Coronavirus: La segunda pandemia mundial en el siglo XXI
- Opinión
El nuevo Coronavirus o Covid-19 ya está en la boca de todos, o para ser precisos, en el tecleo de todos los usuarios de la web, redes sociales y noticieros de las cadenas televisivas. Tan viral parece, que ya infectó psicológicamente a toda la humanidad, antes de hacerlo biológicamente.
Hay que recordar que la primera pandemia en nuestro siglo fue en 2009. La gripe A H1N1 causó más de 14 000 muertos, y aunque haya sucedido hace relativamente poco tiempo, para la sociedad capitalista neoliberal, donde el único tiempo que importa es el presente, pareciera que fue hace una eternidad.
La verdad es que los 11 años que han transcurrido desde la última pandemia global, han sido muy impactantes. En el capitalismo neoliberal se ha trabajado duro para desmantelar los servicios públicos con el fin aumentar las ganancias del sector privado, incluyendo al sector de salud que fue golpeado con especial dureza, sobre todo en la región latinoamericana y México, sin excepción. En el sistema capitalista se han podido crear las condiciones propias de su crisis de una manera novedosa, que no hubiera sido posible sospechar ni siquiera el propio Karl Marx hace dos siglos. Pero su finalidad acaba siendo parecida: el capitalismo se ha mostrado totalmente incapaz de gestionar la epidemia, a tal grado que ya llegó a ser registrada por la OMS como pandemia mundial, y todavía estamos al principio.
Por ahora, el único país en manejar la crisis, hasta el punto que está disminuyendo, ha sido China, el país emisor, mientras se extiende en los demás países. A contracorriente del capitalismo neoliberal, el Estado chino ha invertido mucho en el sector salud en las últimas décadas, a tal grado que ha generalizado la seguridad social para toda su población, bajo la forma de varios programas establecidos en las últimas dos décadas.
El temor por ver resurgir una pandemia como la Gripe Española, que mató a varios millones de personas en 1918, posteriormente a la tragedia de la primera guerra mundial, convirtió al coronavirus en fuente de histeria colectiva. El capitalismo fabrica su propia crisis a partir de su temor a volver a ver suceder catástrofes del pasado. Pero precisamente haciéndolo, se ve atrapado en un círculo de destrucción de riqueza social, del cual ya no puede escapar. Es decir, la crisis económica que ya debía estallar como resultado de la sobreproducción y sobre-acumulación de capital fue anticipada por el factor psicológico de “los agentes económicos”, para usar un término de la economía vulgar neoclásica.
De alguna forma, el coronavirus trae un efecto similar al de la Primera Guerra Mundial: una ruptura total de paradigma. Cuando estalló la guerra, esto significó un quiebre total del mercado capitalista, pues una economía que ya había alcanzado un cierto grado globalización se encontró cortada en tan solo unos cuantos días. Los Estados en guerra tomaron el control de la economía haciendo añicos un siglo de liberalismo y la burguesía tuvo que aprender que el Estado era la única fuerza capaz de gestionar las necesidades de una economía en guerra. Hasta los más tenaces defensores del “laissez faire” tuvieron que reconocer la necesidad de la tutela del Estado, pero con la creencia de que esa situación iba a terminar cuando acabara la guerra, y que todo iba a regresar a la “normalidad”, pero la realidad se desenvolvió de una manera que no habían previsto.
En la actualidad, después de cuatro décadas de neoliberalismo impuesto, la crisis provocada por consecuencia del coronavirus, nuevamente se nos presenta una situación donde la lógica del mercado se vuelve inservible por su dimensión anárquica, así como el individualismo de los “agentes económicos”. Nuevamente el Estado se ve en la necesidad de intervenir para controlar la pandemia y asegurar la estabilidad de la economía.
El capitalismo quiere socializar las pérdidas. La crisis se carga sobre los hombros de los trabajadores (despidos, carencias del sistema de salud) cómo regularmente suelen gestionar, pues si algo han dejado claro es precisamente que las ganancias nunca están en los bolsillos de los trabajadores y trabajadoras.
Sin embargo, cuando se trata de solventar una crisis, no solo es pagada de nuestros bolsillos, además lo pagamos con nuestros derechos y para situaciones de contingencias médicas como las que están presentando al día de hoy las pagamos con nuestra salud. Durante finales del siglo pasado y lo que llevamos de este, las fuertes políticas imperialistas a las que denominan globalización cuya esencia consiste en llevar las prácticas industriales, económicas y políticas a un desempeño de alta explotación y saqueo a países que se encuentran en vías de desarrollo y que también son ricos en diversos recursos y materias primas.
Lo cual implica una precarización y desvalorización de la mano de obra nacional, mientras que a la mano de obra internacional someten con bajos salarios y condiciones desiguales con respecto a sus hermanos de clase, de esta manera se logró someter a toda la clase trabajadora a una lógica de explotación y precarización permanente.
Cuando nos encontramos con situaciones de crisis como la que hoy nos enfrentamos, no solo vemos como poco a poco las naciones que tanto jugaron un papel imperialista en la cadena se han sometido a una globalización-desglobalizada.
Los productos que se construyen con diversos materiales comprados en diversas naciones, hoy parecen un recuerdo de lo que algún día fue, aunque este tema aún no se menciona en los medios y estos se limitan a la difusión del miedo sin pánico, a los títulos en letras rojas pidiendo no alarmarse en su contenido, pero dando una ráfaga de notas con estos titulares una nueva cada 5 minutos.
Lo que nos están advirtiendo no es que el coronavirus (Covid-19) esté evolucionando, al menos no es la totalidad de su mensaje, esos titulares alarmantes que piden: "no entrar en pánico" en realidad nos están diciendo que "si entremos en pánico" pues si esta dinámica de mercado sigue queriendo funcionar de esta manera vamos a tener otro tipo de consecuencias de las cuales no es posible enumerarlas todas, pero desarrollaremos algunas:
A) Existen diversos materiales que se fabrican en solo unas partes del mundo.
B) Existen productos que solo se manufacturan en algunas partes del mundo.
C) Existen servicios que solo se otorgan en ciertas partes del mundo.
D) Existen productos que solo se distribuyen con ciertas condiciones en el mundo.
Para el desarrollo de la actividad industrial "normal" en el capitalismo neoliberal podemos encasillar que gran variedad de productos que hoy consumimos de manera natural cumplen por lo menos dos de las condiciones anteriores, por ejemplo, para la manufactura de algunos productos de la industria automotriz al cierre de las fronteras internacionales comenzaran a escasear.
El mayor problema no se termina aquí, lo mismo sucede con la industria electrónica, la alimenticia, la farmacéutica, la textil etc. Son los efectos de la globalización-desglobalizada: es decir el retorno del proteccionismo nacional bajo formas nuevas.
Este es el verdadero mensaje de terror que quieren implantar, pero no decir, si la crisis continúa antes de poder reaccionar con las adaptaciones industriales necesarias para frenar esta escasez (pues ya sabemos que son tardadas como en la industria farmacéutica pues se necesitan cumplir diversas condiciones salubres y de estabilidad que pueden durar por lo menos tres meses) se pinta el panorama cada vez más negro.
Eso, solo por hablar de las necesidades de consumo que tanto demanda está posmodernidad de lo desechable, también es necesario que hablemos de los que salen todos los días a construir estos productos, estos edificios, estas medicinas.
La clase trabajadora no solo se verá golpeada más con la escasez que muy a duras penas se puede costear (en la mayoría de los casos una vida digna es una utopía) sino que además estos gobiernos del mercado regulado por el mercado obligan a que estas sigan cumpliendo sus labores en la medida que ellos vean conveniente.
Pues ya lo están haciendo, llaman a cuarentena en los países de Europa, pero solo es un privilegio para las capas medias de la clase trabajadora en las que pueden realizar sus labores por medio del "homeoffice": conectarse a una portátil por medio de la internet y el problema se ha resuelto. Nada más que una utopía para quienes construyen a punta de martillo, pues para esto no sólo es necesario que su trabajo no necesite de una herramienta como la ya mencionada, sino que además tengan al corriente sus pagos de luz, el alquiler, el pago de la Internet y que además tengan una habitación libre y silenciada de las que comparten en muchas veces con dos o tres integrantes de la familia.
Nada más alejado de la realidad, pues si su trabajo no consistirá en conducir un camión, operar una máquina, levantar un establecimiento o trabajar con herramientas, simplemente esta sociedad no sería ni una cuarta parte de la que conocemos; serán obligados, unos a trabajar en las condiciones más insalubres y otros, su empresa no tendrá opción más que despedirlos, viéndose obligados nuevamente en salir a conseguir el pan y trabajar hasta que su cuerpo ya no pueda más.
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