Y donde está la izquierda?
11/07/2005
- Opinión
El escenario político sudamericano hace rato que está girando hacia la izquierda. En nuestro país, en cambio, las fuerzas políticas que se reclaman defensores de los derechos de los débiles y excluidos y a favor de una democracia basada en la real igualdad de oportunidades para sus ciudadanos, parecieran afanarse en luchar contra esta corriente. No sólo se rechaza la posibilidad de presentar una plancha presidencial a nombre de una coalición izquierdista, sino, lo que ya es incomprensible, se busca por todos los medios impedir el avance de un esfuerzo concertado para apoyar otra candidatura, y eventualmente, constituirse en aliado del partido que gane las elecciones. Hay grupos que quieren para sí solos el reconocimiento exclusivo de ser “el ala izquierdista” del próximo gobierno, debilitando de esta manera la posibilidad de un acuerdo mayor, en desmedro de una verdadera identidad izquierdista en el país.
Sospechamos que más allá de algunas diferencias programáticas, lo que está en juego son calculadas estrategias electorales; así uno tendría derecho a preguntarse ¿son mayores las diferencias entre el PDS, PDD, MHP, MNI, Avanza país, etc., que las que se tienen, como se viene planteando, con Acción Popular? ¡Cuidado con confundir las cosas! El reconocido gobierno de transición de Valentín Paniagua no fue el gobierno de AP, ni de una alianza electoral sostenida sobre la base del Plan de Gobierno de AP; en realidad fue un gobierno de personalidades honestas que se impusieron la tarea de conducir al país, desde el autoritarismo y la corrupción, hacia las impecables elecciones del 200l y en torno a esa tarea no sólo los que se reclamaban del “centro-izquierda” estábamos de acuerdo.
Pero el gobierno que se instale en el 2006 tiene una diferente trascendencia política. Ahora, de lo que se trata es de rediseñar el nuevo mapa de las correlaciones políticas en el país, con la mirada puesta en el mediano y largo plazos. Así lo exigen los avatares de la globalización. Es decir, se debe consolidar un régimen democrático eficiente y con la suficiente legitimidad para que logre disminuir las brechas sociales, evite las asonadas, modernice nuestra economía y vuelva a convocar la esperanza y la afirmación de una nueva autoestima colectiva en todos los peruanos. Este escenario favorable para el país y su futuro, para nosotros, exige la conformación de una alianza izquierdista que recoja todas sus enseñanzas renovadoras gestadas aquí y en los países vecinos. ¿Por qué ocultar la filiación izquierdista? Por el contrario, somos los que creemos que la democracia supone propuestas claras, perfiles coherentes y práctica consecuente de los partidos que se reclaman para sí el derecho de competir por la adhesión ciudadana. Y lo que apreciamos, por el contrario, son discursos gaseosos de acuerdo al auditorio de que se trata, intereses de grupo a la caza de ventajas detrás de algún partido, o peor aún, detrás de un futuro congresista, etc.
Y, digámoslo sin dobleces, la izquierda peruana tiene una gran responsabilidad en lo anterior. Aunque también tuvimos aciertos, la izquierda en nuestro país cometió muchos y graves errores. Entre los principales; el no ser leales con el régimen democrático; así, para no pocos, la política formal y legal debería subordinarse a la movilización de las masas y el “poder popular”. Se menospreciaba las reglas de la llamada “democracia burguesa” a la que se valoraba sólo como caja de resonancia, la condescendencia con el oportunismo y , quizás, por eso también la casi nula respuesta izquierdista al autogolpe del 5 de abril de l.992.
De otro lado, no se debiera pasivamente contemplar cómo miles y miles de izquierdistas, ante la ausencia de una propuesta autónoma y creíble, se ven tentados por grupos y movimientos políticos cuyas propuestas y objetivos son contrarios a sus ideales de justicia social. Aunque lo mas grave es el vacío político creado al interior de los movimientos sociales debido a la ausencia de una izquierda orgánica capaz de darle eficacia a sus luchas pero sentido democrático a sus perspectivas. Y es ante este vacío que el radicalismo protestatario, con un discurso de ruptura pero de raíz populista y carácter electoral de viejo cuño, está acumulando fuerzas al interior del país, en nombre de una supuesta “verdadera izquierda” .Y viene ganando terreno.
Así, pues, el reto no es fácil. Ni poca nuestra responsabilidad. ¿Por dónde comenzar? Recogiendo lo positivo del pasado. Por ejemplo saber valorar la fuerza democrática y el sentido nacional que se impuso a nuestras pequeñas cúpulas como producto de la unidad alcanzada. Cómo olvidar las plazas llenas gritando ¡la izquierda unida, jamás será vencida! Es que las masas reconocían, además, que detrás de la unidad se encontraba un renunciamiento a legítimos perfiles y etiquetas propias, en aras de una voluntad colectiva mayor; a favor de los pobres y desposeídos del país.
Pero, también, recordando a Bobbio, cuando afirma que en los regímenes democráticos la contradicción izquierda-derecha cubre permanentemente los ámbitos de la vida política. Y que el comportamiento del “centro” político en un país es producto de la mayor o menor influencia que tengan la izquierda o la derecha. Por lo tanto, nunca olvidar que la apuesta a un gobierno de “centro-izquierda” supone la existencia de una fortalecida izquierda en el país.
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