
dirigentes derechistas y los mandos militares es que en Chile,
en 1973, había un conflicto de proporciones en el marco de "la
guerra fría" y eso explicaría y justificaría el número de
prisioneros y torturados.
El senador de la pinochetista Unión Demócrata Independiente
(UDI) y ex jefe de la Armada, Jorge Arancibia, cuestionó que
el informe es "un análisis frío" sin considerar, según él, el
contexto de la confrontación política de la época y justificó
las más salvajes torturas diciendo que todo obedeció "a la
naturaleza misma del conflicto en los términos, en la magnitud
y en la dimensión que se dio".
El actual jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre, se casó con
la tesis de que "el conflicto" explica el nivel de atrocidades
que cometieron sus correligionarios. De allí planteó que su
institución actuó "con la absoluta certeza que su proceder era
justo y que defendía el bien común general y a la mayoría de
la población". Menos, claro, a los cientos de miles de
chilenos torturados, presos, exiliados, desaparecidos,
ejecutados, perseguidos.
En ambos casos se omiten realidades de la época de inicios de
lo setenta que desmienten un nivel de "confrontación" y "una
magnitud" tal que se pudiera pensar en una "guerra interna" o
algo similar. Lo real es que funcionaban el Congreso y el
Poder Judicial con absoluta normalidad, que el Ejecutivo había
aceptado la aplicación de la Ley de Control de Armas que le
daba atribuciones especiales a los militares, que funcionaban
todos los medios de comunicación donde la mayoría era de
derecha, que los sindicatos funcionaban con todos sus
derechos, que había un respeto tal a la legalidad vigente que
el Presidente Salvador Allende iba a convocar a un plebiscito
para que la población decidiera, en las urnas de votación, si
proseguía o no el gobierno de la Unidad Popular. Los
militares optaron, en cambio, por la conspiración y el Golpe.
Llevando ciertas analogías a la época actual, los militares
estadounidenses que violaron los derechos humanos y torturaron
a prisioneros iraquíes, son juzgados en su país, a pesar de
que dichos delitos se cometieron en medio de una verdadera
guerra de "magnitud" en Irak.
De acuerdo a documentos de muchos analistas, en realidad lo
que ocurrió fue la implementación de las Fuerzas Armadas de la
doctrina de contrainsurgencia y "seguridad nacional" para
"eliminar" al enemigo político -la izquierda y las fuerzas
sociales- tal como lo expresaron en su momento los generales
Gustavo Leigh y Augusto Pinochet, miembros de la Junta
Militar.
Es contradictorio, por lo demás, que durante el gobierno de
Salvador Allende se registraran un par de casos de muerte por
motivos políticos -varios de ellos responsabilidad de la
derecha- y ningún desaparecido, ejecutado o torturado, cuando
supuestamente se vivía "una confrontación" de magnitudes en
medio de la "guerra fría", y que cuando los militares terminan
con ese conflicto se desata una ola represiva que dejó decenas
de miles de desaparecidos, ejecutados, torturados, prisioneros
y exiliados.
Otro senador de la UDI y ex Ministro del Interior de Augusto
Pinochet, Sergio Fernández, sacó una tesis original en la que
dividió en dos a la dictadura: de un lado el gobierno y de
otro el Ejército. Y como él estaba en el gobierno, pretende
esquivar culpas. "El gobierno no participó en absoluto en ese
tipo de actos (torturas)... El Ejército no era parte del
gobierno, tenía una forma de acción y tratamiento distinto, el
Ejército tenía sus funciones...". Lo cierto es que el
gobierno lo presidía el Comandante en Jefe del Ejército,
Augusto Pinochet, y lo integraban generales y coroneles de
todas las ramas que asumieron cargos de Ministros,
Subsecretarios e Intendentes. Difícil creer que estaban
cortados en dos.
En tanto los jefes de la Armada y de la Fuerza Aérea
coincidieron en levantar la tesis de "poner las manos al
fuego" por sus subordinados y relativizar el testimonio de los
35 mil presos y torturados. El Comandante en Jefe de la
Armada, Miguel Ángel Vergara, declaró que "el tema de
responsabilidades institucionales es un tanto amplio y
genérico y se puede prestar a muchas interpretaciones, yo por
ejemplo, puedo poner las manos al fuego porque de los 25 mil
hombres que tengo el honor de comandar, ninguno de ellos tiene
responsabilidad en asuntos de violaciones a los derechos
humanos y las generaciones pasadas en su gran mayoría
probablemente tampoco tienen nada que ver". El jefe de la
Fuerza Aérea, Osvaldo Sarabia, afirmó que su institución no
tiene por qué asumir responsabilidades: "Sería injusto
hacerlo, en circunstancias que la FACH tiene miles de
funcionarios y la mayoría abrumadora de ellos no tuvo relación
con esos hechos".
El Director General de Carabineros, Alberto Cienfuegos, indicó
que "la institución se conduele" de la situación de
prisioneros y torturados políticos pero que cualquier acto de
anteriores jefes respecto a ello "no es mi responsabilidad
juzgarlo".
En todo caso al conocerse el informe seguramente aumentarán
los argumentos en cuanto a que la prisión y la tortura
política fueron parte de la política contrainsurgente de las
Fuerzas Armadas y Carabineros, principalmente de sus mandos, y
una medida aceptada y tolerada incluso por autoridades civiles
del gobierno militar.
El periodista Jorge Escalante escribió en el diario "La
Nación" que "el punto que más las inquieta (a las FFAA) es que
el informe estableció que la tortura fue una forma
institucional de operar durante la dictadura militar en todo
el país y no fueron actos de individuos que se arrancaron de
los mandos...la Comisión estableció que la tortura fue una
política de Estado".
Algunos de los datos que se conocen indican que Carabineros
realizó al menos 15 mil detenciones por motivos políticos, el
Ejército 9 mil, la FACH dos mil y la Armada otras dos mil.
"Someter, destruir y controlar a la población"
La Comisión Ética Contra la Tortura señaló en un comunicado
que "los métodos utilizados en la tortura por las Fuerzas
Armadas de Chile tenían como objetivo someter, destruir y
controlar a toda la población y sus organizaciones sociales,
dejando secuelas que afectan hasta nuestros días a toda la
sociedad chilena".
En una carta de la Agrupación de Familiares de Detenidos
Desaparecidos Políticos (AFDD) al Comandante en Jefe del
Ejército se indicó que "fuimos víctimas de un régimen de facto
que vulneró sistemáticamente derechos individuales y
colectivos propios de una convivencia democrática" en el país.
No hay dudas al interior de organizaciones sociales y
políticas, de sectores democráticos y de izquierda, que las
consecuencias de la prisión y la tortura política tuvieron
origen en un plan del alto mando de los uniformados. Por ello
también al conocerse el informe de la Comisión, se está
planteando la necesidad de conocer la identidad de los
torturadores y represores para iniciar procesos judiciales de
acuerdo a derecho.
La Corporación de Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU)
se preguntó qué ocurrirá con los antecedentes recopilados por
la Comisión, "ya que se trata de documentación sobre la
ejecución de un delito, de un crimen de lesa humanidad, por
ende, deberán ser traspasados a los tribunales de justicia".
La Comisión de Prisión Política y Tortura no tenía como
atribución indagar sobre los responsables de las violaciones a
los derechos humanos, aunque se presume que en los testimonios
salieron nombres de torturadores. Es un tema que queda
pendiente en cuanto al conocimiento de la "verdad completa" de
lo sucedido y que podría incidir en procesos judiciales
futuros.
Responsables de la derecha
Por mencionar algunos nombres, los parlamentarios Sergio
Fernández, Jovino Novoa y Alberto Cardemil, así como Sergio
Onofre Jarpa y Francisco Javier Cuadra, hombres de la derecha,
ocuparon cargos estratégicos durante el régimen militar como
ministro del Interior, Subsecretario del Interior, Secretario
General de Gobierno, entre otros. Estaban en el primer
círculo político de la dictadura y en cargos de toda confianza
de Pinochet. Fernández y Jarpa dirigieron varios años "el
orden interno del país", Cuadra leía comunicados dando cuenta
de la muerte de "extremistas" y Cardemil participó de la
maniobra destinada a mentir y evitar el triunfo del NO a la
dictadura en el plebiscito de 1988.
Ahora estos mismos funcionarios guardan silencio, dicen no
haber sabido nada o llegan a declarar, como lo hizo Sergio
Fernández, que emitieron oficios para evitar la tortura y que
se llegó a sancionar a algunos torturadores, sin entregar
documentación que avale esos dichos.
Hasta la Primera Dama, Luisa Durán, hizo declaraciones al
respecto. Planteó que "sería bueno que los civiles que
participaron en el gobierno militar, que supongo sabían y si
no sabían podrían explicarlo, dijeran algo". Añadió que
"supongo que el mundo civil ha hecho sus propias
deliberaciones y por eso creo que la gente que ocupaba cargos
importantes, de decisión, no me imagino cómo uno puede no
saber, no decir nada o no explicar nada".
La AFDD fue concreta al señalar que "hay que ser fidedignos y
claros, indicando los nombres y actuaciones de los personeros
de la derecha que fueron parte sustancial de la
dictadura...algunos están en el parlamento, lo que constituye
una vergüenza". El diputado Gabriel Ascencio declaró que "los
principales representantes de la derecha deben asumir sus
responsabilidades" y su colega Carlos Montes hizo un llamado a
quienes "tuvieron responsabilidades como ministros del
Interior, subsecretarios de gobierno, en distintos roles, es
bueno que cada uno de ellos a conciencia a partir de los datos
que hay en el informe reflexione sobre su responsabilidad y
también mire con perspectiva el país".
Finalmente, reconocimiento oficial y social
Ya recibido el informe de la Comisión de Prisión Política y
Tortura, el Presidente Ricardo Lagos se mostró satisfecho del
trabajo y objetivo cumplido. "Debemos estar orgullosos" dijo
y se preguntó "¿cuántos países se han atrevido a mirar en
profundidad su historia? ¿Cuántos países se han atrevido a
llegar al fondo de lo que ocurrió? Chile se atreve, es un país
sólido, estable y espero que todos estemos en condiciones de
mirar con altura el paso que se está dando".
El Secretario General de Gobierno, Francisco Vidal, manifestó
que la labor de la Comisión "es un nuevo paso destinado a
avanzar en el conocimiento de la verdad, justicia y reparación
a las víctimas. Es el resultado de un arduo y acucioso
trabajo que reunió cerca de 35 mil testimonios, configurando
una información representativa de lo que sucedió en este tipo
de violación a los derechos humanos en Chile, entre los años
1973 y 1989".
Mireya García, dirigente de la Agrupación de Familiares de
Detenidos Desaparecidos dijo que "este efectivamente es un
paso histórico, trascendente. De hoy en adelante quienes
fuimos prisioneros políticos tenemos un reconocimiento social
y oficial que había sido negado durante treinta y un años, por
lo tanto es un día extremadamente especial para nosotros". No
dejó de indicar que "esperamos que adopten todas las medidas
que tienen que ver con la justicia, que tienen que ver con la
reparación social simbólica, jurídica y material; y que
principalmente este informe sea parte integrante de la
formación de las nuevas generaciones para que nunca más en
Chile esto ocurra".
Ahora el país está a la espera de que el Presidente Lagos
entregue la información y además anuncie las medidas que se
tomarán al respecto y que podría incluir una "reparación
económica" a los afectados.-
https://www.alainet.org/es/active/7102
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