Quién será ese tal Noam Chomsky…?

08/12/2009
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Sin duda uno de los nombres más respetados entre la intelectualidad alrededor del mundo, Noam Chomsky, más allá de ser una eminencia de la lingüística, ha ganado su prestigio con una larga trayectoria en el activismo y en el análisis político. Quizás el más famoso de los estadounidenses críticos del papel hegemónico de su propio país y considerado por muchos como el intelectual vivo más destacado en la actualidad, cualquiera pensaría que una personalidad como él no necesitaría de mayor introducción, al menos no en los círculos de la izquierda.
 
A través de sus libros y artículos, a más de su peregrinar en conferencias, entrevistas e interlocución con líderes mundiales, este rebelde radical es ya una especie de icono del antiimperialismo. Varios de sus libros (por nombrar los más conocidos: “Los Guardianes de la Libertad”, “El miedo a la democracia”, “El beneficio es lo que cuenta”, “Hegemonía o Supervivencia” o “Estados Fallidos”) se han convertido en verdaderos clásicos sobre la influencia de los mass media en la opinión pública y el papel de la industria militar y de las trasnacionales en la hegemonía geopolítica estadounidense.
 
El reciente encuentro que el Profesor Chomsky mantuviera en Londres con el Presidente del Ecuador, Rafael Correa, y que a pesar de tener un gran simbolismo no fue en absoluto publicitado por los medios ecuatorianos, los “campeones” de la libre expresión, merece algunas reflexiones.
 
Para el Presidente Correa ha resultado refrescante contar con el apoyo de un personaje de la talla de Chomsky y afianzar así su imagen como un gobernante progresista, sobre todo ahora que, a más de los embates de los poderes fácticos opuestos al cambio, enfrenta también cuestionamientos provenientes de sectores de la propia izquierda
 
 Al Profesor Chomsky a su vez el encuentro le permitió conocer al líder de un proceso que está logrando posicionar atrevidas propuestas en el concierto regional e internacional, a saber: la auditoria civil a la deuda externa y la introducción del concepto de deudas ilegítimas; la propuesta de dejar las mayores reservas de petróleo del país bajo tierra, como un cambio en el paradigma económico imperante; la liberación de las licencias de las transnacionales farmacéuticas en base al acceso a las medicinas como un derecho humano; la prohibición de tropas militares extranjeras en un país declarado por la constitución como territorio de paz, o la declaratoria del país como de “puertas abiertas”, sin requerir visado para ningún ciudadano del mundo, bajo el principio de la “ciudadanía universal”, todas estas iniciativas de vanguardia “made in Ecuador”.
 
Quienes propusimos al Profesor Chomsky un encuentro con el Presidente Correa fuimos los activistas ecuatorianos residentes en Inglaterra, quienes advertimos que ambos personajes coincidirían en Londres por actividades académicas. Incluir esta cita en la agenda presidencial sin embargo implicó sortear una serie de obstáculos que van más allá de los logísticos y protocolarios de rigor, puesto que varias instancias de la burocracia oficial no estuvieron muy dispuestas a colaborar, ya sea por desconocimiento de quién será ese tal Noam Chomsky o por no reconocer la relevancia de un encuentro de esa naturaleza, aún a sabiendas de que el propio Profesor Chomsky nos había confirmado ya su interés por encontrarse con el Presidente Correa. Solo la firme determinación del Canciller ecuatoriano y de su equipo de colaboradores, con una acertada lectura política de la iniciativa, hizo posible que la misma finalmente se realizara.
 
Lo que pudieran parecer apenas detalles anecdóticos que de seguro ocurren en las estructuras burocráticas de cualquier gobierno, trae consigo connotaciones de otro tipo, sobre las características de una parte del tejido humano que lleva adelante el proceso ecuatoriano:
 
    * Si bien es estimulante ver como emerge de a poco una nueva generación de jóvenes funcionarios, escogidos por su preparación y méritos académicos, por su manejo de las nuevas tecnologías, en procesos de selección saludablemente al margen de clientelismo político, ávidos por labrarse una carrera y por tanto dispuestos a demostrar dedicación para el alcance de sus metas, es también claro que lo que ahora se conoce como la nueva “tecnocracia”, de seguro muy eficiente para tareas justamente técnicas, por sí sola difícilmente puede liderar procesos políticos y organizativos que requieren de otro tipo de experticias, experiencias o de otro “software” político.
 
     * El equipo humano con el que cuenta el Presidente no tiene aún los suficientes “cuadros” con la visión y la consistencia ideológica para el desafío de sacar adelante todas las iniciativas de tipo político, tanto así que el propio Presidente haya expresado en reiteradas ocasiones que le toca jugar las grandes ligas con un equipo de “segunda categoría”. De ahí también que el gobierno haya tenido que echar mano de alguna gente con público pasado político, a un costo ciertamente alto frente la percepción de la ciudadanía, debido al fenómeno de “partido-fobia” que dejó lo que en Ecuador conocemos como la “partidocracia”, y que dicho sea de paso fue una de las razones por las cuales la revolución ciudadana emergió con fuerza, a manera de ruptura política con el pasado.
 
   * Súmese a esto el lento aparato burocrático, entronizado en las estructuras estatales que se heredan de gobierno a gobierno, frente al cual el Presidente también ha reconocido cierta frustración al no poder siempre imprimirle el cambio de actitud y de ritmo de trabajo necesarios, más a tono con el nuevo momento que atraviesa el país.
 
La cantera de cuadros políticos que en teoría están en los movimientos y organizaciones sociales, con la experiencia militante y organizativa derivada de la resistencia al neoliberalismo, en algunos casos además con envidiable solvencia intelectual, lamentablemente no está nutriendo al contingente que requiere un gobierno de cambio, por diversas razones:
 
    * A pesar de que la propuesta gubernamental abarca en gran medida las demandas sociales de la agenda de la izquierda tradicional ecuatoriana, hay quienes han preferido autoexcluirse del proceso, amén de los que han optado de hecho por una férrea oposición, ratificando ese gran mal de las izquierdas de que “si mi bandera no blandea al frente, en primera fila, la marcha no vale…”. No se trata de ninguna manera de someterse, ni de recular posiciones, frente a una corriente mayoritaria legitimada por las urnas, pero sí resulta incoherente desconocer la validez de un proceso en base a que las coincidencias ciertamente no están dadas en un nítido ciento por ciento.
 
     * Es evidente que en el movimiento de gobierno existen corrientes internas que buscan su predominio, ya sea para tratar de direccionar el proyecto, ya sea meramente para ganar espacios de poder. En esa dinámica no faltan aquellos capaces de desplazar a cuadros comprometidos, con el argumento de que éstos podrían resultar demasiado críticos, o temerosos en todo caso de que éstos últimos puedan a su vez brillar con luz propia. No ha existido ningún proceso de cambio exento de ese tipo de prácticas y sería demasiado ingenuo pensar que el ecuatoriano sea una excepción.
 
 Noam Chomsky acertadamente reconoce que el Ecuador está frente a un proceso de transformación profunda. Ese reconocimiento está dado por la contundencia de los hechos y por la impresión que le causó el haberse reunido con el líder de ese proceso. El Profesor Chomsky sin embargo no sabe que, casa adentro, aparte del Presidente Correa, son pocos los funcionarios que promueven pública y entusiastamente los conceptos del socialismo siglo XXI como horizonte estratégico. He ahí una de las debilidades de la revolución ciudadana, a pesar de la energía y el despliegue, al parecer inagotables, del presidente Correa.
 
La planificación, la técnica y la tecnología, cartas fuertes del gobierno, son ciertamente indispensables y deben ser por supuesto bienvenidas. Las revoluciones son sin embargo, por sobre todo, transformaciones sociales, cuyo sostenimiento a largo plazo depende por tanto del nivel de motivación, y hasta de romanticismo, porqué no, que sus líderes en todos los niveles sean capaces de generar en la gente. Son los militantes de vocación quienes pueden irradiar esa áurea revolucionaria de mejor manera, antes que los funcionarios asépticos sin mayor motivación ideológica.
 
Para esto es necesario en todo caso superar ese nivel de desconfianza mutua que se ha creado tanto desde el gobierno hacia los movimientos sociales y al llamado “corporativismo”, como viceversa, desde estos últimos hacia los nuevos actores que emergen con la “tecnocracia”. Ambos ingredientes son indispensables y complementarios. De otra forma resultará difícil fortalecer el proceso ecuatoriano, por más que leamos y admiremos al gran Noam Chomsky y por más que éste nos haya dado su “bendición”.
 
Cambridge, 04 de Diciembre del 2009
 
- Fidel Narváez es Defensor de derechos humanos, miembro de la APDH de Ecuador y del Movimiento Ecuador en el Reino Unido, MERU.
https://www.alainet.org/es/articulo/138230
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