Giro ético-político y postmodernidad

06/05/2012
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Cíclicamente, el pensamiento occidental eurocéntrico se declara en crisis. Así ocurrió a principios del siglo XX: Husserl, Heidegger y Ortega y Gasset lo advirtieron. Así también en los treinta y cuarenta: la Escuela de Frankfurt y Sartre lo señalaron. A partir de mediados de los ochenta, se generalizó el término “postmoderno” para dar cuenta de un nuevo desfallecimiento de la conciencia eurocéntrica. Los pensadores de esos momentos “vienen de vuelta” de la modernidad, como diría Agnes Heller. 
 
Con estos sacudimientos, el pensamiento que crece en la periferia encuentra su oportunidad. Pero para irrumpir, tiene que ajustar cuentas con la pesada carga de la cultura metropolitana que predomina en los espacios académicos e intelectuales. En el proceso, tiene que hacer varios pagos. Ocurrió con el Boom de la literatura latinoamericana, que tuvo que calarse ser caracterizada como “postmoderna” por los críticos europeos, norteamericanos y brasileños, asimilando algunas realizaciones que sólo eran el resultado de un complejo proceso cultural endógeno. Así, de pronto, Borges o García Márquez eran “postmodernos”, cuando para los latinoamericanos el “modernismo” fue la sensibilidad de Rubén Darío y Martí, y decir que una escritura era postmoderna era casi una pendejada.
 
En las ciencias sociales y en la filosofía ocurre igual. La Teoría de la Dependencia fue leída como una actualización de la teoría del imperialismo leninista, cuando poco después resultó ser la fundamentación de un nuevo perspectivismo. Esto lo entendió muy bien el grupo de pensadores que se agruparon dentro de la etiqueta “filosofía de la Liberación”, movimiento que nutrió no pocos movimientos en América Latina que resultó expulsada por la contrarreforma de Juan Pablo II.
 
El marxismo, que venía en crisis desde hacía tiempo (¿los 10?, ¿los 20?), se abrió a la discusión en los sesenta y tuvo su fiesta en aquellos movimientos estudiantiles cuya cima fue el Mayo francés del 68 (¿o fue Woodstock del 69?). Aquella borrachera crítica tuvo su resaca, y los ultrosos del 60 se hicieron los postmodernos de los ochenta y los noventa. No miento: Lyotard estuvo en “Socialismo o Barbarie”, la revista que animó ese extraño innovador imaginativo que se llamó Cornelius Castoriadis.
 
En América Latina siguieron ocurriendo cosas. La dictadura del gran capital financiero, del “consenso de Washington”, tuvo su respuesta en un giro hacia la izquierda que ha marcado esta última década. Este atardecer es el antecedente necesario del nuevo vuelo de la lechuza. Enrique Dussel se declara pensador de estos procesos de cambio.
 
 Dussel vino con tres ideas fuertes para el debate: 1) el giro ético, es decir, el desplazamiento de la ontología metafísica por la ética, en la primacía del pensamiento filosófico; 2) el perspectivismo periférico: la geopolítica del pensamiento. Cuenta el lugar desde donde se piensa; sobre todo si es desde la periferia; 3) la analéctica, la necesidad del pensamiento de ir más allá de la Síntesis dialéctica, de la Totalidad, ir hacia la exterioridad del Otro. Algo parecido al aserto de Adorno: “La totalidad no es la verdad”.
 
Hay detalles en los que su pensamiento muestra todavía un tufo teológico que nos desagrada un poco. Eso de identificarse con la “Víctima” suena demasiado a simple caridad cristiana. Más sentido tendría asumir el ethos, la actitud, el gusto por la respuesta, la contestación, en una palabra, la crítica. Asumir que el pueblo que tiene la Potentia que legitima a cualquier Potestas, en palabras de Rousseau, la soberanía popular, el Poder constituyente mismo, no sólo tiene Voluntad de Vivir, sino también Voluntad de Poder. Que habitamos en el lugar donde se levanta la voz para ser escuchados, donde se lucha por la paridad.
 
Pero agrada, por otra parte, que finalmente el pensamiento postmoderno haya asumido el giro ético y político, haya desplazado la racionalidad moderna de la metafísica ontológica, mediante la deconstrucción y la genealogía foucaultiana, claro, para al fin plantearse la crítica al Poder de los Centros imperiales. ¡Enhorabuena!
 
- Jesús Puerta
Universidad de Carabobo
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/157728
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