Bush & Ben Laden Sociedad Anónima
24/11/2001
- Opinión
El nuevo libro de Víctor Ego Ducrot, del que damos un anticipo, muestra
un análisis inquietante y polémico del escenario creado a partir de los
atentados del 11 de septiembre. Según su autor acaba de estallar la
primera guerra global entre las corporaciones financiaras, en la que
los aparentes enemigos son socios. Se trata de un tablero inestable y
caracterizado por las contradicciones de un nuevo modelo mundializado
de dominación. La obra de Ego Ducrot, que acaba de publicar el Grupo
Editorial Norma, de Buenos Aires, es la profundización de un análisis
que ya había sido publicado en El Corresponsal. Una obra destinada a
echar luz entre tanta manipulación mediática.
En realidad, la humanidad está asistiendo al comienzo de la primera
guerra global entre las corporaciones financieras internacionales; y
entre los que aparecen involucrados en ella figuran un ex presidente de
los Estados Unidos, varios ex secretarios de Estado, prominentes
miembros del establishment republicano que actualmente ejercen su
influencia en el seno de la Casa Blanca, y una compleja red de
intereses cercanos a los grandes bancos y a las corporaciones del
capital globalizado a través de los ubicuos fondos de inversión (...).
Ahora, a fines de 2001, esas mismas empresas integran un conglomerado
de intereses corporativos enfrentados, en torno a la apropiación y
explotación de las principales reservas gasíferas del planeta y a la
construcción del gasoducto que proveerá de energía barata a la Unión
Europea. El escenario de esos intereses es nada menos que el
territorio de Afganistán (...)
Arabia Saudita sigue siendo el principal aliado de los Estados Unidos
en el mundo islámico. Una de las familias más ricas de ese país del
Golfo participa en la propiedad accionaria de seis empresas radicadas
en los Estados Unidos, que figuran en los registros de proveedores del
Pentágono; una de esas empresas es Iridium, especializada en telefonía
satelital; es proveedora también de la red de aeropuertos
norteamericanos. Los principales accionistas de Iridium son miembros
de la familia Ben Laden; su presidente es hermano del terrorista más
buscado por el gobierno de los Estados Unidos, y su directorio contó
con el apoyo de Washington cuando Iridium intentó ganar en Brasil una
licitación para la compra de sistemas de radar y monitoreo informático
del Amazonas...
A principios de la década del '90 las autoridades financieras
norteamericanas iniciaron una operación agresiva para que buena parte
de los capitales de origen saudita que habían ingresado en la
titularidad compartida de bancos estadounidenses tradicionales, fuesen
adquiridos por accionistas norteamericanos. El traspaso de acciones se
cumplió, pero en la Reserva Federal es vox populi que muchos de esos
nuevos compradores no son más que simples testaferros.
Se sabe, porque los norteamericanos lo han reconocido, que la
organización talibán y el propio Osama ben Laden fueron creados,
entrenados e impulsados por Washington durante los últimos años de la
Guerra Fría. Pero lo que no se ha difundido tanto, aunque la
inteligencia francesa se encarga de expresarlo cada vez que puede -a
medida que París fue perdiendo influencia en Africa- es que la mayor
parte de las organizaciones armadas del fundamentalismo islámico fueron
también creaciones de los Estados Unidos, con el soporte financiero de
Arabia Saudita. Así sucedió en Argelia, en Sudán, en Egipto e incluso
entre los palestinos, para socavar, en este último caso, el poder de
representación de la OLP y de Yasser Arafat...
Los datos de la realidad indican que las aparentemente conflictivas
relaciones de los Estados Unidos con el Islam corren más por los
sórdidos caminos secretos de las pujas financieras y económicas
internacionales, que por enfrentamientos religiosos o culturales.
Sería oportuno recordar aquí que el padre y mentor del actual
presidente norteamericano y algunos de los personajes más
representativos del establishment republicano, actualmente en el
gobierno y en guerra con Osama ben Laden, se reunían y hacían negocios
con su familia después de que fuera hombre de Washington en la guerra
afgano-soviética y aun cuando ya había sido declarado enemigo número
uno de los Estados Unidos. Para ese entonces, los tan siniestros
talibanes también habían perdido el favor de la Casa Blanca, del
Pentágono y de la CIA, tras haber sido aliados y socios de éstos y de
algunas de las empresas petroleras norteamericanas más poderosas.
A esta altura de los acontecimientos, es lícito reiterar la fundada
sospecha de que los atentados sobre Nueva York y Washington podrían
formar parte de una guerra que parece no ser otra cosa que un
enfrentamiento intercorporativo financiero y económico global (...).
¿Alguien lo sabía?
Informaciones procedentes de Nueva York dos días después de los
atentados sostenían que los montos totales a pagar por las aseguradoras
como consecuencia de los ataques a las Torres Gemelas podrían llegar a
los 30 mil millones de dólares, lo que significaría un verdadero crash
para el sector.
Por consiguiente, cualquier inversor en acciones del rubro seguros -
tradicionalmente entre los papeles con menos oscilaciones del mercado-
hubiese querido retirarse antes de los ataques del 11 de setiembre; y
si como publicó el diario argentino La Nación después de los atentados,
las acciones de la aseguradora y las reaseguradoras más grandes habían
caído un 15 por ciento promedio pocos días antes de los atentados, eso
sólo pudo ser posible si los inversores sabían, porque alguien se los
había dicho, que algo catastrófico estaba por suceder.
Esas filtraciones de información solamente pueden originarse en los
escritorios más importantes del mercado bursátil internacional, es
decir en las principales agencias especializadas y entre los grandes
bancos de inversión -que pertenecen a quienes además manejan la suerte
de las economías de los países subdesarrollados, eufemísticamente
llamados mercados emergentes- (...).
Los atentados del 11 de setiembre no provocaron recesión alguna sino
que, por el contrario, permitirán salir de la desaceleración de la
economía iniciada desde el momento en que se pinchó la burbuja
informática. La economía capitalista global dará un salto de
crecimiento porque aquellos ataques terroristas hicieron posible, entre
otras cosas, que el corporativismo financiero internacional acometiera
la operación de lavado más gigantesca de la historia (...).
El establishment político y mediático internacional afirma al unísono
que las organizaciones terroristas se valen del sistema financiero para
sostener sus operaciones. Las fundadas sospechas y los hechos
comprobados que hemos ido anunciando, expresan la hipótesis inversa,
que sostiene que el poder del terrorismo está siendo utilizado como
fuerza de choque, como mano de obra violenta y macabra, por las
facciones financieras en pugna.
Políticas privatizadas
Como consecuencia del proceso planetario denominado globalización -que
no es otra cosa que una versión ulterior a la Guerra Fría del
imperialismo corporativo en el siglo XXI-, los Estados Unidos ya han
privatizado su política exterior, y buena parte de su maquinaria bélica
ha seguido el mismo camino.
Este nuevo escenario debe explicarse en términos teóricos, ideológicos
o estructurales, pero antes puede comprenderse fácilmente -y para no
alejarnos del tema-, describiendo las numerosas conexiones económicas
entre el establishment republicano, más precisamente el clan Bush, con
sus ahora supuestos enemigos (...).
Es así como en 1983 el gobierno estadounidense impulsó una reunión
entre las organizaciones afganas de ideas más extremas, que terminaron
conformando la Alianza Islámica de los Mujahidines Afganos (Iaam).
Pero Washington no sólo apoyó diplomáticamente a la Iaam. Le brindó el
soporte financiero, militar e ideológico suficiente como para enfrentar
y derrotar a los soviéticos. Además de los Estados Unidos,
participaron de la iniciativa Pakistán, gobernado por el general
golpista Mohaminad Zia ul-Hak, y Arabia Saudita, controlada durante
décadas por una familia real corrupta. Para consolidar los intereses
estratégicos norteamericanos en la región, millares de afganos y
paquistaníes fueron entrenados como guerrilleros antisoviéticos,
dirigidos por el ISI, servicio secreto de Pakistán.
Ese clima extremista e intolerante creado por Washington, atrajo a
Osama ben Laden a Afganistán. Osama había sido expulsado prácticamente
de Arabia Saudita, pues se sospechaba que estaba conspirando para
derrocar al gobierno y reemplazar a la casa real en el manejo de los
negocios multimillonarios sauditas, que se reparten entre el petróleo y
la banca de inversiones radicada en los Estados Unidos, y en los
paraísos fiscales controlados por Washington y Londres (...).
Otro cañonazo contra la explicación oficial fue lanzado por Michael
Ruppert, ex miembro de la división antinarcóticos de la policía de Los
Angeles, quien ha dicho que las continuas revelaciones sobre la
complejidad del atentado sugieren recursos logísticos, de inteligencia
y económicos que van más allá de las habilidades conocidas de Ben
Laden. Ruppert sostuvo también que las explosiones sirvieron para
silenciar el escándalo que en condiciones normales hubiera provocado,
el 9 de octubre, una noticia proveniente de una corte de distrito de
Boston, donde el Gold Anti-Trust Committee impulsa una demanda por
manipulación del precio del oro, en la que están involucrados el
Departamento del Tesoro de los Estados Unidos y la firma Goldman &
Sachs.
Además, asegura que hasta febrero de 2001 Afganistán producía cerca del
70 por ciento del opio que se comercializa en el mundo. Ese opio era
transportado a través de los Balcanes, consumido principalmente en
Europa y su venta generaba ganancias directas a las instituciones
financieras y a los mercados de Occidente. Cuando el régimen talibán
destruyó las tres mil toneladas de opio que se almacenaban en el país,
eliminó de un solo golpe una de las principales fuentes de ingresos del
gobierno de Pakistán y convirtió a Ben Laden en material desechable.
También acabó con los miles de millones que son lavados a través de
bancos occidentales y de instituciones financieras rusas vinculadas con
ellos.
Antes del ataque a las Torres Gemelas, el Senado de los Estados Unidos
norteamericano y el propio Fondo Monetario Internacional estimaban que
la cantidad de narcodólares que fluyen hacia Wall Street y los bancos,
oscila entre 250.000 y 300.000 millones de dólares al año...
Plata lavada
Pocas horas después de los atentados contra las Torres Gemelas y el
Pentágono, el gobierno de los Estados Unidos y el conjunto de voceros
del establishment, desde los portavoces de Wall Street hasta la cadena
de televisión CNN, salieron a la arena del discurso para transmitir un
mensaje único -tan monolítico que parecía dictado por una misma voz- y
pretendidamente inequívoco: los trágicos hechos del 11 de setiembre
provocarán recesión y crisis económica...
Amparados en argumentos ridículos como el de la súbita y vertiginosa
caída del empleo en el sector hotelero de Nueva York, la suma de esos
enunciados buscaba convencer por acumulación. Repitiendo el argumento
de la crisis resultante de los atentados, trataban de disimular lo
indisimulable: que la recesión era previa, y por lo tanto que estaban
mintiendo en forma descarada.
A pesar de que el atentado del 11 de setiembre demostró que los Estados
Unidos están más expuestos a ofensivas terroristas de bajo nivel
tecnológico que a la amenaza de misiles de largo alcance, el esquema de
defensa misilística de la administración Bush aprovechará la actitud
proclive y cautiva del Capitolio: 1.300 millones de dólares fueron
aprobados por el Congreso recientemente, sobre un costo total probable
de 240 mil millones de dólares hasta el 2020 (...).
El programa para la fabricación del avión de guerra Osprey V-22 estaría
entre los favorecidos por el nuevo estado de ánimo belicista. Lo
impulsaría Curt Weldon, representante republicano por Pensilvania -sede
de Boeing, donde se construyen los V-22- argumentando que la
posibilidad de los V-22 para volar como avión o como helicóptero es
ideal para desempeñarse en zonas escarpadas y montañosas, como el
terreno afgano. Sin embargo, y más allá de las gestiones de Weldon, el
desarrollo del Osprey ha estado rodeado de escándalos y ha provocado
accidentes en los que han muerto al menos 30 militares norteamericanos.
Entre el petróleo y el ántrax
La caída del régimen talibán y una paz duradera en Afganistán
permitirían, a mediano plazo, desbloquear las rutas del petróleo y del
gas natural del mar Caspio y de Asia Central hacia otros mercados, lo
que no sería una buena noticia para los productores del Golfo Pérsico,
decían los despachos de las agencias de noticias internacionales el 12
de octubre último. Si los Estados Unidos lograran el control de
Afganistán, las empresas norteamericanas podrían desarrollar a pleno el
gran negocio de la construcción de oleoductos y gasoductos sin tener
que atravesar Irán y Rusia, lo que equivale a decir que evitarían
tránsitos largos y por consiguiente más costosos, a la vez que
cumplirían con los designios de los estrategas del Departamento de
Estado y del Pentágono, que no consideran a esos dos países
precisamente como aliados seguros (...).
Guerra bacteriológica
A propósito de laboratorios y de industria farmacéutica, se nos
permitirá una digresión para aproximarnos aunque sea tímidamente a la
posible trama económica del fenómeno que desde octubre de 2001 viene
provocando una ola de terror planetario y que los Estados Unidos
caracterizaron como ataque terrorista bacteriológico, aparentemente
expresado en primera instancia por un mecanismo de contaminación postal
de ántrax.
Aquellas diversificaciones de las empresas de Mahfouz y los Ben Laden,
operaciones cercanas a los intereses corporativos de la familia que
ocupa la Casa Blanca -los Bush-, pueden ser seguidas como pistas para
determinar qué sectores económicos podrían hacer buenos negocios con la
guerra contra el ántrax y otras enfermedades de rápida difusión.
Víctor Ego Ducrot es periodista y escritor. Entre sus obras
constan: Los sabores de la patria, El color del dinero, una inquietante
investigación sobre el lavado de dinero en el mundo, y Los sabores de
la historia. Es además analista de temas internacionales en diversos
medios. El Corresponsal de Medio Oriente y Africa
https://www.alainet.org/es/articulo/105829
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