Un tribunal de conciencia para Irak
16/08/2005
- Opinión
Luego de 20 audiencias practicadas en distintas ciudades del mundo, 55 testimonios recibidos y centenares de documentos analizados, el Tribunal Mundial sobre Irak dio a conocer semanas atrás las conclusiones a las que arribó.
Su trabajo se inspiró en la labor desarrollada por el Tribunal Bertrand Russell, creado a instancias de ese filósofo británico para investigar los crímenes cometidos durante la guerra de Vietnam (1964-1975).
También en lo actuado por el Tribunal Permanente de los Pueblos que, reunido en París en abril de 1984 e integrado por personalidades vinculadas con el derecho internacional y con la protección de los derechos humanos -el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, entre otros-, analizó el proceso genocida sufrido por el pueblo armenio entre los años 1915 y 1917.
La constitución del Tribunal Mundial sobre Irak data del año 2003 y fue producto de la iniciativa de varios organismos y actores. Entre aquéllos se destacan activistas, periodistas y testigos presenciales de la guerra, además de reconocidos pensadores como Noam Chomsky, Arundhati Roy, Eduardo Galeano y John Berger.
La lista abarca también a disidentes de organismos internacionales, como Denis Halliday, ex coordinador humanitario de la ONU en Irak y ex administrador del programa Petróleo por Alimentos. También a un reconocido experto de derecho internacional de origen norteamericano, como resulta ser el profesor emérito de la Universidad de Princeton, Richard Falk.
El propio Falk se encargó de señalar que el Tribunal "adquiere un sentido de urgencia por el hecho de que la gente muere y sufre a diario en Irak. Este no es un encuentro académico de expertos. Es, sobre todo, una expresión de la democracia popular, de la conciencia ética de qué está bien y qué está mal en la política internacional, y una expresión de resistencia a lo que se reconoce como un proyecto estadounidense por dominar al mundo".
Se trata, en palabras del prestigioso profesor, de "un intento de oponer a la globalización empresarial una globalización moral, que funcione bajo la creencia de que ningún Estado ni líder está por encima de la ley en asuntos de guerra y paz".
Al término de tres días de audiencias, el Tribunal, presidido por la novelista india Arundhati Roy, recomendó la realización de una "investigación exhaustiva respecto de los responsables de crímenes de agresión y contra la humanidad en Irak, comenzando por el presidente estadounidense y el primer ministro británico".
Y condenó moralmente a esos dos gobiernos por planear, preparar y librar la guerra de agresión, contraviniendo los estatutos de las Naciones Unidas y los principios de derecho internacional consagrados desde Nüremberg hasta la fecha.
Señaló también que existe una indisimulable responsabilidad por el hecho de tomar como blanco a la población civil; por usar la fuerza en forma desproporcionada y valerse de armas prohibidas, como el uranio empobrecido; así como en razón de los muchos casos de torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes que han sido constatados desde el comienzo de la invasión.
El Tribunal, asimismo, criticó el rol desempeñado por el Consejo de Seguridad de la ONU, puesto que omitió adoptar medidas que hubieran podido proteger a Irak e impedir que Estados Unidos y Gran Bretaña llevaran a cabo bombardeos ilegales, con franco perjuicio para civiles amparados por las convenciones de Ginebra.
Cuestionó, además, a los medios masivos de comunicación que difundieron deliberadas falsedades dirigidas a favorecer el ataque sobre Irak. Entre aquéllas, mencionó al influyente "The New York Times", y en particular a la reportera Judith Miller, por promover mentiras acerca de la existencia de armas de destrucción masiva.
Si bien de carácter ético y extrajudicial, el pronunciamiento del Tribunal Mundial sobre Irak constituye un llamado de alerta respecto de los abusos en los que incurren los actuales gobiernos de los Estados Unidos y el Reino Unido. Y, sobre todo, acerca de la creación de un estado de excepción permanente, con la derogación de todo un catálogo de derechos construidos desde la segunda posguerra hasta nuestros días.
Susan Sontang, otra gran crítica de la aventura en Irak, solía decir que la ilustración de un infierno nada dice sobre cómo sacar a la gente de las llamas. Pero que, sin embargo, resulta un bien en sí mismo reconocer la dimensión que asume la maldad, ampliando así nuestra noción de cuánto sufrimiento a causa de la perversidad humana hay en el mundo.
https://www.alainet.org/es/articulo/112751
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