Los cabrones de Bush
05/11/2004
- Opinión
"Me asombra la estupidez generalizada"
Javier Marías Ya usted lo sabe: los credos no necesitan de la realidad como referencia; las ideologías funcionan por sí solas (mucho mejor si se las condena con el ardid de un discurso "independiente"). Por eso en muchas discusiones se vuelve ocioso invocar los hechos o reclamar el testigo de la vida para dotar de alguna verosimilitud lo que se dice, lo que se intenta sostener. Es justamente lo que ocurre con el régimen argumentativo de la derecha en el mundo: lo que efectivamente ocurre es sistemáticamente escamoteado por la retórica del poder, por los discursos autorizados, por las posturas "políticamente correctas". Pero es todavía más revelador de las tretas discursivas de la derecha su incorregible propensión a confundir "el mundo" con su mundillo particular; "los valores" con su peculiar manera de valorar las cosas; "la verdad" con sus específicos e intransferibles intereses. De esa simpática confusión se nutren grandes filosofías políticas, brillantes carreras intelectuales y tantas otras patrañas existenciales. De poco servirá la evidencia de los hechos de la vida de millones de seres humanos puesto que los "hechos" son después de todo convenciones linguísticas armadas por ellos mismos. Así las cosas, la derecha tiene asegurados de antemano dos pequeños detalles: la "verdad" de sus argumentos y la bondad de sus posiciones. De allí en adelante las maromas intelectuales pueden multiplicarse infinitamente…a condición de reproducir esa lógica discursiva y su conexión política con la cultura dominante. En eso consiste básicamente la operación de la fauna ideológica de la derecha en el mundo. Todo lo demás son variantes sobre lo mismo. Es ese precisamente el trasfondo ético-epistémico del modo de razonar de apologetas como Mario Vargas Llosa. Todo lo que desde allí se diga está automáticamente revestido de "verdad" y de "justeza". Vamos, que este tío no se ha inventado nada. Esta maquinaria cultural funciona así desde hace siglos. Muchos de estos intelectuales conservan el mínimo rubor para abstenerse de aparecer asociados impúdicamente a la idiotez de los Busch o a la inmundicia del racismo. Pero en el fondo abrazan con gran fervor toda esa mercadería ideológica que exhibe el neoliberalismo como perfil. Repiten con gran facilidad las pamplinas sobre la globalización, la ayuda humanitaria y la lucha contra el terrorismo. Toda una amalgama ideologizada que confunde deliberadamente los intereses palpables de grupos, élites y sectores bien identificados con ficciones gramaticales como "la humanidad", "Occidente" o "la democracia". Mientras la crisis permanezca en una zona gobernable este pensamiento único puede disfrazarse de democrático y adoptar poses heterodoxas. Pero tan pronto las cosas se sinceran, entonces aparece al desnudo la quintaesencia de la reacción: su articulación orgánica con el sustrato más decadente del conservadurismo reinante. No importa el asunto que se discuta, usted descubre de inmediato el tufillo reaccionario del discurso. Igual da un debate político, estético o medio- ambiental: el tono de la derecha es siempre el mismo, oponerse por principio a todo cuanto huela a cambio. *) A propósito del artículo de Mario Vargas Llosa: "Las putas tristes de Fidel" ("El País", Madrid 31/10/2004)
Javier Marías Ya usted lo sabe: los credos no necesitan de la realidad como referencia; las ideologías funcionan por sí solas (mucho mejor si se las condena con el ardid de un discurso "independiente"). Por eso en muchas discusiones se vuelve ocioso invocar los hechos o reclamar el testigo de la vida para dotar de alguna verosimilitud lo que se dice, lo que se intenta sostener. Es justamente lo que ocurre con el régimen argumentativo de la derecha en el mundo: lo que efectivamente ocurre es sistemáticamente escamoteado por la retórica del poder, por los discursos autorizados, por las posturas "políticamente correctas". Pero es todavía más revelador de las tretas discursivas de la derecha su incorregible propensión a confundir "el mundo" con su mundillo particular; "los valores" con su peculiar manera de valorar las cosas; "la verdad" con sus específicos e intransferibles intereses. De esa simpática confusión se nutren grandes filosofías políticas, brillantes carreras intelectuales y tantas otras patrañas existenciales. De poco servirá la evidencia de los hechos de la vida de millones de seres humanos puesto que los "hechos" son después de todo convenciones linguísticas armadas por ellos mismos. Así las cosas, la derecha tiene asegurados de antemano dos pequeños detalles: la "verdad" de sus argumentos y la bondad de sus posiciones. De allí en adelante las maromas intelectuales pueden multiplicarse infinitamente…a condición de reproducir esa lógica discursiva y su conexión política con la cultura dominante. En eso consiste básicamente la operación de la fauna ideológica de la derecha en el mundo. Todo lo demás son variantes sobre lo mismo. Es ese precisamente el trasfondo ético-epistémico del modo de razonar de apologetas como Mario Vargas Llosa. Todo lo que desde allí se diga está automáticamente revestido de "verdad" y de "justeza". Vamos, que este tío no se ha inventado nada. Esta maquinaria cultural funciona así desde hace siglos. Muchos de estos intelectuales conservan el mínimo rubor para abstenerse de aparecer asociados impúdicamente a la idiotez de los Busch o a la inmundicia del racismo. Pero en el fondo abrazan con gran fervor toda esa mercadería ideológica que exhibe el neoliberalismo como perfil. Repiten con gran facilidad las pamplinas sobre la globalización, la ayuda humanitaria y la lucha contra el terrorismo. Toda una amalgama ideologizada que confunde deliberadamente los intereses palpables de grupos, élites y sectores bien identificados con ficciones gramaticales como "la humanidad", "Occidente" o "la democracia". Mientras la crisis permanezca en una zona gobernable este pensamiento único puede disfrazarse de democrático y adoptar poses heterodoxas. Pero tan pronto las cosas se sinceran, entonces aparece al desnudo la quintaesencia de la reacción: su articulación orgánica con el sustrato más decadente del conservadurismo reinante. No importa el asunto que se discuta, usted descubre de inmediato el tufillo reaccionario del discurso. Igual da un debate político, estético o medio- ambiental: el tono de la derecha es siempre el mismo, oponerse por principio a todo cuanto huela a cambio. *) A propósito del artículo de Mario Vargas Llosa: "Las putas tristes de Fidel" ("El País", Madrid 31/10/2004)
https://www.alainet.org/es/articulo/110845
Del mismo autor
- La gobernanza se construye 07/03/2013
- Religión y política: ¡Peligro! 25/02/2013
- Por una izquierda subversiva 18/02/2013
- La salud de Chávez 09/12/2012
- Sin pensamiento crítico… 26/11/2012
- Redes: partido, movimientos, comunidades 12/11/2012
- Pensar desde la izquierda 06/11/2012
- Rebelión en la izquierda 06/11/2012
- Lo más difícil es transformar 10/06/2012
- La izquierda de Pepe Mujica 03/06/2012