Un Plan Marshall para América Latina?

29/01/2004
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En el cierre de la última Cumbre de las Américas realizada en Monterrey, el presidente argentino aprovechó para afirmar que es necesario que "América mire a América", a la vez que reclamó la aplicación de una suerte de Plan Marshall en la región latinoamericana. De esta forma Kirchner volvió la atención sobre un aspecto clave para nuestro ámbito regional, cual resulta ser el fuerte endeudamiento externo y los programas de cancelación de deuda. Y sobre esa problemática reconoció que "el continente americano necesita de la ayuda de Estados Unidos para su desarrollo y crecimiento sustentable". La invocación del Plan Marshall no fue casual. Corría junio de 1947, cuando el secretario de Estado George C. Marshall dio una conferencia en la Universidad de Harvard y presentó el esquema del programa general de ayuda que después llevaría su nombre. Europa, todavía devastada por la guerra, había sobrevivido a uno de los inviernos más crudos que se hayan registrado. El panorama no podía ser peor: nada que vender o exportar para obtener dinero y con gobiernos democráticos socialistas que en su mayoría no estaban dispuestos a adoptar las propuestas draconianas que formulaban los economistas clásicos. Inspirado en razones humanitarias y, simultáneamente, con el objetivo de detener la expansión potencial del comunismo hacia Occidente, los Estados Unidos ofrecieron hasta 20.000 millones de dólares para apoyar la reconstrucción europea, con la única condición de que los destinatarios se unieran y trazaran un plan racional sobre cómo usar la ayuda. En aquel día de verano de 1947, Marshall trazó un camino que, en sus propias palabras, "... no se dirige contra algún país o doctrina, sino contra el hambre, la pobreza, la desesperación y el caos. Su propósito debe ser el resurgimiento de la economía trabajadora en el mundo para permitir el surgimiento de condiciones políticas y sociales en las que puedan existir instituciones libres.... Cualquier ayuda que este gobierno pueda ofrecer en el futuro debe proporcionar una cura más que un mero paliativo". El Plan Marshall también benefició a la economía estadounidense. El dinero se usó para comprar bienes a los Estados Unidos, los que fueron transportados a través del Atlántico en barcos de la Marina Mercante de ese país. Y tan importante fue la ayuda que para 1953 habían enviado 13.000 millones de dólares hacia Europa, que ya para entonces iniciaba su resurgimiento económico. El discurso de Kirchner y su evocación al Plan Marshall subrayó el carácter sistémico e interdependiente del proceso de endeudamiento y cancelación, así como el espíritu que llevó a los gobernantes de Estados Unidos a ayudar a Europa una vez finalizada la II Guerra Mundial. En ese marco, apeló al actual criterio de compensación que postula el perdón de la deuda en otras latitudes y a la posibilidad de obtener una rebaja sustancial de los montos e intereses adeudados. En ese sentido y con igual espíritu negociador, el ministro de Educación, Daniel Filmus, cosechó un amplio respaldo de sus pares de todo el continente con su propuesta de canjear parte de la deuda externa por inversión en educación. Sucedió durante la III Reunión de Ministros de Educación de las Américas, que se realizó en México en agosto del 2003. La propuesta prevé que un porcentaje de entre el 3 y el 5% de los servicios de la deuda con los organismos multilaterales de crédito "sea utilizado para poder financiar la deuda interna, la que se tiene con los chicos que no tienen acceso a la educación o que necesitan de apoyos especiales para poder terminar su formación". La idea había surgido a partir de una campaña lanzada por Unicef destinada a preservar "fondos sociales y educativos en la negociación de la deuda". Estos planteos efectuados por la administración argentina resultan el correlato perfecto de la presión con la que desde Washington se cuestiona la deuda externa de Irak respecto de Francia, Alemania y Rusia. Para ello argumentan que se trata de una deuda odiosa, asumida por un dictador -Saddam Hussein- en beneficio personal o del régimen, y que poco de lo recibido ha servido para fortalecer el capital social o la infraestructura general del país. Es decir, atacan la legitimidad del tomador de deuda para de ese modo lograr una reducción del capital y de los intereses en cabeza de ese neoprotectorado a su cargo que, hoy por hoy, es Irak. Cosa parecida, desde nuestro sur, es afirmar la nítida relación existente entre la deuda externa y el desarrollo de los países periféricos, de modo tal que el cumplimiento de las obligaciones pendientes no contribuya a la miseria colectiva y se realice preservando los intereses generales de la población. Seguro que George C. Marshall lo vería con buenos ojos.
https://www.alainet.org/es/articulo/109314
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