El reto de la paz es sobre todo un reto para el ambientalismo
- Opinión
Lectura en el sí ambiental, 20 de septiembre de 2016, Universidad Nacional de Colombia.
Me corresponde desarrollar algunas ideas del punto primero, que en síntesis se refiere a “Construir una nueva ética e institucionalidad ambiental”.
Revoltoso como hay que ser, a Voltaire, que lo fue hasta con su propio nombre, se atribuye la frase: “No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.” Ese es el espíritu con el que estamos actuando los ambientalistas, estamos propagando esa virtud que es La tolerancia, la comprensión frente a los errores de los demás. Además estamos esforzándonos por disfrutar el ejercicio de hacer colectivamente.
Ahora bien, cuando dos guerreros se enfrentan, cada uno tiene la posibilidad de vencer o ser vencido, el problema es que las guerras son cada vez más mortíferas y muchas son las víctimas desarmadas y demasiado el daño que se hace a la naturaleza. La guerra es un dominio destructivo y el ambientalismo busca, por el contrario, dominios adaptativos, relaciones simbióticas cultura-ecosistemas. Somos gentes de paz.
No pocas veces los armados, incluso los que aparentemente tienen la legitimidad, dominados por instigadores y beneficiarios de la guerra, descargan su furia sobre el pueblo inerme para despojarlo, para someterlo, o para imponerle una condición de inferioridad política, racial, sexual o simplemente corporal. Por ello, siempre será bien venido un acuerdo de desarme, pues son las industrias de la muerte y sus beneficiarios directos e indirectos quienes pierden.
Nosotros queremos aprovechar la paz entre los armados para que ella se extienda también a las relaciones entre la sociedad y la naturaleza y esa es una tarea de alcance más profundo y más difícil. Esa es la tarea del cambio civilizatorio, que ha propuesto el ambientalismo.
La palabra optimismo también fue una invención de Voltaire para burlarse de Leibniz que decía que el mundo es el mejor de todos los mundos posibles, lo cual le resultaba inconcebible, dadas las evidentes bajezas de algunos entre sus contemporáneos. Lo que viene no es el mejor mundo posible, no estamos entrando al paraíso, ese optimismo es pernicioso. Muchos conflictos pueden incluso agudizarse. Las causas no están resueltas, hay que tener sentido de la historia. Por ello es clave preguntarse cuáles son los mínimos para que la paz sea completa con el ELN y cuáles son los mínimos para que la paz sea completa con la naturaleza. Estas son las preguntas prácticas de la paz.
Para la paz completa habrá que establecer responsabilidades. Muchas son las responsabilidades del Estado, muchas otras son de quienes han concentrado durante decenios los réditos del despojo y otras son por las consecuencias de las acciones bélicas de todos los bandos, que también devienen en causas.
La emoción de estar nuevamente en mi Universidad me empuja a decir que desde estos lugares de la ciencia y el conocimiento muchas veces no se comprenden los hechos reales, el discurso académico en ocasiones hace desaparecer las complejidades de la realidad, las reduce, las precisa para que se acoplen al sistema; pero no hay que desconsolarse, acá también habitan corrientes criticas, que queremos sean nuestras aliadas en las tareas que tenemos por la paz. Hay que ir a los territorios, hay que comprometerse con las comunidades y que ellas tengan la palabra y sean artificies de los balances de las deudas ambientales locales, para que la verdad local del mercurio, del monocultivo, del despojo del agua, del fracking, de las hidroeléctricas, de la deforestación, de la defaunación de las selvas, ríos y mares, de la coca industrial, salga a flote y así poder emprender la restructuración y el rediseño de territorios ambientalmente saludables y en paz. En ese ejercicio de “verdadear” las causas ha de ponerse en evidencia la guerra que el capital hace a la naturaleza, esa guerra deja miles de muertos y hace que el desierto crezca, a esa guerra le debemos declarar que le haremos la paz… le haremos la paz para recuperar los derechos de los humanos y los de la naturaleza.
La mejor ética no es de la que se habla sino la que se practica, esa es la ética del verdadero ambientalismo. Hemos establecido unos fines comunes, los 11 puntos, no son una biblia, son acuerdos de ambientalistas para buscar la paz… nuestro propio y aun incipiente tratado de paz. Más allá de emocionarnos por estar acá juntos debemos hacerlo porque tendremos la oportunidad de afirmar la agenda ambiental en movimiento en los territorios, para que la justicia ambiental florezca, para reconstruir posibilidades materiales y ecosistémicas y para el buen vivir de las gentes que están más empobrecidas, las más vulnerables, las mas violentadas …
El reto de la paz es sobre todo un reto para el ambientalismo y no podemos ser inferiores al momento histórico. Nos declaramos en “pie de paz”, rebeldes y luchando.
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