Jon, no hables, no escribas, quietito en el rincón

12/03/2007
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Los medios de todo el sector occidental del mundo dan por descontado que el jueves la Congregación para la Doctrina de la Fe, implacable organismo del Vaticano, sancionará al jesuita Jon Sobrino por hablar de la humanidad de Jesucristo y esconder su divinidad.

La información fue adelantada por el portavoz del Papa, padre Federico Lombardi, y confirmada por el arzobispo de San Salvador, Fernando Sáenz Lacalle, “miembro del Opus Dei y ex Ordinario Militar, que ostenta el grado de general de la Fuerza Armada salvadoreña. Ultraconservador adversario de los jesuitas progresistas de la UCA, la Universidad Centroamericana,” según detalla el periodista Julio Algañaraz, en una nota publicada el martes 13 en Clarín de Buenos Aires.

A Jon Sobrino se le prohibirá enseñar y escribir. Técnicamente la sanción seria que no puede enseñar en instituciones católico romanas y que no se le dará el visto bueno –el nihil obstat- para sus posibles libros y que se le retirará a los que ya publicó, pero en

Situaciones como estas las personas sancionadas suelen dejar de escribir y opinar públicamente.

Sobrino, 68, nació en Bilbao, España, estudio ingeniería en la Universidad jesuita de San Luis, Estados Unidos y teología en Alemania. Luego de visitar El Salvador, en 1957, decidió quedarse en ese país. Fue colaborador del Arzobispo Oscar Romero, asesinado en 1980, cofundador de la Universidad Centro Americana (UCA), prolífico en publicaciones de artículos, libros e incursionó con fuerza en la espiritualidad de la liberación.

Una línea del pensamiento de Sobrino es la que expresó en la entrevista que, cuatro años atrás, el periodista José Manuel Vidal le hizo para la revista “Estrella Digital”. Sobrino al hablar de de la lucha de los cristianos dice que es “la levadura que no pierde la memoria histórica. Que recuerda que ha habido Pinochets y Videlas. No perder la memoria de los victimarios ni de las víctimas. La energía que mueve la vida no es sólo recordar los horrores que hubo y a quien los ejecutó, sino también recordar la bondad que hubo. Porque eso de recordar contagia. Aunque sólo sea en pequeños grupos. Eso no es la gloria de las multitudes de la plaza de San Pedro. Pero la gente sencilla también celebra y se alegra de reencontrarse con su memoria”

Al ser requerido sobre si Monseñor Romero era santo, Sobrino se pregunta “¿Qué diablos es eso de ser santo?” y continúa diciendo que “Romero se pareció muchísimo a Jesús de Nazaret en vida. Fue un profeta firme hasta el final, que sufrió también su viaje a Jerusalén y, al final, con naturalidad dolorosa, aceptó la muerte del Nazareno. Evidentemente que es santo y que resucitará en el pueblo. Sin ninguna duda. Otra cosa es que la Iglesia haya normativizado la santidad. Canonizar significa normativizar a qué personas se les puede dar el título de santos como cristianos ilustres. ¿Los cumple Romero? Que cumplió con la realidad es más que evidente. En cualquier caso, es llamativo y doloroso que con tanta gente que ha muerto en América Latina como Jesús de Nazaret todavía no hayan beatificado o canonizado a nadie. Mientras este pontificado se ha distinguido por hacer tantos santos”

Ante esta calidad de seres humanos, se puede aventurar que las sanciones por cuestiones doctrinales esconden la verdad: no se aguanta a las personas que piensan.

Fuente: Agencia de Noticias Prensa Ecuménica
Montevideo. Uruguay
http://www.ecupres.com.ar

https://www.alainet.org/es/articulo/119954
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