La revolución de blockchain enciende las alarmas en Reserva Federal y el mundo financiero
- Opinión
Una serie de eventos interesantes y alarmantes han tenido lugar en los últimos meses en la esfera de las finanzas internacionales.
Tomemos como punto de partida el anuncio del gigante de las redes sociales Facebook, en 2019, de que en 2020 crearía su propia respuesta al bitcoin, la moneda digital más conocida. La criptomoneda de Facebook se llamaría “libra”, fue calificada como “stable-coin” (moneda estable, sólida) y tendría como objetivo introducir las finanzas digitales en el mundo en desarrollo.
Por otra parte, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, señaló al bitcoin como “una amenaza para la seguridad nacional”, en contradicción con el presidente Donald Trump, quien afirmó que el sustento del bitcoin era “thin air”. Obviamente, algo que carece de base de sustentación no puede ser una amenaza para la seguridad nacional.
Más recientemente, Visa, Mastercard, Pay Pal, y eBay, colosos del crédito financiero, retiraron el apoyo que habían brindado originalmente al proyecto libra de Facebook. Además, Francia, Alemania y otros países europeos como Holanda, Italia y España, anunciaron que bloquearían libra en Europa por considerarla una amenaza para el sector financiero; sin embargo, estos países apoyaron la propuesta del Banco Central Europeo de crear una criptomoneda pública alternativa.
Seguidamente y ante el creciente temor de que las criptomonedas pudieran minar la estabilidad del dólar como reserva mundial, la U.S. Office of Director of National Inteligence reveló que está investigando el impacto que tendría lugar si el dólar perdiese su condición de reserva internacional.
Pero lo que realmente pone en alerta roja al mundo del dinero es la carta enviada a los ministros de finanzas del G20 reunidos este último fin de semana en Riyadh, capital de Arabia Saudita, por Randal Quarles, director de la Reserva Federal de Estados Unidos y presidente del “Financial Stability Board”. En ella, Quarles advierte a todos los ministros de finanzas y directores de bancos centrales de todo el mundo de la necesidad de actuar rápidamente con el fin de enfrentar los cambios provocados por el bitcoin y otras criptomonedas. “La tecnología -señaló Quarles- está cambiando la naturaleza de las finanzas tradicionales, con innovaciones que crean potenciales beneficios pero también riesgos”. Y en lo que puede considerarse una velada amenaza, acotó: “Estamos decididos a acelerar el desarrollo de una respuesta de regulación y supervisión de estos nuevos instrumentos.” En otras palabras, Quarles reveló la decisión de poner bajo control la revolución financiera en marcha.
El temor expresado por muchos gobiernos y bancos centrales es que las criptomonedas puedan socavar el control estatal de las economías si se generalizan como métodos de pago. Pero el fantasma que quita el sueño a banqueros y ministros de finanzas es mucho más que el desafío de las criptomonedas. Estas constituyen solo una vertiente de la tecnología del “blockchain”, verdadera revolución digital que muestra cada vez mayor número de aplicaciones en las esferas económica y social.
En la poco más de una década de existencia de las criptomonedas, muchos pensaron que se trataba de un fenómeno pasajero condenado al fracaso. Considero la carta de Quarles a los ministros de finanzas del G20 como el reconocimiento oficial de que el blockchain llegó para quedarse y que en lo adelante será necesario tomarlo muy en serio.
El impacto de la revolución del blockchain sobre el sistema capitalista dependerá de quien logre obtener el control de esta tecnología, si la descentralización se mantiene, si las redes son públicas o privadas. Si el control lo obtienen los gobiernos y los bancos, solo serviría para reinventar el capitalismo. Sin embargo, afirman los optimistas que la tecnología del blockchain, por su propia naturaleza, no puede ser controlada por el estado ni por empresas privadas, de ahí el fracaso del proyecto libra impulsado por Facebook y el hecho de que, en el transcurso de más de una década, no hayan podido destruir el bitcoin. En este caso, podríamos imaginar un futuro financiero en que todas las transacciones se realizarían sin intermediarios y todas las operaciones se harían al margen de las instituciones tradicionales. Desaparecerían bancos y banqueros. El establishment capitalista se desmoronaría. Por el momento, sin embargo, lo que se vislumbra es una lucha sin cuartel por controlar el blockchain, ya que no parece posible destruirlo.
La economía digital nos lleva a un mundo nuevo lleno de interrogantes. ¿Qué impacto tendrá, por ejemplo, sobre el empleo? Hasta el presente, las empresas digitales se han caracterizado por generar muy pocos puestos de trabajo mientras producen enormes ganancias a empresarios y accionistas. Cuando Amazon compró Twitch en septiembre de 2014, por casi un billón de dólares, esta compañía de vídeos solo empleaba a 170 trabajadores. WhatsApp tenía 55 cuando Facebook anunció su compra por 19 billones. Compárese, por ejemplo, con industrias precursoras como IBM o Dell que solo unos pocos años antes irrumpieron en el mercado con cientos de miles de trabajadores. Pero el empleo es solo una de las caras de este multifacético poliedro. Lo único que ya es posible asegurar es que se acercan profundos cambios. Si serán para bien o para mal no lo sabemos a ciencia cierta todavía.
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