Recepciones de Marx

26/04/2011
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“…como en religión, los recién conversos
son con frecuencia los más ardientes en su fe”.
John Kenneth Galbraith
 
Hace un buen rato ya (1818) que un tal Carlos Marx echó a andar por estos despeñaderos del “progreso” y la “modernidad”. El tiempo pasa y las leyendas perduran. Transcurren los siglos y los rastros de este modo de pensar siguen alborotando los espíritus. Ya supone usted la enorme variedad de “marxismos” que han desfilado en todo este trayecto. Hubo un tiempo en el que mucha gente rompía lanzas en nombre del “marxismo verdadero”. Hoy las cosas se miran con más aplomo y las pasiones identitarias han dejado su lugar a los acomodos y los disimulos. Eso de ser “marxista” fue siempre problemático (por cierto, en los tiempo del MIR nos identificábamos como “Tendencia Marxista”), cómo lo será ahora que vivimos tiempos de despedidas, muertes y finales de casi todo.
 
Por el tiempo transcurrido, por los cambios epocales que se suscitan, por la emergencia de nuevas realidades, es natural que el pensamiento también se sacuda, que los paradigmas cambien, que los modos de pensar entren en turbulencia. El pensamiento de Marx no podía ser la excepción. Es por ello que hemos vistos desfilar tantos “marxismos” como ambientes intelectuales pueden ser creados. Hemos tenido un “marxismo” oficial que operó como terrorismo de Estado en el socialismo burocrático y un marxismo maldito ajeno a todo nexo con el poder. Hemos conocido un marxismo manualesco y empobrecido como ideología de los Partidos Comunistas y un marxismo crítico punzado por la creatividad y el compromiso. Hemos visto desarrollarse un marxismo académico preocupado por los libros y a su lado un marxismo militante conectado con las luchas de los pueblos. Ha habido toda una onda de “marxismo científico”, “Materialismo Histórico”, “Materialismo Dialéctico” y arcaísmos parecidos conviviendo con elaboraciones epistemológicas del más alto nivel. Ello lo que quiere decir es que el pensamiento de Marx trasegó diferentes esferas de la vida de la gente y enganchó hondamente en el subsuelo de la pasión política, en los imaginarios colectivos de aquella humanidad siempre en la orilla, y desde luego, en la dimensión utópica de cualquier izquierda radical.
 
En América Latina y en Venezuela el pensamiento de Marx llegó por los caminos verdes. El marxismo oficial que se expandió a través de los aparatos políticos fue siempre una deleznable caricatura intelectual que dejaba muy mal parado a su autor. El mundo académico, más preocupado por los amaneramientos escolásticos que por las agendas teóricas sustantivas, no pasaba de las consabidas réplicas de lo que se murmuraba en el Norte. Fue poca la gente que tuvo la oportunidad de entrar en contacto con la obra de Marx, con corrientes intelectuales serias, con agendas y tribus que valieran la pena en el mundo. No es casual que sea precisamente esa gente--diseminada en tantos lugares del país, con el mismo espíritu crítico de siempre--la que motoriza estos debates, la que se interesa por investigar estos problemas, la que sin pretensiones de liderazgo arreglados, marca la pauta a la hora de discutir lo que en verdad importa.
 
La materia pendiente que seguimos arrastrando--aunque usted no lo crea--es el conocimiento de la obra de Marx, peor que eso: el patuque ideológico que se vehicula en su nombre. No es fácil llenar este vacío porque no se trata de cualquier autor. Desbrozar el camino es ya una proeza. Hay demasiados intereses pragmáticos, creencias incrustadas, leyendas cruzadas y barridas mediáticas que condicionan poderosamente cualquier conversación. ¿Qué culpa tiene el viejo Marx?
 
Como quiera que sea, bueno es suscitar en ocasiones como esta el interés de mucha gente que tiene curiosidad por el pensamiento de Marx, que puede motivarse a problematizar los lugares comunes más socorridos, en fin, que puede atreverse a seguir su propio itinerario desafiando los consejos de los detractores y los apologetas. Para ello tienen que deslastrarse de tantos prejuicios, tomarse la molestia de estudiar pacientemente, mirar un poco más allá de los alborotos callejeros y volver sobre las preguntas cruciales.
https://www.alainet.org/es/articulo/149315
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