El alto volumen de la geopolítica

Un nuevo capítulo de las guerras de EEUU contra México

30/04/2018
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El destacado geopolitólogo mexicano de origen libanés Alfredo Jalife-Rahme dirigió esta mañana dominguera un mensaje de crucial importancia a sus lectores: el tema del libro Next War, escrito por Caspar Weinberger y Peter Schweiser, presidente del Instituto James Madison, cuyo contenido preventivo inquietó en el momento de su aparición a los lectores de lengua española, y que ahora pasa al dominio público en México por la actividad y los pronunciamientos del gobierno Trump.

 

El inmovilismo mexicano priísta es hoy por lo visto más molesto para los vecinos que como lo era en la última década del siglo XX, cuando esa obra fue editada. Basta con leer los discursos de Trump sobre el muro y los discretos desplazamientos de sus tropas a su frontera sur como evidencias de que una gran mutación está en curso desde el norte porque la partidocracia mexicana no sirve como instrumento de las grandes soluciones.

 

La ocupación militar del territorio mexicano es, en nuestra opinión, inevitable, y eso porque las dos situaciones inquietantes, que el geopolitólogo Jalife presenta de nueva cuenta en su artículo de hoy no pueden ser "resueltas" en México por autoridades mexicanas, ni por las que saldrán del poder formal este año: ni por las que van a entrar que se basan en un proyectado equipo de gobierno formado por vendedores de salchichas.

 

Las fuentes de la industria energética, que incluyen a las zonas mineras por el gas, son el primer ámbito de conflicto y, como hemos demostrado en nuestro portal geopolitica.com con criterio histórico, son apetecidas de manera obsesiva por el ente anglosajón. En contrapartida, los yacimientos petroleros ni han sido bien administrados por México después del gobierno del general Lázaro Cárdenas, ni el derecho a disponer de esas fuentes dentro de su "soberanía", ha sido indiscutible para los vecinos anglosajones, abriendo así la puerta a la validez del apotegma geopolítico que se refiere a la ingenuidad de los Estados que parten del principio de la buena vecindad y de que sus recursos internos no atraerán para nada las apetencia del vecino más poderoso.

 

El segundo escenario en el que la debilidad del Estado mexicano para afrontar debidamente el amplio campo de la seguridad de Estados Unidos tal como es concebida por el gobierno Trump. El caos circular que se agudiza en medio de las dos fronteras mexicanas e incluso entre sus dos litorales, ha sido alentado desde los años sesentas por la incompetente vigilancia del territorio nacional por la secretaría de la Gobernación, que permite las implantaciones geopolíticas operadas, primero por el instituto lingüístico de Verano y más tarde por el conglomerado protestante y evangélico (World Vision), que se situó entre Chiapas y el Istmo de Tehuantepec asociado a organismos no gubernamentales. Estos hoy día han influido en la forma y contenido de la legislación en México con los depredadores "derechos humanos".

 

Los proyectos antropológicos para el control de las etnias desde entonces menudearon, bajo la influencia de la ingeniería social de Amitai Enzioni, y éstas fueron alineadas con ánimo de confrontación de cara al Estado. De tal manera, mientras el Estado se debilitó por su excesiva corrupción, la red subversiva que las fuerzas extranjeras situaron en México, se fortaleció. Y con el paso de los años se sumó al mosaico balcanizador la organización entrópica dirigida por la CIA, el Instituto por una Sociedad Abierta, echada a andar por el megaespeculador George Soros contra el Estado nacional.

 

El otro proyecto indigenista y sembrador de inquietud social (experimentada en Ciudad Netzahualcóyotl) es el de la iglesia católica. Y así, la conjunción de estas fuerzas y las formadas por los anglosajones, son todas balcanizadoras o secesionistas actuando entre las dos fronteras mexicanas y siguiendo a programas híbridos diversos.

 

Ahora prestemos atención al artículo de Jalife:

 

Las guerras de Estados Unidos contra México desde Reagan hasta Trump

 

Alfredo Jalife-Rahme

 

En 1996, cuando se desempeñaba como secretario del Pentágono parcialmente en los dos mandatos de Ronald Reagan, Caspar Weinberger, en colaboración con Peter Schweizer, presidente del Instituto James Madison, acompañado de un prólogo ignífero de la exprimera ministra Margaret Thatcher publicó su libro volcánico La próxima guerra de EEUU en el mundo, en el que exhibe cinco escenarios bélicos en los que tarde o temprano quedaría implicada la potencia anglosajona:

 

1) contra Norcorea, que no ha variado sustancialmente, pero con la esperanza de un apaciguamiento debido al próximo encuentro entre Trump y el mandatario norcoreano, Kim Jong-un;

2) contra Irán, cuya prospectiva se ha intensificado con Trump, que sopesa abjurar el acuerdo nuclear que operó Obama, para favorecer a Israel;

3) invasión a México debido al ascenso de un gobierno "radical";

4) contra la "Rusia resucitada", y

5) contra Japón, lo cual ha variado sustancialmente y que, en mi opinión, ha sido sustituido por China en el nuevo espacio geoeconómico/geopolítico del Indo-Pacífico.

 

Weinberger –hijo de padre judío y madre episcopalista, estuvo implicado en el pestilente escándalo del Irán- Contras– contemplaba sin desparpajo "intercambios nucleares", guerras químicas (hoy la moda, aunque fuesen fake news, como en Siria), y la ciberguerra. Doce años después del ominoso libro siguen vigentes cuatro de sus cinco escenarios.

 

Es impactante que México venga en tercer lugar en las cinco guerras anunciadas por Weinberger, exvicepresidente de la omnipotente trasnacional Bechtel y anterior presidente de la revista Forbes, de la cual hoy es accionista el entreguista expresidente Ernesto Zedillo.

 

Por demás perturbador es que algunos exmandatarios de "México" participen, a sabiendas o por nesciencia, en los organigramas de los proponentes de la invasión a México.

 

La invasión proyectada conlleva el "cambio de régimen" en México y uno de sus primeros operativos contempla(ba) la destrucción de la base aérea de Santa Lucía, tema relevante con el debate sobre la viabilidad de los aeropuertos de los hoy candidatos.

 

Desde los "secretos" Tratados de Bucareli de 1923, la dotación y operabilidad del Ejército Mexicano ha sido limitada y controlada. Ignoro si esto ha variado desde la presunta incrustación del “México neoliberal itamita” al esquema de Northcom/ Comando Norte y a la "integración energética de Norteamérica".

 

La invasión terrestre propuesta por Weinberger sería por tres zonas: 1) del Fort Lewis (estado de Washington) –que 12 años después está fusionado con la base aérea de McChord– a través de Tucson (Arizona) penetrando por Sonora; 2) de Brownsville a Tampico, y 3) desde Fort Hood (Kileen, Texas) entrando por Monterrey hasta Guadalajara.

 

Se suma un ataque de los marines al puerto de Tampico, otro punto muy vulnerable de México: clásica ruta de las invasiones previas, como la marítima de Veracruz en 1914, según el Museo Nacional de las Intervenciones.

 

Ya en ese entonces, Weinberger vislumbraba una poderosa "guerra de propaganda" –cuando Televisa era todavía omnipotente– para persuadir a los mexicanos de la bondad de la invasión de EU que tenía como objetivo implantar la "verdadera democracia" y dar fin a su situación de “Estado fallido”: concepto desestabilizador que estuvo muy de moda por los multimedia de EU hasta que fue entregado el petróleo mexicano mediante la “reforma energética”.

 

Con Fox, entonces presidente texano-irlandés-"mexicano" el ASPAN –que ni aportó "seguridad" y menos "prosperidad" a la parte mexicana de "Norteamérica"–, y con Calderón y su hilarante Iniciativa Mérida de "guerra contra las drogas" se gestó de facto una invasión militar disfrazada de EU mediante la participación de sus mercenarios de Blackwater/Xe Services.

 

La invasión de Weinberger contaría con el respaldo del secretario de Relaciones Exteriores de "México" –a no confundir con el canciller Videgaray 12 años después– que participaría con un grupo de conspiradores para capturar la residencia de Los Pinos.

 

Ya desde 1970, Brzezinski, siendo consejero de Seguridad Nacional de Carter, alertaba de que EU “no deseaba otro Japón al sur de su frontera”, lo que explica(ba) el rezago tecnológico de México y la flagrante ausencia de "transferencia de tecnología" en el discriminativo TLCAN que benefició más que nada y nadie –en términos de porcentaje de ingresos del PIB– al narcotráfico: primer ingreso nacional en "bruto".

 

En espera de las guerras programadas por Weinberger, que ninguna ha ocurrido y operan como jaque al rey, nada menos que el general Wesley Clark, del "grupo Chicago" y anterior comandante de la OTAN en la guerra clintoniana contra Yugoslavia, delató que, después de los polémicos ataques del 11/9, el Pentágono adoptó un plan para derrocar a siete países en cinco años: Irak, Libia, Siria, Somalia, Sudán, Líbano e Irán. Cinco ya ocurrieron: sólo faltan Líbano e Irán.

 

Una cosa son las guerras regionales de Israel encomendadas a EEUU, delineadas en el memorando secreto del israelí-estadunidense Paul Wolfowitz y reveladas por el general Clark, y otra cosa son las guerras globales de Reagan/Weinberger/Thatcher.

 

Las guerras que libra EU contra México desde 1836 con la independencia de Texas (luego anexada en 1845 por EU) –sumada de la guerra de EEUU en 1846/1848, en la que México perdió 2.4 millones de kilómetros cuadrados, más de la mitad del territorio, sin contar la expedición punitiva de Pershing contra Villa en 1916– fueron reales.

 

La guerra planeada por Weinberger persiste 12 años después bajo la espada de Damocles de la invasión de EEUU a México debido a la doble coartada de la fracasada (¿deliberadamente?) "guerra de las drogas" y al ascenso de un gobierno “radical (whatever that means)”, que ahora se han transmutado en una doble guerra contra la que parece ser perenne "guerra contra las drogas" y la nueva "guerra demográfica", con excrecencia electorera a los dos lados de la frontera, debido a la galopante natalidad del segmento mexicano en EEUU que ha puesto de cabeza a Trump, el profeta de los WASP: blancos, anglosajones y protestantes.

 

Trump ya militarizó la frontera con 4 mil soldados de la Guardia Nacional que pueden llegar a 100 mil, según los deseos del general Kelly, anterior mandamás de la Seguridad del Hogar y hoy jefe del gabinete trumpiano.

 

Ni la tercera parte de su muro ni la militarización de la frontera de Trump son nuevas cuando ya dos ex presidentes, el republicano Baby Bush y el demócrata Obama, habían colocado en la frontera 6 mil y mil 200 soldados respectivamente.

 

Por lo visto, el ejército de EEUU mantiene un menú de guerras multivariadas y hasta de balcanizaciones contra México.

 

Es perturbador el discurso balcanizador del ex gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón alias El Bronco –apodo que denota más su congénito salvajismo que su civilidad–, quien sin recato ultraja a los habitantes de los estados del sur, en específico a Chiapas y a Oaxaca. ¡Cuidado!

 

https://www.alainet.org/es/articulo/192567
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