Influenza A/H1N1: la punta del iceberg

05/05/2009
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Pocos percances industriales tienen la capacidad  de revelar los defectos más profundos de una  sociedad. La reciente epidemia de fiebre porcina  es un caso emblemático. Aunque para muchos es una  calamidad caída del cielo, la realidad es que se  trata de un desastre industrial, similar al de  Bhopal, en India (1984) o al de Chernobyl (1986).

Al igual que esos eventos, el desastre del virus  de influenza porcina A/H1N1 muestra con  extraordinaria claridad las lacras de un sistema  industrial grotesco, de un gobierno ineficiente,  y seguramente corrupto, además del colapso del  sistema de salud pública.

El desastre de las fábricas granjeras Carroll  (GCM) dice mucho sobre nuestra "civilización". Lo  fundamental es que no se trata de una calamidad  que nos cae del cielo, o de un evento altamente  improbable. Para nada. Al igual que la crisis  económica, el desastre de la epidemia de A/H1N1  es el resultado predecible de la acción humana y  de fallas de políticas regulatorias que pueden y  deben ser cambiadas. Es la consecuencia de una  forma de producir cárnicos que es repugnante en  su inmundicia. El trato despiadado a los animales  dice mucho de la falta de respeto que puede tener  el ser humano consigo mismo.

En esta industria el proceso de producción  comienza con el empleo masivo de métodos de  inseminación artificial. Esto empobrece la  variabilidad genética de los animales y para  mantenerlos vivos en confinamiento se necesitan  cantidades masivas de antibióticos y vitaminas.  En algunas plantas porcícolas se administran  fuertes dosis de estimulantes que desencadenan un  apetito voraz para que los animales ganen peso  rápidamente. Esto se complementa con dosis  masivas de hormonas para rápido crecimiento.

Las importaciones de maíz amarillo y de soya, al  amparo del TLCAN, son clave para este sistema.  Esos insumos proporcionan carbohidratos y  proteínas fácilmente digeribles que permiten a  los animales confinados ganar peso más  rápidamente que en la ganadería extensiva.

La concentración de decenas de miles de cerdos en  espacios reducidos impone el intercambio de virus  entre animales. Este tráfico abre las puertas a  mutaciones rápidas y al surgimiento de mutaciones  patógenas cada vez más resistentes. La aparición  de agentes patógenos afecta a la población de  cerdos, pero algunas mutaciones permiten  traspasar las barreras entre especies y los  humanos pueden verse afectados.

No existe una norma oficial mexicana sobre el  hacinamiento de cerdos en granjas porcícolas (lo  que dice mucho). La NOM-062-ZOO-1999 para  animales de laboratorio establece que cerdos de  20 kilos deben tener un espacio mínimo de 0.56  metros cuadrados. Es un indicador terrible de lo  que deben ser las condiciones en las fábricas  porcícolas.

Eso sí, existe una norma oficial  (NOM-060-ZOO-1999) sobre "transformación de  despojos animales para su empleo en la  alimentación animal". Contiene las  especificaciones para utilizar despojos de cerdos  en plantas reductoras con el fin de usarlos "en  la alimentación de rumiantes". Sí, leyó usted  bien y lo puede corroborar en el Diario Oficial  del 28 de junio de 2001. Es un escándalo  relacionado con toda la producción de carne.

La industria de cárnicos busca economías de  escala, pero los costos para la sociedad en  materia ambiental y de salud humana son cada vez  mayores. En el plano económico estas gigantescas  concentraciones de animales son la otra cara de  la destrucción de la economía campesina de  pequeña escala, más generadora de empleos y más  apta para un manejo responsable del medio  ambiente.

El círculo se cierra con una noticia  sorprendente: Granjas Carroll es socio anfitrión  de 22 proyectos dentro del Mecanismo de  Desarrollo Limpio del Protocolo de Kioto para  reducir emisiones de gases invernadero. Los  proyectos no se han puesto en operación, pero ya  fueron certificados ante la Convención Marco de  Naciones Unidas para el Cambio Climático. En  estos esquemas el biogas producido por digestores  anaeróbicos (en las lagunas de oxidación) es  enviado a un generador de electricidad para la  planta. Es decir, se utilizará gas metano (CH4)  en lo que vendrían siendo proyectos de  cogeneración (de entre 100 y 550 KWh) y reducirán  el volumen de emisiones entre 3 mil 700 y 18 mil  toneladas de CO2 equivalente. Los certificados  asociados a estas reducciones pueden venderse en  el mercado mundial de carbono.

El CH4 es un gas de efecto invernadero mucho más  potente que el CO2, así que en el casino del  mercado mundial de carbono, las reducciones de  metano pueden ser un negocio muy lucrativo.  Bonito mecanismo de desarrollo "limpio".  Literalmente, nunca antes había estado tan cerca  la mierda del dinero. (Éste y otros aspectos de  la catástrofe de la influenza porcina son el  objeto de un trabajo colectivo que se dará a  conocer próximamente.)

Ahora que comienzan a levantarse las medidas de  la emergencia, lo peor de todo es que regrese la  normalidad de la barbarie. Los tiempos del cambio  han llegado y deben ser aprovechados de manera  constructiva.

La Jornada, 6 de mayo de 2009
http://www.jornada.unam.mx/2009/05/06/index.php?section=opinion&article=032a1eco

https://www.alainet.org/fr/node/133648
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