Matriarcas

A las mujeres ancestrales del África olvidada

11/03/2012
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Mujeres sagradas emergen de las sombras en cualquier vivienda de paja de barro de madera de piedra. Mujeres de la fertilidad, de la protección, del hogar y la faena, del amor… Desde ellas los códigos y la organización. Alrededor de ellas la familia y la comunidad.
 
De la oquedad de sus pétreas bocas se propagan saberes sobre las vagas conciencias de la prole, palabras sabias, seguras e implacables como fieros guerreros. Voces que desordenan cada molécula de  aire y expresan frases indescifrables que sin embargo obligan a la acción. Mandatos surgidos de las entrañas de estas matriarcas cuando les da la gana de hablar. Severas caras templadas en fuego milenario apaciguan miradas agudas que brotan de sus mínimos ojos repujados bajo frentes de fango cuarteado porque el agua se ha marchado hace ya mucho tiempo. Caras tatuadas de negras tintas coloridas, perforadas por plateados aretes dorados, captadas por paparazi de la nashional yeografic magasin. Gastados cuerpos envueltos en trajes de tierra lucen manos que se apoyan en varas de madera venidas a auxiliar las piernas encorvadas de tantas jornadas laboriosas. Esas manos nada dicen pero se aferran a los ancianos bastones que dibujan serpientes empinadas hasta alcanzar las historias escondidas en sus caderas de misterios insondables o en sus mamas saboreadas por miles  de críos. Y por hombres. Acariciadas por cientos de ríos. Y por hombres.
 
Mujeres sagradas brillan con fuerte presencia excitando el calor de cualquier hogar de esos que perdimos hace siglos. Mujeres de dignidad que se explica en cada inesperado movimiento, en cada explosión de voz, en cada amago de juventud.
 
Afuera las altísimas palmeras desparraman alegrías de agua de coco y los muchachitos pueblan las sabanas de esperanzas para una África deshonrada por todos los flancos y de todas las maneras posibles. La distancia física y el olvido no impiden que, por estos lados del mundo, esas alegrías y esperanzas nos muevan al rescate de la herencia a la que tenemos derecho. Las voces de las matriarcas disparan sobre nuestras conciencias desde las raíces de los baobabs.
 
Publicado en Correo del Orinoco, Caracas, 11-03-2012
https://www.alainet.org/es/articulo/156429

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