La desigualdad no genera riqueza
03/06/2011
- Opinión
La escuela neoclásica de economía nos ha metido hasta el tuétano que el principal valor humano es la productividad. Nos ha hecho creer que es la vía corta hacia la prosperidad y la riqueza. ¿Es cierto? Antes de responder a esta pregunta definamos qué significa la palabra productividad. Como todo concepto, es una convención o un acuerdo al que llegamos las personas; por ejemplo, que el metro tenga 100 centímetros, y no 90. Así, la productividad mide la producción por unidad de trabajo. Pero la distorsión ideológica y el avieso interés económico nos inducen a convenir que una empresa es más productiva cuantos menos trabajadores emplea, en vez de definir la productividad como el ahorro de agua, energía y materiales.
De esta manera, un negocio es productivo si produce más con cada vez menos trabajadores o abate sus salarios, sin importar que contamine aire, tierra, agua y desperdicie todo tipo de materias primas. ¿Adónde nos lleva concebir así la productividad? Nos arrastra a una creciente desigualdad; es decir, a un país dividido entre pocos ricos y muchos pobres, porque se nos hizo creer que ese es el precio a pagar para generar riqueza.
¿Qué ocasiona tal modelo ideológico-económico? Genera naciones desgarradas por la inseguridad, la criminalidad, la enfermedad y la desconfianza. En vez de crear riqueza, destruye las condiciones que hacen posible la prosperidad. Por ello, cuando dicen que una reforma laboral, cuyo fin es facilitar los despidos mejorará la productividad, preguntemos: ¿Y qué pasará a la gente de dicha patria? ¿Un Estado fallido es el ideal para prosperar?
La desigualdad extrema destruye la colaboración social, ese valor fundamental que llamamos confianza y que sirve tanto a la prosperidad de las naciones como de las empresas. Si la confianza se erosiona, pierden las sociedades y quebranta al mundo empresarial.
Estudios de la OCDE revelan que Dinamarca, Noruega, Finlandia, Suecia y Holanda son los países con porcentajes de personas donde más confían entre ellas. Y, al mismo tiempo, son las sociedades más productivas por ser las más igualitarias. ¿Cuál es la lección? Que la actual forma de medir la productividad no genera prosperidad, y que es una estulticia creer que la desigualdad genera riqueza. Ergo, es hora que en México replanteemos el modelo económico generador de desigualdades y demos un golpe de timón para impedir que la desconfianza nos arrastre al abismo.
En suma, reducir los valores humanos a los económicos nos está destruyendo.
Fuente: Forum en línea
https://www.alainet.org/es/articulo/150336
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