No somos lo que tenemos
17/09/2005
- Opinión
El consumismo vertiginoso de la sociedad actual nos está aislando. La
frustración asola a gente con buenas familias, amigos, buena salud y
todas sus necesidades básicas, además de infinidad de cosas que no
necesita. Este consumismo no es sino una muestra de insatisfacción e
infelicidad.
Pocas veces se cuestiona la raíz de nuestro malestar. La sociedad
corre tan rápido que nos deja poco tiempo para plantearnos
alternativas y para darnos cuenta de que somos seres afortunados y que,
con tanta miseria a nuestro alrededor, podríamos salir de nuestro
autismo y arrimar el hombro a los más necesitados. El individualismo
egoísta nos empuja hacia el consumo y nos aleja de las personas. Nos
hace insolidarios.
Decir que lo material no asegura una vida plena no denota cursilería
ni un idealismo absurdo. Vemos a gente vivir sin sentido en medio de
sociedades que viven en la abundancia. Llamamos "problemas" a muchos
monstruos que creamos con la colaboración de una publicidad engañosa y
la presión de una sociedad salvajemente competitiva. El modelo
consumista de hoy nos impide ser nosotros mismos y buscar nuestra
felicidad.
Este modelo está diseñado para que todos tengamos la misma apariencia,
que pensemos igual, que tengamos las mismas necesidades materiales y
siempre que sintamos que no tenemos suficiente. Esta homogeneidad
nauseabunda nos recuerda la obsesión soviética por la uniformidad. La
diferencia es que, en nuestra sociedad occidental, democrática y
capitalista, somos lo que tenemos.
Nos bombardean con anuncios publicitarios de comida basura hasta que
creemos que tenemos hambre. Después comemos esa insulsa comida
acompañada de una Coca Cola extra grande, toda una carga de
carbohidratos que nos drena la energía y nos llena de grasa. Nos
inmoviliza.
Después de este abuso llega la culpa y el malestar. Nos bombardean
con imágenes de modelos que tienen cuerpos y caras sin imperfección
alguna. Ignoramos que los expertos en imagen pueden hacer maravillas,
que la tecnología audiovisual hace desaparecer cualquier imperfección.
El mensaje queda claro: tenemos que vernos así. Nos observamos en el
espejo y vemos que queda un largo recorrido. Es preciso ahora comprar
una serie de productos para bajar de peso, desde inútiles aparatos de
abdominales hasta productos "naturales" para quemar grasa,
medicamentos cuyos efectos secundarios desconocemos. O ir al médico e
incluso conseguir los medios para pagar una liposucción.
Esta constante presión provoca anorexia, bulimia, obesidad y lleva a
las personas a la locura. ¿Adónde nos están arrastrando? ¿Quién se
beneficia? La industria farmacéutica tiene una fuente inagotable de
dinero con tanta obesidad y desórdenes alimenticios. Los doctores
tienen asegurados miles de pacientes. McDonald's seguirá haciendo
"sonreír" a millones de seres durante lustros si todo continúa como
hasta ahora.
El modelo consumista beneficia a los gigantes multinacionales, cuya
riqueza supera el PIB de muchos países y, por tanto, amenaza la
soberanía de los pueblos. Logran sus objetivos a costa nuestra y,
aunque parece que somos indiferentes, en realidad no nos damos cuenta
por la velocidad de la vida "moderna". La abundancia de productos en
el mercado nos abruma y nos deja desprotegidos, con la sensación de
que nunca tendremos suficientes cosas si no seguimos consumiendo.
El PNUD ya nos anunciaba en 1998 los niveles de consumo de nuestras
sociedades: cada año, se gastan en EEUU cerca de 8.000 millones de
dólares en cosméticos; en Europa, 11.000 millones en helados, 50.000
millones en cigarrillos, 105.000 millones en bebidas alcohólicas y
400.000 millones en narcóticos; en Europa y Estados Unidos, 12.000
millones en perfumes y 17.000 millones en comida para mascotas. PNUD
calculó que se necesitaban 40.000 millones de dólares anuales durante
diez años para cubrir las necesidades básicas de todos los seres
humanos. Si elegimos seguir una vida de consumismo ciego en una
burbuja rosa, al menos reconozcamos que no nos costaría nada ayudar a
otros seres humanos a cubrir sus necesidades básicas. Es posible y es
necesario.
- Carlos Miguélez es periodista. Artículo tomado del Centro de
Colaboraciones Solidarias, ccs@solidarios.org.es, Madrid.
https://www.alainet.org/es/articulo/112999?language=en
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