El capitalismo por dentro (I)
02/04/2012
- Opinión
Me propongo, en una serie de entregas para ARGENPRESS, tratar de examinar de manera resumida el funcionamiento del capitalismo contemporáneo en sus aspectos económicos, sociales, políticos, culturales e ideológicos.
Será una versión resumida, reestructurada y actualizada de mi libro publicado en Argentina en 2003 con el título El papel de las sociedades transnacionales en el mundo contemporáneo, (edición de la Asociación Americana de Juristas), y que fue objeto de otras dos ediciones ampliadas y actualizadas publicadas en Colombia en 2007 (Al margen de la ley. Sociedades transnacionales y derechos humanos, edición de la Corporación Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, del Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos y del Observatorio Social de Empresas Transnacionales) y en España en 2010 (La armadura del capitalismo. El poder de las transnacionales en el mundo contemporáneo, Editorial Icaria, con el auspicio de las Asociaciones Paz con Dignidad y el Observatorio de Multinacionales en América Latina)
Estudiar el funcionamiento del capitalismo, como cualquier otro estudio de un fenómeno social, exige una teoría, un instrumento epistemológico o método de conocimiento adecuado que permita examinar los hechos a fin de poder abstraer de los mismos sus rasgos esenciales, sus regularidades, hasta lograr reconstruir en el pensamiento esas “múltiples determinaciones” en una unidad, en “lo concreto pensado”, como lo llamó Marx. Ese es un proceso permanente, pues ese “concreto pensado” requiere un “feedback”, una realimentación permanente a través de su verificación en los hechos mediante la práctica.
Marx escribió al respecto: “Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de múltiples determinaciones y, por lo tanto, unidad de la diversidad. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida real y, en consecuencia, también el punto de partida de la intuición inmediata y de la representación. El primer paso ha reducido la plenitud de la representación a una determinación abstracta; con el segundo las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento. Por ello Hegel cayó en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento, que se concentra en sí mismo, en tanto que el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto no es para el pensamiento, otra cosa que apropiarse de lo concreto, de reproducirlo en forma de concreto pensado” (Introducción a la crítica de la economía política, 1857, Cap. III, El método).
El cerebro humano está “equipado” para realizar esas operaciones (véase, por ejemplo, Jean-Pierre Changeux, neurobiólogo, El hombre de verdad, en particular el Cap. VII , La investigación científica en la búsqueda de la verdad, último párrafo del punto 2 y punto 3).
De modo que para darle coherencia en una visión global y objetiva de la sociedad actual a los datos y a la información que he podido reunir, he intentado utilizar como instrumento de análisis el método dialéctico materialista de Marx y las principales teorías que elaboró estudiando la economía capitalista: el valor, el valor de uso y el valor de cambio, la concentración capitalista, las crisis, la reproducción ampliada como una necesidad inherente al sistema, la plusvalía en tanto teoría de la explotación capitalista, etc.
Y para tratar de comprender y, en lo posible explicar el comportamiento de los individuos y de las colectividades también me he remitido a la explicación de Marx:
...”El resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. (Marx, primera página del Prólogo a la Introducción a la Crítica de la economía política, 1859).
Explicación ésta que no se puede interpretar con el esquema simplista de que la conciencia de un individuo refleja automáticamente su condición de trabajador o de burgués. Porque el “ser social” a que se refiere Marx incluye, entre otras cosas, el papel dominante que desempeña la ideología y la cultura del sistema capitalista en la conciencia de los seres humanos.
Los hechos no se perciben con la mente en blanco, sin ideas previas. La percepción de la realidad está condicionada en todos los seres humanos por conceptos anteriores, por categorías inscritas en la mente por la educación que se ha recibido, por el medio ideológico y sociocultural dominante en que se vive, etc.
Un trabajador manual o intelectual, por el sólo hecho de serlo, no siempre tiene conciencia de que es un explotado y que su compromiso debe ser luchar colectivamente por abolir la explotación.
E inversamente ese automatismo tampoco funciona cuando un individuo o grupo, cualquiera sea su clase social, alcanza a superar la conciencia espontánea que le impone la ideología y la cultura capitalista hegemónicas y logra tomar conciencia de las contradicciones inherentes al sistema capitalista y de su nefasta esencia explotadora, no sólo de los seres humanos sino del hábitat natural de éstos.
Como ejemplos pueden citarse al mismo Marx, a Lenin y al Che Guevara, que no eran obreros pero que tuvieron una extrema sensibilidad para percibir los sufrimientos de los explotados y una gran inteligencia para investigar y encontrar la explicación racional de su causa: el sistema capitalista.
Pero hay que agregar una precisión importante. En el método de investigación propuesto por Marx el investigador que reúne los datos empíricos selecciona entre ellos, en función de los objetivos de la investigación, para pasar a la etapa de la abstracción.
Rolando García, doctor en física y epistemólogo, que trabajó con Jean Piaget durante muchos años y que se ocupa de esta cuestión con mucha solvencia, da el siguiente ejemplo:
“Un proyecto de investigación diseñado para contestar a la pregunta “¿cómo se puede aumentar la producción de elementos básicos en la región X?”, será muy diferente del proyecto diseñado para responder a la pregunta, “¿por qué aumentó la malnutrición de ciertos sectores de la región X?”. En los dos casos se trata de problemas concernientes a la productividad y suficiencia de alimentos, pero desde perspectivas muy diferentes. Al interior de la segunda pregunta encontramos también la posibilidad de diferentes proyectos de investigación que dependerán de las concepciones del investigador”... “Las preguntas no surgen de un investigador “neutro” sino que involucran su concepción del mundo y de la sociedad (su Weltanschauung”) que hemos denominado “marco epistémico””. (Rolando García, El conocimiento en construcción. De las formulaciones de Jean Piaget a la teoría de sistemas complejos, Editorial Gedisa, España, año 2000, págs. 71 y 72).
Y esto vale, según Rolando García, no sólo para las ciencias económicas y sociales, sino también para las llamadas ciencias “duras”.
García escribe en la página 62 del mismo libro:
“En todo dominio de la realidad (físico, biológico, social) las interacciones del sujeto con los objetos del conocimiento dan lugar a procesos cognoscitivos que se construyen con los mismos mecanismos, independientemente del dominio. Por consiguiente, en tanto se trate de la asimilación de objetos de conocimiento, no hay dicotomía, en el nivel psicogenético, entre los fenómenos del mundo físico y los fenómenos del mundo social. El sujeto de conocimiento se desarrolla desde el inicio en un contexto social. La influencia del medio social (que comienza con la relación familiar) se incrementa con la adquisición del lenguaje y luego a través de múltiples instituciones sociales, incluida la misma ciencia. Su acción se ejerce condicionando y modulando los instrumentos y mecanismos de asimilación de los objetos de conocimiento, así como el aprendizaje.”
Marx, imaginando las posibilidades de realización del ser humano en una sociedad donde no impera la explotación capitalista escribió en los Grundrisse (1857- 58) que los progresos tecnológicos, la ciencia aplicada y la automatización de la producción finalmente liberarían al ser humano de la necesidad, de los trabajos físicos y del trabajo alienado en general, lo que permitiría su plena realización pasando a ser el tiempo libre (“disposable time”, decía Marx) y no el trabajo, la medida del valor (nuestro el subrayado). Y agregaba lo siguiente: « Desarrollo libre de las individualidades y por ende no reducción del tiempo de trabajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos ». (Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse), Siglo XXI Editores, 12ª edición, 1989, tomo 2, págs. 227 y ss. [Contradicción entre la base de la producción burguesa (medida del valor) y su propio desarrollo. Máquinas, etc.]).
Marx anticipó hace 160 años la posibilidad, alcanzado cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas, de pasar, como medida del valor, del valor trabajo al valor tiempo libre en una sociedad sin explotadores ni explotados.
Es decir una sociedad en la que el trabajo, la vida, la salud, la educación, la alimentación, el aire que respiramos, etc. cesen de ser una mercancía.
Pero fácil es constatar que a pesar de que los progresos alcanzados por la ciencia y la tecnología son deslumbrantes, incluso las necesidades mínimas de buena parte de la población mundial permanecen insatisfechas. Y que pese a la automatización y la robotización, los seres humanos están psíquica y físicamente cada vez más alienados al trabajo con horarios y tensiones agotadoras, cualquiera sea su jerarquía en el sistema productivo.
A comienzos del siglo XIX (hace 200 años) escribió Hegel: “El hombre disminuye el trabajo para el conjunto, no para los individuos, para los cuales, al contrario, lo acrecienta, porque cuanto más el trabajo se hace mecánico, menos valor tiene y más el hombre debe trabajar”…”La disminuación del valor del trabajo es proporcional al aumento de la productividad del trabajo”…”las fábricas y las manufacturas basan su existencia en la miseria de una clase” (G. F. Hegel, Realphilosophie, 1805-6).
Esta es la contradicción principal inherente al sistema capitalista cuya raíz está en que la esencia del sistema consiste en que entre la producción social y el consumo social se interpone la apropiación privada, es decir la explotación capitalista.
Dicho de otra manera, la plena realización del ser humano como la anticipó Marx en los Grundrisse, requiere la abolición del capitalismo y no “mejorarlo”, emparcharlo o disfrazarlo con un discurso liberal o populista.
La explotación capitalista (I)
En los primeros párrafos de El Capital (Libro primero, Sección primera, Capitulo I, La mercancía, 1. Los dos factores de la mercancía: valor de uso y valor (sustancia del valor, magnitud del valor)), Marx escribe:
“La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un "enorme cúmulo de mercancías", y la mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza. Nuestra investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de la mercancía.
La mercancía es, en primer lugar, un objeto exterior, una cosa que merced a sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran. La naturaleza de esas necesidades, el que se originen, por ejemplo, en el estómago o en la fantasía, en nada modifica el problema. Tampoco se trata aquí de cómo esa cosa satisface la necesidad humana: de si lo hace directamente, como medio de subsistencia, es decir, como objeto de disfrute, o a través de un rodeo, como medio de producción”.
Toda cosa útil, sigue explicando Marx, lo es por sus cualidades, que hacen de ella un valor de uso para una finalidad determinada. Pero como mercancía destinada a ser vendida presenta otro aspecto: su valor de cambio y surge el problema de cómo se mide ese valor de cambio, lo que requiere encontrar el denominador común de todos los valores de uso (objetos, servicios) que se intercambian –se venden- como mercancías.
Ese denominador común de todas las mercancías no es otro que ser el resultado del trabajo humano, que se puede definir como el gasto en energía física, en tensión nerviosa y la aplicación por parte del trabajador (manual o intelectual) de su destreza y conocimientos (y a veces también de su inventiva) en el acto de la producción.
De modo que el denominador común de todas las mercancías que sirve para establecer su valor de cambio es el trabajo humano, que produce valores de uso.
“En la relación misma de intercambio entre las mercancías, -escribe Marx- su valor de cambio se nos puso de manifiesto como algo por entero independiente de sus valores de uso. Si luego se hace efectivamente abstracción del valor de uso que tienen los productos del trabajo, se obtiene su valor, tal como acaba de señalarse. Ese algo común que se manifiesta en la relación de intercambio o en el valor de cambio de las mercancías es, pues, su valor. El desenvolvimiento de la investigación volverá a conducirnos al valor de cambio como modo de expresión o forma de manifestación necesaria del valor, al que por de pronto, sin embargo, se ha de considerar independientemente de esa forma.
Un valor de uso o un bien, por ende, sólo tiene valor porque en él está objetivado o materializado trabajo humano abstracto. ¿Cómo medir, entonces, la magnitud de su valor? Por la cantidad de "sustancia generadora de valor" --por la cantidad de trabajo-- contenida en ese valor de uso. La cantidad de trabajo misma se mide por su duración, y el tiempo de trabajo, a su vez, reconoce su patrón de medida en determinadas fracciones temporales, tales como hora, día, etcétera.
Podría parecer que si el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo gastada en su producción, cuanto más perezoso o torpe fuera un hombre tanto más valiosa sería su mercancía, porque aquél necesitaría tanto más tiempo para fabricarla. Sin embargo, el trabajo que genera la sustancia de los valores es trabajo humano indiferenciado, gasto de la misma fuerza humana de trabajo. El conjunto de la fuerza de trabajo de la sociedad, representado en los valores del mundo de las mercancías, hace las veces aquí de una y la misma fuerza humana de trabajo, por más que se componga de innumerables fuerzas de trabajo individuales. Cada una de esas fuerzas de trabajo individuales es la misma fuerza de trabajo humana que las demás, en cuanto posee el carácter de fuerza de trabajo social media y opera como tal fuerza de trabajo social media, es decir, en cuanto, en la producción de una mercancía, sólo utiliza el tiempo de trabajo promedialmente necesario, o tiempo de trabajo socialmente necesario. El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción vigentes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e intensidad de trabajo”.
Fuente: Argenpress - http://www.argenpress.info
https://www.alainet.org/es/articulo/156950?language=en
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