El libre comercio contra los lecheros

07/06/2010
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El mercado internacional de la leche es un ejemplo en gran escala de cómo el mercado por sí mismo no es capaz de resolver los problemas del abastecimiento de alimentos esenciales para la población y además causa la ruina y miseria de los productores, en beneficio de los monopolios transnacionales.
 
Dejar que la producción y el abastecimiento de leche queden sometidos a las volátiles oscilaciones de los mercados ocasiona que se pase repetidamente de períodos en los cuales los altos precios hacen imposible el consumos a más y más familias, a períodos en los cuales la caída estrepitosa de los precios arruina a miles de productores que engrosan entonces las filas de desempleados y hambrientos.
 
 El más reciente vendaval mercantil que afectó a la leche comenzó con el auge de los agrocombustibles que hizo que parte de los forrajes que se dedicaban a alimentar el ganado pasaran a ser materia prima del etanol o del agrodiesel y lo que es peor, que los monocultivos para agrocombustibles arrebataran más tierras tanto a la ganadería como a la producción de forrajes. Los precios de los concentrados para animales llegaron a las nubes en el 2007 y los de la leche aumentaron igualmente. Productores de todo el mundo se volcaron a multiplicar las vacas lecheras pero como siempre pasa en estos casos, ahora en el 2010 hay “superproducción”.
 
 En medio de los vaivenes del mercado se mantuvieron sin embargo tres constantes: primero, el hambre de millones de niños en el mundo, que no pueden tomar leche ni siquiera cuando los precios están bajos porque sus familias no tienen como comprar; segundo, la cada vez mayor concentración del procesamiento y mercadeo de la leche por grandes empresas, especialmente transnacionales; y tercero el enriquecimiento de los especuladores que apuestan a la intermediación comercial mundial de la leche y otros alimentos.
 
Tras la crisis alimentaria mundial del 2007-2008 que incrementó el número de personas que mueren de hambre en todo el planeta, estamos ahora ante la ruina de miles de productores sin que la problemática del hambre encuentre solución.
 
En estas condiciones los países más poderosos, en lugar de usar su poder para conseguir una planificación adecuada de la producción lechera y solucionar la situación social y económica de sus pequeños productores, apoyan en cambio a las transnacionales procesadoras y comercializadoras que se enriquecen a grandes velocidades aprovechando la situación de bajos precios al productor e imponen a los países más débiles la importación de los productos lácteos comercializados por esas transnacionales, tal y como en estos momentos lo hace la Unión Europea en los tratados de libre comercio que negocia y suscribe con los países latinoamericanos y en especial en los recientemente firmados con Perú, Colombia y Centroamérica..
 
Se necesita en los países latinoamericanos una política de Estado que proteja y desarrolle la producción nacional lechera, de manera que los productores puedan disponer de una tecnología limpia avanzada para producir leche y lácteos saludables, libres de sustancias químicas o biológicas nocivas a la gente o al ambiente y se establezcan presupuestos suficientes para que la leche llegue a todos los niños y las familias pobres puedan consumir lácteos.
 
 Los gobiernos de América latina que aceptan tratados de libre comercio que estipulan la libre importación de leche, están sometiendo a la quiebra definitiva a los productores nacionales en especial a los pequeños productores campesinos e indígenas. Por eso ellos protestan como se vio en varios lugares de Colombia el pasado 18 de mayo. Por ejemplo, los indígenas pastos del sur de Nariño marcharon hasta el puente Rumichaca en la frontera con Ecuador donde estuvieron el tiempo necesario para dejar constancia de su protesta mientras el presidente Uribe firmaba en Madrid el tratado con la Unión Europea.
 
Los gobiernos que se someten a las transnacionales tratan además de establecer normas que restringen la comercialización de la leche, los lácteos y otros productos de la ganadería, avicultura y agricultura familiar, de manera que las transnacionales tengan el campo abierto para sus importaciones y las grandes procesadoras y comercializadoras multipliquen sus ganancias.
 
Los alimentos no pueden estar sometidos a las grandes oscilaciones de los ciclos comerciales ni al monopolio de las grandes empresas, porque se somete la vida al comercio y al interés de los monopolios. La producción de alimentos tiene que ser una prioridad del Estado y de la sociedad y proteger a los productores hace parte de ello. La alimentación de los niños y en particular el abastecimiento de leche tiene que ser garantizado por el Estado en sus diferentes niveles y la experiencia de muchos gobiernos nacionales, regionales y locales demuestra que si es posible hacerlo.
 
El granjero, campesino o indígena productor de leche, sea en Europa o en América Latina o en cualquier parte del mundo, tiene que ser considerado como lo que es, alguien esencial para alimentar los niños, alguien que cada sociedad y cada estado debe cuidar para que siga cumpliendo su hermoso papel.
 
 ¡Fuera el “libre comercio” de los alimentos!
¡Leche para todos lo niños!
¡Protejamos a nuestros lecheros!
 
Grupo de Trabajo en Agricultura y Comercio
Alianza Social Continental
https://www.alainet.org/es/articulo/142020

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