Desde Cartagena

10/06/2008
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La UNESCO prepara para el año 2009 la gran “Conferencia Mundial de Educación Superior”. En ese camino, la “Conferencia Regional de Educación Superior” realizada en Cartagena es un paso en la búsqueda de una agenda común para hacer frente a los viejos y nuevos problemas de las universidades. ¿Dónde estamos, hoy?

A casi 10 años de la célebre “Conferencia Mundial” que la UNESCO consagró al estudio de la Educación Superior en el mundo, y en la que todos los países se comprometieron con una agenda de urgentes transformaciones expresamente identificadas en aquel momento, la situación luce hoy en franco estancamiento. No quiere ello decir que no haya pasado nada en esta década. Lo que sí quiere decir es que las expectativas de transformaciones significativas contenidas en la agenda de la UNESCO en el año 1999 se han quedado en el camino. Con un agravante: los nuevos desafíos de la educación universitaria, de cara a los procesos de mundialización del conocimiento, frente al desarrollo de las nuevas tecnologías y en referencia a las crecientes demandas de inclusión social en América Latina, no hacen sino complicar más aún la ya deteriorada situación de una universidad históricamente inviable.

La visión más optimista sostiene que los cambios son inevitables y que más tarde o más temprano esos viejos cascarones institucionales serán arrollados. Abona para esta óptica la existencia objetiva de grandes tensiones que terminarán impactando lo que hemos conocido tradicionalmente como campus universitario. Pero no nos hagamos demasiadas ilusiones: por las mentalidades prevalecientes en estos ambientes, por el juego de intereses que allí se cocinan, por la composición socio-política de este universo etnográfico, por el peso de las tradiciones en prácticas y discursos, resulta poco probable que asistamos a un proceso espontáneo y gradual de mutación del viejo modelo cognitivo y de gestión del conocimiento a una nueva plataforma de relaciones entre actores académicos y sociedades en permanente ebullición.

Los remozamientos de estas vetustas estructuras ocurren sin mayor trascendencia. Los esfuerzos—cuando los hay—por corregir aquí y allá las deficiencias de funcionamiento de las universidades no conducen a las transformaciones de fondo que llevan décadas diferidas. Los planes de reformas que se anuncian reiteradamente en competencias electorales son enteramente inocuos en la vida real de las universidades. La retórica del cambio es un discurso desgastado que no encuentra expresión real en ningún lado. Ello no es sólo por efecto de manipulaciones, que también las hay. Más allá de las buenas intensiones de autoridades y grupos de presión, la realidad palpable indica que la universidad no se está reformando (casi en ningún sentido, menos aún en la línea de acción que se esperaba hace diez años cuando la UNESCO congregó a lo más selecto del pensamiento académico para diseñar un futuro deseable para todos)

La “Universidad sin fronteras” que propone Cristovam Buarque no está inscrita en la dinámica ordinaria del desenvolvimiento del mundo académico. De la evolución natural de las universidades es poco lo que puede esperarse. Ello implica el diseño de estrategias mucho más complejas en donde puedan tensionarse efectivamente los puntos de resistencia más retrógrados: en el campo epistemológico, en el terreno de las concepciones educativas, el ámbito de la gestión del conocimiento, en el universo de su articulación con las comunidades, en fin, en el terreno decisivo de su pertinencia y compromiso ético.

Un punto de inflexión que jugará un papel central es la acción precisa que se despliegue desde las políticas públicas del Estado. Con marcos normativos y reglas de juego cada vez más exigentes y sistemas de financiamiento expresamente articulados a esas políticas públicas es de esperar una fuerte tensión que obligue a cambios verdaderos. Pero ello no es suficiente. Se requiere una sólida base de articulación entre un pensamiento crítico interno y tendencias mundiales que operan en el mismo sentido. Allí, agencias como la UNESCO pueden acrecentar su rol propulsor de esas transformaciones.
https://www.alainet.org/es/articulo/128077
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