La catástrofe uruguaya
La carne, todo un símbolo
18/08/2003
- Opinión
El crecimiento de los precios de la carne aparece como otra
muestra de irrealidad de quienes pretenden continuar
ajustando un cinturón que no tiene más agujeros para
reducir su circunferencia. Sin embargo fue tan descomunal
el desaguisado que debieron dejar su concepción ideológica
a buen resguardo y negociar. Es que no advirtieron que el
famoso mercado, que ellos utilizan en una sola dirección,
esta vez jugó en contra.
La situación vivida tiene también vinculación con la
política salarial del Estado que impone por ejemplo en
Salud Pública que haya médicos y funcionarios con sueldos
de 3.500 pesos (120 dólares), nivel que se repite en otros
organismos públicos (maestros, policías, soldados y la
mayor parte de la llamada Administración Central) y que se
traslada cómo no podía ser de otra manera a la actividad
privada, la que sufre un aplastamiento salarial que se
puede medir en años de vigencia.
El ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, que
sorprendentemente ostenta un título de ingeniero agrónomo,
cuando se le consultó sobre las medidas a adoptar para
revertir una situación que es catastrófica, no sólo para la
población sino para toda la cadena a la que está vinculada
la comercialización de este producto (frigoríficos,
carnicerías, transportadores, restaurantes, etc.), afirmó
que no había nada que hacer, que esta situación era el
producto de la oferta y la demanda. ¡Cuánta "sanata
neoliberal" hay en esa afirmación de contenido además
irrelevante que, obviamente, no tiene en cuenta elementos,
incluso algunos que están vinculados a la esencia misma de
la labor de gobernante.
Y por ello es bueno que se defina. ¿Cuál es la
obligación que le cabe a un ministro o al propio Presidente
de la República? ¿Velar por la aplicación de las más
sectarias e inaplicables, además de tardías, teorías sobre
el mercado, provenientes de los teóricos de la
globalización del capital monopólico?, o, en definitiva,
¿actuar, como dice la Constitución de la República, a favor
del bien y la felicidad de los habitantes del país?
El tema de los precios de la carne que, para que
ningún despistado piense otra cosa, fueron más altos en el
pico de la crisis en los mostradores de las carnicerías
uruguayas (casi el doble), de lo que se paga en las
brasileñas y en las argentinas. Se vivió una situación
producto de una total falta de control sobre parte de una
industria que carece de parámetros y de reflejos sociales,
a la que sólo le importa el lucro. Aunque en esta ocasión
se pasó de la raya detonando una bomba, en base a una
voracidad insólita, junto a lo que queda de la desplumada
gallina de los huevos de oro. Destruir totalmente el
mercado interno de la carne, hacer desaparecer sus bocas de
expendio, es una posición tan irracional como suicida que
llevaría a la propia industria de la carne a contentarse
sólo con los beneficios cortoplacistas de una mejor
exportación. Por supuesto que no es posible que pretendamos
que el gobierno de Jorge Batlle, y menos su equipo
económico, adoptaran racionales políticas destinadas a
morigerar los precios. Podrían haber creado stocks
reguladores, tampoco se les ocurrió achicar la carga
impositiva medida que no se tuvo en cuenta, aunque en esta
oportunidad la caída de las ventas convertían a esa
recaudación en inexistente. Además, si no visualizaban como
adecuadas las medidas anteriores, podrían haber intentado
una negociación.
En un país donde el PBI cayó en 10 mil millones de
dólares, en que el gobierno utilizó alrededor de 1.400
millones de dólares para asistir a cuatro bancos que
terminaron fundiéndose, que paga los sueldos más bajos de
la región, que tiene un mercado interno que se ha reducido
prácticamente a la mitad y sin que se haga absolutamente
nada para mejorar la ecuación de una economía que carece
totalmente de sustento, el futuro aparece plagado de
nubarrones.
La palabra "reactivación" no debe estar en el
diccionario que utilizan estos señores. El tema de la carne
es absolutamente sintomático, como lo es también el de las
tarifas públicas sobre las cuales se anuncia un nuevo
incremento acordado con el FMI que regiría a partir de
setiembre. Se sigue apretando un torniquete sobre los
bolsillos de la gente, aunque estos estén exhaustos. Si
sube de nuevo la nafta, el teléfono, la energía, ¿cree
realmente el gobierno que ello contribuirá a hacer crecer
la inflación tal como lo acordado con el FMI con el
objetivo de licuar endeudamiento interno? ¿No ocurrirá como
hasta ahora, que aumentará la morosidad, se consumirá y
recaudará menos y aumentará el déficit fiscal?
Y qué decir del tema salarial. Mientras el ministro de
Salud Pública les ofrece un aumento de 500 pesos a los
funcionarios que ganan 3.500, y tiques de alimentación a
los médicos, el gobierno sigue admitiendo contratos de obra
y sueldos insólitos de gerentes-directores de empresas,
enteramente de capital estatal, que en tan sólo un mes
ganan lo que 223 funcionarios de Salud Pública. Claro, el
argumento del gobierno es que esos sueldos existen porque
si no, esos "genios", generalmente banqueros provenientes
de los bancos fundidos, se irían a la actividad privada.
Por supuesto que ese es otro dislate, porque tenemos
muy buenos ejemplos de importantes científicos, médicos,
economistas, docentes, que por no tener solo el objetivo
del lucro siguen cumpliendo sus funciones pagadas con
sueldos ruinosos, como por ejemplo quienes hacen ciencia en
la Universidad de la República o el Instituto "Clemente
Estable", también muchos médicos de la propia Salud
Pública, que siguen trabajando por el país y su gente.
Esperemos que todas esas cosas que se sostienen desde
el gobierno sigan presentes cuando el país, que sigue
hundido en la miseria, deba enfrentarse a nuevas
contingencias adversas que, evidentemente, se avecinan. La
estabilidad del sistema financiero sigue sin aparecer y ya
se detecta como muchas de las afirmaciones que realizan los
miembros del equipo económico de gobierno no son más que
expresiones de deseo que la realidad está desmintiendo.
El permitir que la carne quedara fuera del mercado
interno en Uruguay es tan sólo un eslabón más de esa
seguidilla de desaciertos, propios de un gobierno
deficiente que, además, no entiende que debe velar,
fundamentalmente, por su pueblo. Por todos los uruguayos.
* Carlos Santiago. Secretario de redacción de Bitácora.
Uruguay.
https://www.alainet.org/es/articulo/108105
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