Muletas ideológicas
- Opinión
El bastón o muleta ideológica de los pillos y de los tontos, cuando no pueden o no quieren entender circunstancias históricas o políticas, es la teoría conspirativa. Por eso provocó tanto revuelo en la derecha de Miami el reconocimiento de algunos logros de la Revolución Cubana por el favorito a la candidatura presidencial demócrata Bernie Sanders. Para ciertos medios de esta ciudad la explicación es obvia, Bernie Sanders es comunista y pretende introducir el comunismo en Estados Unidos para destruir esta gran nación, como lo son igualmente Barak Obama, Hilary Clinton, el Papa Francisco, el presidente Nicolás Maduro, el cardenal estadounidense Timothy Dolan (por su reciente visita a Cuba), los Pastores por la Paz (por sus caravanas de solidaridad para romper el bloqueo) y, por supuesto, Max Lesnick, Director de Radio Miami, Yadira Escobar, joven candidata al Congreso de Estados Unidos, todos los afiliados al partido Demócrata, todos los que manifiestan ideas liberales, todos los que viajan a Cuba y, en fin, todo aquel que en pensamiento, palabra u obra se aparte una fracción de milímetro del catecismo reaccionario de los que aún pretenden mantener su hegemonía política y económica en esta ciudad.
Los análisis históricos o políticos de la ultraderecha de Miami se basan siempre en teorías conspirativas. Batista no tuvo que abandonar el poder debido a una insurrección popular sino a conciliábulos en el cuarto piso del Departamento de Estado. Fidel Castro logró el triunfo de la Revolución Cubana no por su genialidad política y sus méritos como combatiente guerrillero sino porque el periódico “izquierdista” “The New York Times” envió al periodista Herbert Matthews a la Sierra Maestra para entrevistarlo y lograr que obtuviera reconocimiento internacional. La Brigada mercenaria 2506 no fue derrotada en Girón por el heroísmo de los cubanos sino por la traición del presidente Kennedy. Estados Unidos permitió en Angola la derrota del ejército sudafricano porque a la familia Rockefeller le interesaba que las tropas cubanas protegieran sus pozos y refinerías petroleras en ese país y La Habana recibía, además, un millón de dólares diarios depositados en un banco de Suiza. El “exilio histórico” no ha podido “liberar” a Cuba porque existe un pacto secreto entre Estados Unidos y Rusia (antes con la Unión Soviética) que no permite organizar expediciones armadas contra la Isla. La Revolución Bolivariana se mantiene no por la libre voluntad y el patriotismo de los venezolanos sino porque 20,00 agentes cubanos de la Seguridad del Estado, disfrazados de médicos, apoyan a Nicolás Maduro.
Aunque parezca increíble, estas y otras muchas teorías conspirativas de la derecha miamense, algunas tan repugnantes que, por decoro, es preferible no mencionarlas, se sazonan comúnmente con alusiones delirantes a extrañas y anacrónicas vinculaciones con sociedades secretas nacionales o extranjeras, como “Skulls and Bones” (calaveras y huesos), “Iluminatis”, y “Sociedad Fabiana”. Sus sesudos analistas afirman que el tanque de pensar llamado “Council on Foreign Relations” dicta desde comienzos del siglo XX toda la política exterior de Estados Unidos, conspirando para la formación de un gobierno mundial, y que, desde 1954, gobernantes, políticos poderosos y otras personalidades participan en el “Grupo Bildenberg”, sociedad supranacional que reuniría en su seno a todos los dirigentes de otras sociedades secretas destinadas a dominar a la humanidad. Es el “Gobierno Mundial Secreto” en cuyas reuniones se decide la política y la economía que regirán en todo el planeta y es el que, por desconocidas razones, no permite que se produzcan cambios en Cuba.
El maniqueismo intolerante de la derecha miamense solo acepta la demonización absoluta de la Revolución Cubana. Aceptar que hay o pueda haber algo bueno en Cuba se considera una traición al “exilio”. Solo que muy pocos emigrados cubanos aceptan ya esta imposición. Y la caída vertiginosa que se ha producido en su otrora poder hegemónico, ha dado pie a otra teoría conspirativa. No quieren explicarla por las transformaciones que han tenido lugar en la demografía del Sur de la Florida, ni por los profundos cambios en la composición social y el pensamiento de la emigración cubana que en los últimos veinte años salió de Cuba principalmente por razones familiares y económicas, y prefieren inventarse una supuesta infiltración masiva de “agentes castrocomunistas” que habrían llegado a Miami con la sórdida misión de destruir al “exilio histórico”. Como si no fuesen su plattismo, sus rencores, su egoismo y sus errores, los que se ocupan de cumplir eficazmente esta tarea, ya en fase de terminación por el imperativo biológico. Como si no fuera un mito, dentro del mito, la pregonada unidad monolítica y no hubiera, aún dentro del núcleo duro del “exilio”, muchos que desean mantener vínculos normales con sus familias y viajan a Cuba cada vez que se presenta la ocasión. Como si no fuese la todavía muy lucrativa “industria anticastrista” el principal obstáculo en el camino a la reconciliación de los cubanos. El “exilio” agoniza y más creíble sería que inventaran otra teoría conspirativa según la cual estarían enviando desde la Isla sepultureros.
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