¿Cuantas veces podemos vivir?
Las cosas a tiempo
26/10/2009
- Opinión
La respuesta es demasiado simple. Como lo dice una canción. Solamente una vez. Serrat en un hermoso tema hablaba de una sonrisa a tiempo. El hecho de nacer nos plantea perentoriamente que no podemos elegir ni la época, ni el lugar, ni las dificultades o facilidades que la vida nos plantee. Que ya sabemos que se corresponde a nuestro proyecto vital. Dilthey decía que la vida es una misteriosa trama de destino, carácter y azar. No se puede elegir el tiempo porque es este. Podemos hacer trampa por supuesto. A un historiador le preguntaron por su situación durante la terrible dictadura argentina. Este respondió que estaba estudiando un período antiguo de la historia de tal modo que el tiempo de responsabilidad directa lo eludió cínicamente. Algunas utopías son pelotazos hacia adelante. En esta época de las G, G2, G8, G20 los pelotazos hacia delante por los gases contaminantes, el hambre y la pobreza se disparan al 2020, 2050, etc. etc.
He escrito antes que el texto bíblico no sólo es un texto de la religión también lo es de la cultura. En la conocida parábola del samaritano hay una contundente afirmación. No se puede elegir el tiempo para hacer lo que corresponde salvo si hacemos trampas. El judío herido al borde del camino-¿alguna vez se vivió seguro?- no tiene disculpa ninguna para quien lo ha visto. La elección de un samaritano es la contundencia contra los motivos geopolíticos, étnicos, religiosos para que en lugar de interponer un arma letal entre seres humanos es aceptar que esa es nuestra responsabilidad solidaria- solidaridad en el sentido de Adorno, lo universal en lo particular- la comprensión absoluta que tenemos un compromiso constitutivo como especie entre todos los hombres.
Camus en La caída cuenta el caso del médico que cruza un puente en el Sena en una de esas noches frías y solitarias cuando siente el pedido de auxilio de alguien que se ahoga y el huye del lugar sin hacer nada. Ese hecho lo persigue durante las noches hasta que desesperado despierta pidiendo la oportunidad de volver a pasar por el puente, lanzarse al agua y salvar a quien se estaba ahogando, a ese ser que ya no vive más.
Obviamente que tenemos la elasticidad ética para encontrar correcta la definición que da el DRAE de la palabra compasión. Definición grotesca, funcional a todos los asistencialismos existentes con los cuales se tapan las injusticias legitimadas en la distribución de la riqueza en todo el planeta. Y así lo ha entendido el modelo jerárquico caritativo de la religión católica romana. Así los países sudamericanos con modelos neoliberales dando bonitos (pequeñas ayudas en invierno) para tapar problemas estructurales.
Y todos los modelos sociales distorsionados. La escuela no es un espacio de crecimiento en la palabra, en saber tomarla, entenderla y descubrirla como vínculo de encuentro y crecimiento conjunto. En Berlín oriental en tiempos de la así llamada guerra fría la educación era un proceso de corresponsabilidad. Si un alumno iba mal era una tarea del resto de los compañeros ayudarlo a recuperar el nivel compartido. Cuando se baña al bebé es sólo la mugre la que debe irse por el caño no el niño. Así pasó con el derrumbe del capitalismo de estado llamado comunismo. Se lanzó la mugre y el niño por el caño.
Sería interesante confrontar a un catedrático de arquitectura para que explicara como una familia puede vivir en cajas de fósforos y eso llamarlo un piso o una casa.
Sería también necesario que un político, un economista explicaran porque no reconocen al trabajo como generador de ganancias y no solamente como costo de producción. Y porque llaman competitividad cuando un producto tiene un precio atractivo porque el que lo realizó cobra una mierda de salario.
Y sería sumamente importante preguntarle al sector más reaccionario de España porque llama vida a las funciones vitales del organismo y no a la posibilidad de la realización de un proyecto de vida en cuya realización la palabra tiene sentido.
Y finalmente recordar que Ortega escribió una vez un artículo sobre el azul desteñido, ese azul que una vez tuvo un paño que producto del sol, el agua y el tiempo se fue descolorando.
El hombre que ve el samaritano es ese hombre original y lo que hace A TIEMPO, no como los religiosos que pasan sin mirar a nada ni nadie a realizar sus ficciones de control de masas y a enseñar el amor de dios. Ese hombre despojado de su verdadero sentido, de su verdadero valor e importancia. Ese hombre lo llama para que lo restituya y ese el es tema de hoy. Dejemos de hacer trampas literarias, fílmicas, de premios que a la larga no premian nada, no cambian nada. Tenemos tiempo, este, pero nos necesitamos para lograr restituir la dignidad humana.
- Walter Dennis Muñoz es Periodista.
https://www.alainet.org/es/articulo/137297
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