Proletarios del mundo…

01/05/2011
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La animación de la escena histórica por
los actores de la sociedad industrial parece
liquidada, la escena está vacía…”
Alain Touraine: Mouvements sociaux d´au-jourd´hui, p. 18
 
¿Qué es de la vida del proletariado? Pregunta inocente que remite de inmediato a una tragedia: así como la muerte de Dios es una noticia que todavía no ha llegado a miles de millones de cándidos feligreses, tampoco el Adiós al Proletariadode André Gorz ha caído en manos de una clase obrera mitológica que sólo deambula en las cabezas de unos cuantos camaradas trasnochados. Por ello la idea de revolución asociada a la noción de trabajo explotado se vino a pique. La explotación no se ha extinguido como pregonan los fanáticos de Fukuyama, pero está lejos de ser el principio fundador de un proyecto creíble de emancipación.
 
La “clase obrera” es una categoría sociológica de segunda que sólo entretiene a un sindicalismo decadente que también está lejísimo de utopías revolucionarias. Es por eso que lo que hagan o dejen de hacer los trabajadores está marcado por el síndrome de lo secundario, es decir, se agotan en los predios de las lógicas corporativas, en las transacciones menores de patronos y sindicatos, en fin, en la dinámica residual de la economía de overoles y mineros del carbón que--aunque usted no lo crea--todavía existen. Esa clase obrera no moviliza a nadie (salvo a los “afiliados” que hacen huelgas crematísticas) porque hace rato ya que se esfumó el sueño de una encarnación libertaria de un “sujeto histórico” predestinado. Es por ello que en Venezuela la revolución bolivariana funciona con una ficción de “clase obrera” que es en verdad un subproducto de utilería que va y viene sin la menor trascendencia.
 
El festín del Primero de Mayo es una modesta verbena que pone en escena la memoria de luchas históricas que fueron verdaderos acontecimientos o un pretexto político-electoral para alimentar la disputa de partidos y grupos por cuotas de poder. Pero hasta allí. Toda la retórica de este obrerismo decimonónico pertenece a los residuos del atraso ideológico, a la flojera de pensar un poco el tema del trabajo (su radical transfiguración) y al manejo difuso de esta transición donde todavía tenemos obreros, trabajo y explotación como en el siglo XIX. Esto último complica especialmente las cosas porque transmite la falsa sensación de que la fulana “clase obrera” es un ente universal que está allí esperando el gran amanecer de su rendición. Lo que ocurre es que no se puede confundir un momento de transición epocal donde obviamente conviven prácticas y discursos de una civilización moribunda y otra que nace, con la emergencia de los nuevos componentes socio-culturales del mundo posmoderno. Allí todo se mezcla con todo generando una gran perturbación en la manera de interpretar cada fenómeno. Es lo que ocurre con el ámbito del trabajo donde coexisten tendencias radicalmente enfrentadas: una irreversible pulverización de los viejos modos de producir y la pervivencia de prácticas y aparatos que pertenecen a la factoría del capitalismo del XIX.
 
De esa ambigüedad se alimenta toda esta superposición ideológico-política donde van y vienen conceptos comodines como “el pueblo”, “los más desfavorecidos”, “los sectores más vulnerables”, “los marginales”, “los trabajadores”, “el proletariado”. Allí no hay que buscar mayor coherencia porque la realidad no da para tanto. No se trata de una debilidad teórica de los operadores políticos (que también existe) sino principalmente una ambivalencia típica de esta transición epocal donde nada puede ser pensado nítidamente. Ello quiere decir que veremos pancartas y bambalinas cada Primero de Mayo por mucho tiempo todavía (una estrella que ya murió hace millones de años todavía brilla para el modesto ojo de un terráqueo cualquiera)
 
Injusticia, desigualdad, violencia y exclusión son moneda corriente en la flamante “sociedad del conocimiento”. Podría ser que estos desfiles del “Día del Obrero” sirvan de calentamiento para las verdaderas luchas que apenas se insinúan en el horizonte. “La explotación del hombre por el hombre” parece que no termina con sólo ruegos al Señor. Bob Marley lo dice mejor cantando: “Defiéndanse, defiéndete, no dejes tu lucha”.
https://www.alainet.org/es/articulo/149391
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