La muerte de un símbolo del terror
04/05/2011
- Opinión
Osama Bil Laden ha muerto. Estados Unidos lo consideró el enemigo público número uno después del ataque a las Torres Gemelas, donde perecieron cerca de tres mil personas.
Su historia como combatiente comenzó en 1980. En ese año la URSS cometió el gravísimo error de atacar Afganistán para controlar un territorio esencial a la transportación del petróleo producido en la región sur de la URSS. Estados Unidos aprovechó la ocasión para infringirles daño, porque los soviéticos representaban sus enemigos ideológicos. Además a Estados Unidos le interesaba ser el controlador de aquella región por las mismas razones.
Bin Laden, un árabe de origen, perteneciente a la nobleza de ese país, de familia millonaria, nacionalista musulmán por convicción religiosa, se trasladó a Afganistán donde los talibanes, se habían unido para resistir el ataque soviético. Árabe de nacimiento, pero musulmán por encima de todo, se unió a la resistencia de aquellas tribus. Reunió guerrilleros y los servicios de inteligencia de Estados Unidos lo entrenaron en los bajos procedimientos de ocultar dinero, mover personas clandestinamente alrededor del mundo, preparar explosivos y en el arte de la comunicación cifrada. Estados Unidos en esa ocasión, entregó a las autoridades del Talibán tres mil millones de dólares, de los cuales se benefició Bin Laden, independientemente de que pertenecía a una familia millonaria.
Su afán de que las tropas de Estados Unidos se retiraran de Arabia Saudita, lo enfrentó a la maquinaria de poder de ese país, donde sus dirigentes reciben incalculables beneficios de los estadounidenses a cambio del petróleo. A partir de ese momento optó por “la yihad” o “el yihad”, de acuerdo al criterio de género que cada autor estime.
La palabra significa lucha espiritual para alcanzar el camino de Dios. Implica una lucha individual, no colectiva y no violenta. Bin Laden, como otros, transformaron su significado en acciones terroristas. La confusión del término, contenido en el Corán, se presta a esas interpretaciones que son usuales en todos los manifiestos religiosos.
Bin Laden le declaró la guerra a Estados Unidos y comenzó a utilizar los medios aprendidos de sus organismos de inteligencia en su guerra particular. Su gran error fue abrazar el terrorismo, como respuesta al terrorismo perpetrado por los grandes estados y en particular Estados Unidos. A la larga y casi siempre a la corta, el terrorismo no paga. Hay excepciones, especialmente de aquellos terroristas ligados a los órganos de inteligencia estadounidense, a quienes el Gran Tío les concede inmunidad y protección, como son los casos del cubano Posada Carriles, Orlando Bosch, ya fallecido y unos cuantos más que viven tranquilamente en Miami y hasta son periódicamente homenajeados. Pero fuera de estas esferas, el terrorista vive poco y cuando lo logra, estamos seguros que en numerosas ocasiones lo persiguen los fantasmas de sus víctimas.
La muerte de Bin Laden no terminará el terror organizado por quienes le sucedieron en esas tenebrosas planificaciones. La mayoría de los planes y actos terroristas ocurridos luego de aquel brutal evento, deben haber surgido de otras mentes, pues Bin Laden vivió en aquella casa de Pakistán, encerrado como una rata en su cueva y sin comunicación con el exterior. Osama conocía bien cómo trabajan los organismos de inteligencia estadounidense, porque como dijimos, fue entrenado en sus madrigueras. En su casa no había teléfonos, internet, ni ningún otro vehículo de comunicación. Su correo, el único al parecer en quien confiaba, debía limitar sus movimientos. Por consiguiente los expertos piensan que no podía estar dirigiendo y su nombre solamente sirvió como símbolo de una lucha sin causa. Lo que sucederá a partir de la muerte de este símbolo del Terror, puede tener diferentes lecturas. De todas, una de ellas es evidente: El “fantasma” que Estados Unidos manejó durante diez años para justificar invasiones, ocupaciones y asesinatos de musulmanes, bajo el pretexto de combatir una entelequia y referirse a esa lucha en términos de una declaración de Guerra, ha desaparecido. Las informaciones, permiten saber que los países enemigos de Estados Unidos también lo eran de Bin Laden, de las prácticas talibanes, y del concepto “yihad” de violencia.
Los acontecimientos de la región hacen pensar, que las personas que componen los diferentes países, han evolucionado significativamente dentro de la cultura que los identifica y son hoy más proclives a determinadas libertades y a una participación política directa. No podemos descartar la formación de nuevos estados que, por razones de cultura, usos, costumbres y mínima cohesión social, pudieran ser considerados como autoritarios por el llamado Mundo Occidental, pero siempre serán estados más próximos a los intereses generales de sus respectivas sociedades y los acontecimientos indican que han asumido posiciones independientes de occidente y en especial de Estados Unidos. Este último es un extraño mayor que Europa en esa región, porque ésta en definitiva, pertenece al “Continente vecino” y el otro no solamente es visto como un entremetido, sino como guapetón abusador. Las cosas del tiempo del coloniaje van quedando en los libros de la historia y no se recuerdan o se habla de ellas con la misma carga emocional que trasciende, cuando las personas de Oriente Medio, tan castigado y menospreciado por Occidente, comentan de Afganistán, Irak o el proteccionismo de Estados Unidos hacia Israel.
El acontecimiento de la muerte de Osama es de celebrar, porque no hay nada peor que alguien que ha llenado de luto y dolor miles de hogares, muera de muerte natural, tranquilamente en su cama. En el caso de Osama se hizo justicia. Lamentablemente quienes la hicieron cumplir, han permitido que otros como él, tan terroristas y miserables, mueran felizmente en su cama, acompañados solamente de sus rencores. Este es el caso del cubano Orlando Bosch en Miami, quien para colmo recibió hasta un perdón presidencial de Bush I en los noventa.
El tiempo de las alianzas incondicionales de gobiernos de Medio Oriente con Estados Unidos, y con sus antiguos colonialistas europeos, está llegando a su fin.
Con la muerte de Osama y las protestas de aquellas sociedades demandando mayor participación en los destinos de sus países, pudieran indicar un fin de la autoridad de Washington en la región.
Aun queda por ver la eventual reacción de los diferentes países de aquella zona frente a una acción que se desarrolló en un tercer país, supuestamente aliado, lo cual no está justificado por las normas internacionales.
Miami, 4 de Mayo de 2011
Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami (www.radio-miami.com )
https://www.alainet.org/es/articulo/149483
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