Dónde está la periodista Karen Hughes?

03/04/2006
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Cada día que pasa Estados Unidos levanta su apuesta de amenazas contra Irán. A las ya conocidas mentiras groseras con que se montó la invasión a Irak, ahora se agregan, pues, las que intentarán justificar un ataque a Irán. De la misma manera como hace unos cuantos años, sobre la base de informaciones falsas, EE.UU. decidió atacar Vietnam. Y así otras invasiones. Históricamente EE.UU. apeló a la mentira para intentar enmascarar detrás de ella su voracidad imperial; para justificar -o pretender justificar- humillaciones a pueblos enteros, violaciones a los derechos humanos, desapariciones y asesinatos de luchadores populares. Y, de seguido, o al mismo tiempo, junto a todo eso: ha hecho y hace el gran negocio de la industria armamentística, los grandes negocios inmobiliarios, los grandes negocios de la industria cultural de masas, los grandes negocios de la información y la comunicación. Mucho más en estos tiempos en los que, según se sostiene, “la información es poder”. Contrariando, con datos inapelables, a quienes han sostenido que EE.UU. no siempre ha tenido una política exterior de carácter imperialista, el periodista y escritor argentino, ya fallecido, muy amigo de la FELAP, Gregorio Selser, decía que: “desde los tiempos de los Padres Fundadores de Estados Unidos hubo una política exterior definida e implacable que atendió permanentemente y premeditadamente a sus intereses de expansión primero y, subsiguientemente, de dominación y hegemonía”. Bien, además de preguntar dónde está Karen Hughes y qué hace dicha periodista o qué hacen con ella; vale preguntarse si nuevamente los periodistas incrustados en las filas de los invasores repetirán -ahora en Irán- la experiencia de Irak. Seguramente harán, al igual que en Irak, lo que disponga el Pentágono y la Casa Blanca, y, también seguramente, volverán a llenarse la boca hablando de periodismo independiente, de democracia informativa, de pluralidad informativa y de ética profesional. No se trata de que yo haya venido esta mañana a analizar con ustedes pura y exclusivamente el comportamiento de la máxima potencia imperialista que recuerde la historia de la humanidad. Se trata, sí, de hablar de comunicación y periodismo dentro de un contexto internacional determinado por un proceso en el cual la humanidad y el planeta mismo están a riesgo de desaparecer, si periodistas -y no periodistas- no hacemos algo para detener esta demencial concepción guerrerista de los Estados Unidos. Esta implacable política exterior de una maquinaria bélica y de una comunidad de negocios de alcance transnacional, que rinde tributo a Estados Unidos, potencia lanzada a devorárselo todo en el menor tiempo posible. Es necesario hacer lo que haya que hacer para impedir que la información, la comunicación, el periodismo y determinados periodistas, continúen esta línea irracional, ajustada al proyecto de dominación global que pretende convertir a este siglo en el siglo norteamericano. La cuestión a atender consiste en tratar de impedir que las cabezas y terminales tecnológicas sean norteamericanas; que las cabezas y terminales informáticas sean norteamericanas; que las cabezas y terminales económico-financieras sean norteamericanas, que la cultura, el entretenimiento, el petróleo, el gas, el agua y la vida misma sean norteamericanos. Y una forma de procurar detener esta locura consiste en ser rigurosos con nuestras investigaciones, con nuestras denuncias y con nuestras propuestas organizativas. Actuemos, con rigurosidad y sentido crítico, “En Defensa de la Humanidad”. Ustedes se preguntarán a cuento de qué esta exposición está encabezada con la pregunta ¿Dónde está la periodista Karen Hughes? No pierdan cuidado, la pregunta tiene su razón de ser. Pero antes de ir al punto, reitero que me parece oportuno no olvidarse de los periodistas “incrustados” en el frente de las tropas que invadieron Irak. Es necesario no perderlos de vista, aunque más no fuere para decirnos que ninguno de ellos tiene autoridad para hablarnos de ética profesional y de derechos humanos. Ni ellos, ni quienes por las grandes cadenas mediáticas, alentaron, desde Estados Unidos y desde distintos países, de manera expresa o subliminalmente, la invasión a Irak y lo que esa invasión trajo como consecuencia: la matanza de miles y miles de hombres, mujeres y niños. Las vejaciones en masa, las torturas, las humillaciones, la degradación de la condición humana. Eso mismo que hoy todo el mundo sabe y ya nadie puede negar, ocultar, ni desmentir. Ninguno de esos periodistas, ni sus patrones -los dueños de los grandes medios de comunicación a escala internacional- podrían argumentar hoy, con el mismo desparpajo que lo hicieran ayer, una sola de las palabras dichas en momentos en que se avanzaba sobre Bagdad. Ninguno de esos periodistas tiene hoy ninguna autoridad moral, ni profesional, para continuar con aquellos discursos en la supuesta defensa de los derechos humanos, mientras -ahora mismo, hoy mismo, a esta hora en que nosotros estamos en esta sala- en Irak se torturan y se matan familias enteras, en nombre de la democracia occidental. Ninguno de aquellos periodistas podría explicar ahora nada sobre ética profesional, sobre el servicio social del periodismo, sobre el compromiso con la verdad. Entre otras cosas, porque no hay, como no lo había ayer, ningún indicio de que en Irak se fabricaran armas químicas, principal argumento esgrimido por la Casa Blanca y el Pentágono -y repetido por el periodismo cómplice- para justificar la invasión. ¿Por qué esos mismos periodistas y sus mandantes -los dueños de la comunicación transnacional- no se preguntan nada acerca del fabuloso arsenal nuclear que posee Estados Unidos? ¿Con qué derecho Estados Unidos sí y los demás no? Es parte del abecé periodístico hacer tan elemental pregunta: ¿Por qué Estados Unidos sí y los demás no? Una elemental pregunta que cualquier estudiante de comunicación se formularía en los primeros pasos de su aprendizaje. Una pregunta que jamás sale al aire. Una pregunta que no se hace. Que nunca se hace. Sé que ustedes saben que no estoy hablando apenas de la invasión a Irak y las amenazas de Estados Unidos contra Irán. Estoy intentando que no veamos a los periodistas como una corporación uniforme a defender a libro cerrado. Estoy hablando de la información y la comunicación puesta al servicio de satrapías contra la inmensa mayoría de la humanidad y estoy hablando del periodismo mercenario que obedece órdenes al servicio de la guerra, la tortura, de una mayor explotación y exclusión social; al servicio de la mentira organizada y de la consolidación de una sociedad injusta e inhumana. Estoy hablando, también, de periodistas que se han constituido en verdaderos operadores políticos de los dueños de grandes centros de poder económico, financieros, armamentísticos y mediáticos. Karen Hughes es periodista. Y su principal tarea, de un tiempo a esta parte, es montar una imagen de George Bush en la que se lo pueda reconocer a éste como a un estadista preocupado por el destino del mundo. Esa es una de sus principales tareas. Karen Hughes es la periodista que hace unos meses fuera nombrada subsecretaria de Estado para Diplomacia Pública de Estados Unidos y en calidad de tal dice cosas como las siguientes: “Yo estuve muy inspirada por su vida personal -se refiere a la recientemente asumida presidente de Chile, Michelle Bachelet- particularmente cuando uno piensa en la guerra contra el terrorismo. Aquí tenemos una mujer que ha tenido que lidiar con tanto odio y tanta violencia en su vida. Su padre fue encarcelado y torturado y murió en prisión. Ella y su madre también fueron encarceladas y torturadas. Yo muchas veces digo que la manera de vencer el odio en el mundo es a través de la esperanza y eso es, obviamente, el mensaje del presidente”. Vayamos por partes: Hughes quiere, admira y respeta a Bachelet. Supongamos que sea cierto. Hughes maquilla a Bush para que los pueblos puedan asimilarlo. Eso es así, es cierto. Hughes intenta levantar puntos en favor de Estados Unidos. Eso también es cierto. El padre de Michelle Bachelet fue torturado y muerto en prisión, la madre fue torturada en prisión y la misma Michelle Bachelet fue encarcelada y torturada. Todo a raíz del golpe militar contra el gobierno del presidente Salvador Allende, asesinado en el Palacio de la Moneda. Golpe militar que, como se supo a partir de todo tipo de denuncias certificadas durante más de treinta años, tuvo involucrados desfachatadamente a la CIA, el Pentágono y a la propia Casa Blanca. ¿Cómo se explica que la Hughes se exprese en esos términos, obviando el dato central de aquella historia en la que se torturó a decenas de miles de personas, se desaparecieron a miles de personas y se asesinaron a miles de personas, a partir de un plan de exterminio, en el que Estados Unidos estuvo comprometido y metido hasta los tuétanos? Cómo pretende Karen Hughes menospreciar nuestra inteligencia, subestimar a pueblos enteros, cincelando un nuevo Bush y diseñando en abstracto un nuevo Estados Unidos, si en este caso puntual ella pertenece a la familia política e ideológica del verdugo, del victimario, y la Bachelet a una familia y a un pueblo que han sido víctimas del Terrorismo de Estado, implementado por la oligarquía chilena, las fuerzas armadas chilenas y la casa matriz de todos los golpes de Estado producidos en nuestro continente: Estados Unidos. Las criminales dictaduras militares de nuestro continente fueron apoyadas ideológicamente, sostenidas financieramente y educadas militarmente, por Estados Unidos. Y todas ellas pusieron a los medios de comunicación a barrer la basura debajo del felpudo. A alentar lo que ocurría, a desinformar sobre lo que ocurría, a mentir. ¿De qué habla la periodista Karen Hughes, en su, cuando menos, imprudente intento de pretender tapar el sol con un dedo? Está claro que la suya es una tarea de complicidad insoslayable e indisimulable con el Terrorismo de Estado aplicado por EE.UU.. Y es tan así que prefiere hablar de futuro, de un futuro impreciso: “la imagen que queremos proyectar al mundo es el punto de vista mayoritario, el cual es: que deseamos la libertad y la libre expresión, y la libertad de organización y asociación, y la oportunidad de participar y vivir vidas dignas (…) lo importante es mirar hacia el futuro, no hacia el pasado”. Pero, por otra parte, Karen Hughes no sólo está donde está con el fin de maquillar al troglodita Bush, sino con la misión de que Estados Unidos recupere algo de lo mucho que ha perdido en materia de consenso internacional. Su trabajo prioritario es revertir el expandido y cada día más profundo sentimiento anti-norteamericano que se respira en muchos lugares del mundo y, muy especialmente, en Latinoamérica. Esa es su principal tarea. Convencer, convencernos de que Estados Unidos quiere que “los beneficios de la democracia lleguen a todo el mundo y demostrarle al pueblo que tenemos un sentido de justicia social y que los pobres pueden ser incluidos en el ciclo de la oportunidad”. En Estados Unidos hay cuarenta millones de pobres que nunca, jamás, fueron incluidos en el “ciclo de la oportunidad”, en su propia casa. Cuarenta millones de pobres en el país que este año, según se sabe, dispondrá de 600 mil millones de dólares para la guerra. 600 mil millones de dólares. Aproximadamente unos 50 mil millones más de los que ya utilizó en el año 2005. Como podemos apreciar, nosotros, quienes pertenecemos a la FELAP, y aquéllos que no están dentro de la FELAP; nosotros, como periodistas, pero, por sobre todo, como hombres y mujeres que no renunciamos a la dignidad, estamos ante el gran desafío de defender la vida y no tan sólo la profesión. Defender la vida frente a la mentira y la barbarie organizadas. Desde la profesión y sin ella, debemos redoblar nuestros esfuerzos “En Defensa de la Humanidad”. Es parte de nuestra labor, entonces, profundizar estrategias organizadas que, como sostenía el intelectual Pierre Bourdieu, nos permitan “…revelar los mecanismos de censura invisible que se ejercen día a día para impedir que se construyan a tiempo los análisis de las estrategias colectivas…” . Y aquí cabe citar a otro importante intelectual comprometido con la lucha “En Defensa de la Humanidad”, me refiero a Pablo González Casanova, él dice: “Si desde 1980 y aún antes, el pensamiento crítico hizo un claro diagnóstico de los inmensos males que el neoliberalismo acarrearía a la humanidad, hoy pueden comprobarse nuestras tesis una a una, mientras las de los neoliberales, monetaristas, modernizadores y globalizadores han sido disconfirmadas en su totalidad (…) el problema de los globalizadores neoliberales es que han perdido credibilidad, respetabilidad y capacidad de gobernar a sus propias poblaciones y el mundo, sin ejercer todo tipo de violencias conceptuales, verbales y físicas”. Hay violencia conceptual en toda pretensión imperial; violencia verbal en el discurso único plagado de mentiras sistemáticas e históricas y hay violencia física en la permanente violación a los derechos humanos de los pueblos que se resisten a ser colonizados, esclavizados y ultrajados en su soberanía e independencia. En esa lucha del derecho a ser humanos y contra la barbarie, los periodistas no están de un solo lado; los hay -y muy influyentes- que son cómplices de la barbarie por acción u omisión. En nuestra lucha no podemos ni debemos perderlos de vista, no debemos dejar de denunciarlos. Ellos tienen una cuota parte de responsabilidad en las acciones del Terrorismo de Estado y las desapariciones y crímenes, entre otros, de los ochocientos periodistas que en los últimos treinta años fueron asesinados por revelar, o intentar revelar, los mecanismos perversos de un sistema injusto. Los periodistas que siempre lucharon por un mundo mejor, no tienen nada que ver con los periodistas que, como Karen Hughes, refuerzan los valores de vida pregonados por el actual Terrorismo de Estado global, comandado por Estados Unidos. Gracias. - Juan Carlos Camaño es presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP. Este texto corresponde a su intervención en la conferencia "Los desafíos de la profesión periodística, realidad y perspectiva", celebrado en Santo Domingo, República Dominicana.
https://www.alainet.org/es/articulo/114789
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